martes, 28 de febrero de 2012

El APRA como un solo Partido


por V. R. Haya de la Torre

El APRA, como partido de frente único nacional indoamericano, se distingue de todos los demás partidos de izquierda existentes en nuestras veinte repúblicas en cuanto a su finalidad y en cuanto a su organización. Recordemos que ningún partido, sin exceptuar a comunistas y socialistas, se ha constituido en Indoamérica, hasta ahora, llevando como objetivo primordial la lucha antimperialista. Los más avanzados y modernos han concedido a la acción contra el imperialismo un limitado aspecto, casi siempre teórico y adjetivo de su programa doctrinario. En cuanto a su organización, todos los partidos de izquierda indoamericanos, o circunscriben su radio de acción a las fronteras del país en el que han sido constituidos, o lo amplían hasta hacerlo confinar con los límites del planeta. Los partidos radicales, social-demócratas y laboristas, corresponden a la primera clasificación. Aislados en un localismo casi xenófobo, jamás han tenido la visión del problema continental; ni siquiera han dejado sentir su acción en zonas geográficas aledañas. Amedrentados por los chauvinismos, o incapaces para descubrir la relación indestructible e ineludible de nuestros países entre sí, se mantuvieron en un arrogante aislamiento. Los otros, los partidos llamados de extrema izquierda, abarcan demasiado. Sectores subalternos de organizaciones mundiales, subordinan los problemas indoamericanos a los que más interesan naturalmente a los comandos de sus partidos. Lógicamente, Europa es su objetivo. Fuera del viejo continente, la visión política del mundo se torna brumosa y vaga. La generalización y el simplismo llenan los inmensos vacíos que dejan abiertos el confusionismo y la ausencia de sentido realista. Tal ocurre con las secciones comunistas de la Tercera Internacional y con las de ciertos sectores de la Segunda.

martes, 21 de febrero de 2012

ESTRUCTURA DEL ESTADO

por Jaime María de Mahieu

24. La organización funcional del Estado.

Ya hemos visto, en el curso de los capítulos anteriores, por qué y cómo el Estado se diferencia dentro de la Comunidad. Sabemos que responde a una necesidad y ejerce una función. Tenemos ahora que examinar su funcionamiento, vale decir, el modo como desempeña su papel, y luego, ante todo, analizar su estructura. Pues si bien es cierto que la anatomía del órgano social como del órgano individual no tiene sentido sino por su finalidad fisiológica, no lo es menos que el movimiento funcional no puede ser aprehendido sin un conocimiento previo de los elementos que lo hacen posible.
Para entender el trabajo de una maquina hay que saber primero de qué piezas se compone y cuál es el lugar de cada una dentro del conjunto. El vocabulario que hemos empleado, por analogía como siempre, podría eximirnos de mayor explicación de lo que es la estructura del Estado. Precisemos sin embargo que se trata de su organización, vale decir, de los distintos elementos en que se diferencia y de sus relaciones. Notemos sobre todo que dicha organización no es tan rígida como la de un órgano individual, cuyas variaciones son ínfimas comparadas con las del órgano social, por la sencilla razón de que el organismo de que forma parte evoluciona entre límites mucho más estrechos que la Comunidad política.
El Estado modifica su estructura según las exigencias, es decir, según la naturaleza y las condiciones históricas de vida del organismo social. En una pequeña tribu salvaje se confunde con el jefe: su estructura es simple, como lo es su función en el seno de una Comunidad de composición homogénea. En una nación contemporánea se diferencia, por lo contrario, ramificándose, para responder a la necesidad de mando en las distintas partes del territorio y en los campos múltiples de su jurisdicción: es de estructura compleja. ¿Trátase de dos tipos de Estado esencialmente distintos uno de otro? De ninguna manera, pues no nos es difícil seguir en la historia el proceso de complicación de un mismo Estado que va desarrollándose para responder a las exigencias crecientes de una Comunidad cuya población y territorio aumentan o, más sencillamente, como lo comprobamos cada día, cuyas condiciones internas y externas de existencia se complican.
La constante del Estado no es su estructura sino su función, que exige precisamente una organización adaptada a las circunstancias y, por lo tanto, cambiante. Esto no impide sino que por el contrario implica que Estados pertenecientes a Comunidades de proceso histórico semejante posean, en una época determinada, una estructura esquemática común, aunque más no sea como consecuencia de la interacción de las colectividades políticas coexistentes, que hace indispensable para cada una de ellas idéntico grado de tensión, sin el cual desaparecería el equilibrio, a expensas de las menos organizadas. De ahí que sea posible hacer el análisis estructural del Estado moderno en general, con tal de salvar, por supuesto, las variaciones particulares, vale decir, de limitarnos a las grandes líneas de su organización.
Dicho Estado es complejo, ya lo hemos dicho. Se presenta como una especie de pulpo cuyos tentáculos parten de un centro único y penetran el cuerpo social hasta la menor célula. Pero semejante comparación – como por otra parte la palabra organización que hemos debido emplear a falta de otra mejor – es inexacta en un punto esencial. El Estado no es un organismo asociado con el organismo comunitario como el musgo con el hongo de liquen, sino, ya lo sabemos, un simple órgano que sólo tiene sentido por la función que desempeña. Es por un abuso de lenguaje que hablamos de órganos del Estado, cuando no se trata sino de los elementos constitutivos especializados mediante los cuales dicho Estado actúa sobre los grupos y federaciones de diversa naturaleza. Ministerios, cámaras o consejos, ejército, policía, vialidad, etc., sólo son partes del Estado, dedicadas y adaptadas cada una a un dominio preciso. No poseen ninguna autonomía funcional, y se limitan a desempeñar en sus varios aspectos la función unificadora de conciencia y de mando que corresponde al Estado.

viernes, 17 de febrero de 2012

La retirada americana de Santo Domingo


por Pedro Albizu Campos

Tomado de El Nacionalista de Ponce,
Puerto Rico, 13 de julio de 1925.

Cuando estalló la Revolución Maderista en Méjico en 1912, los imperialistas americanos, que tenían intereses petroleros y mineros en dicha república, iniciaron inmediatamente su campaña de intervención. La prensa americana, sensibilísima a las llamadas de los intereses capitalistas, se mostró casi unánime en pro de la intervención americana en la república Azteca para “libertar al pueblo mejicano del despotismo porfirista, para realizar una campaña puramente humanista”. He aquí la pretendida justificación de la intervención para fines humanitarios, justificación rechazada por todos los tratadistas de derecho internacional por ser lesiva a la soberanía nacional.

Los principios de derecho, sin embargo, influyen poco en el ánimo del imperialista: éste cree solamente en la fuerza representada por la riqueza y el número de hombres a su disposición. Teme solamente a la fuerza.

Cuando el pueblo americano, enardecido lo suficiente por la prensa para invadir a Méjico con el fin de “redimirlo”, levantaron su voz de protesta los poderes europeos, y en una declaración conjunta mostraron su enojo contra la política imperialista americana declarando: “Que el mundo no podía ver con ojos de indiferencia la continua expansión de los Estados Unidos hacia el Sur”.

Cesó inmediatamente la campaña de intervención en Estados Unidos. Ya no era necesario ir a “redimir” a los mejicanos.
Pero estalla la guerra europea en el 1914. Se anuló el poder europeo que era la única fuerza temida, y resucitó la necesidad de “redimir” a los mejicanos! No se hizo esperar la ocupación de Vera Cruz por las tropas americanas, la invasión de Pershing y el sinnúmero de actos contrarios al derecho internacional realizados por Estados Unidos contra una nación amiga, contra la cual hacía guerra sin haberle declarado guerra. Los observadores de la situación llegaron a la conclusión que la política americana era desorganizar a Méjico para someterlo al Imperio Yanki.

Grande como era el campo de acción en Méjico, la ambición americana no se contrajo a sus fronteras. Como el embrollo europeo continuaba y no había vecino alguno con fuerzas suficientes para detener la avalancha de atropello de la nación americana contra sus vecinos, sin justificación de ninguna clase, sin declaración de guerra, el pueblo dominicano y el pueblo haitiano sufrieron la invasión de tropas navales americanas y vieron sus territorios bañados con la sangre de su hijos, muertos por los invasores que habían ido a destruir su soberanía, a desaposesionarlos de lo que era suyo.

En Haití, consiguieron que el gobierno haitiano actuase sujeto a la dirección americana. Inmediatamente le impusieron un tratado para que Haití no pudiese conceder franquicia alguna para la explotación de su enorme riqueza sin el consentimiento del gobierno de Estados Unidos. El objeto fue darle ese monopolio a los intereses americanos y someter a Haití a la misma explotación económica en que se halla Puerto Rico.

Estados Unidos se verá obligado ahora a explicar ante la Liga de las Naciones los actos de barbarie realizados por sus tropas en Haití y el ataque a la soberanía haitiana sin justificación de ninguna clase. Este expediente ha sido promovido últimamente por el gobierno haitiano que será representado especialmente ante la Liga de las Naciones por el ministro de Haití en París.
Los dominicanos rechazaron de plano toda ocupación americana y rehusaron cooperar en forma alguna con las tropas invasoras obligando así al gobierno de Estados Unidos a una ocupación militar formal ante el mundo con toda la responsabilidad internacional que sus actos implicaban. La nación dominicana se unió como un solo hombre, y han dado la batalla más hermosa en pro del derecho violado por los que hipócritamente han venido jurando defenderlos: las misiones dominicanas comparecieron ante el mundo entero, se presentaron en Washington, en todas las capitales latinoamericanas y europeas y no cesaron en su protesta hasta que Estados Unidos se vio obligado a reconocer que su conducta en Santo Domingo era una atrevida violación del derecho internacional, lesiva a la paz americana y a la paz mundial. Quisieron repetir el golpe de 1848 cuando privaron a Méjico de la mitad de su territorio, el ataque a Colombia a principios de este siglo para dominar el comercio del Nuevo Mundo, etc., etc. Los actos recientes son la continuación de su política de expansión hacia el Sur, que se vale de todos los medios de penetración imaginables, y que han destruido la confianza depositada en la buena fe norteamericana en sus relaciones con la América Latina y con el resto del Mundo. Su imperio yg no esconde su espada: la tiene desenvainada y se la aplica al cuello a quien tenga el valor de no prestarse a formar parte servilmente de su ejército invasor.

Esta política ha motivado la invitación que recientemente ha hecho el Perú a las naciones que constituyeron la gran Colombia, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, para que se constituyera de nuevo en la unidad hermosa de su pasado para poderse defender contra el Imperio Americano y de su política de continua penetración.

Este proyecto ha provocado la idea de que Méjico y la América Central se unan para su defensa legítima, y que las Antillas lleven a cabo la concepción de varios de sus más ilustres hijos, entre ellos de Hostos y De Diego, para formar la Confederación Antillana, que puede pasar a ser un poder naval de gran importancia por su posición estratégica y por la riqueza de sus territorios.

El día 22 de este mes celebra la heroica e invicta nación dominicana la retirada de las tropas americanas de sus territorios y la institución del poder legítimo dominicano.

El mundo entero se regocija al contemplar la vindicación del derecho y las naciones latinas, hermanas en la sangre, enviarán delegaciones a la capital de Quisqueya en prueba de la solidaridad con ella en su dolor pasado y en su alegría del presente.

Quedará Puerto Rico solo bajo la dominación imperial americana. Aquí también se vienen violando desde el 98 todos los derechos que el hombre civilizado quiere implantar, destruyendo para siempre la esclavitud individual y la esclavitud colectiva; la primera ha desaparecido, la segunda persiste en la forma del coloniaje imperante en Puerto Rico. Esta condición abominable no es tolerable en ninguna parte y mucho menos en América.

Los pueblos soberanos, débiles o fuertes, se han convencido que tienen que inhibirse del ejercicio de Imperio y oponerse a las prácticas imperialistas de otras naciones si quieren preservar su propia soberanía. Estados Unidos no tardará en aprender esta lección si no quiere convertir al Mundo entero en su enemigo, y para demostrar su buena fe, aquí en Puerto Rico tiene la oportunidad: que reconozca la constitución de Puerto Rico en una república libre y soberana de acuerdo con sus derechos inalienables.


fuente:Puerto Rico entre siglos

martes, 14 de febrero de 2012

Proclama de Felipe Varela


Felipe Varela, ¡Viva la Unión Americana! Manifiesto del General Felipe Varela a los pueblos americanos sobre acontecimientos políticos de la República Argentina en los años 1866-67

Potosí, enero de 1868.

¡VIVA LA UNIÓN AMERICANA!
Manifiesto a los pueblos americanos sobre los acontecimientos políticos de la República Argentina en los años 1866 y 1867

En efecto, la guerra con el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado por el General Mitre.
Cuando los ejércitos imperiales atraídos por él, sin causa alguna justificable, sin pretexto alguno razonable, fueron a dominar la débil República del Uruguay, aliándose con el poder rebelde de Flores en guerra civil abierta con el poder de aquella República, comprendió el Gobierno del Paraguay que la independencia uruguaya peligraba de un modo serio, que el derecho del más fuerte era la causa de su muerte, y que por consiguiente las garantías de su propia libertad quedaban a merced del capricho de una potencia más poderosa.
Pesaron estas razones en la conciencia del General Presidente López de la República Paraguaya, y buscando una garantía sólida a la conservación de sus propias instituciones, desenvainó su espada para defender al Uruguay de la dominación brasilera a que Mitre lo había entregado.
Fue entonces que aquel Gobierno se dirigió al argentino solicitando el paso inocente de sus ejércitos por Misiones, para llevar la guerra que formalmente había declarado el Brasil.
Este paso del Presidente López, era una gota de rocío derramada sobre el corazón ambicioso de Mitre, porque le enseñaba en perspectiva el camino más corto para hallar una máscara de legalidad con qué disfrazarse, y poder llevar pomposamente una guerra Nacional al Paraguay:
Guerra premeditada, guerra estudiada, guerra ambiciosa de dominio, contraria a los santos principios de la Unión Americana, cuya base fundamental es la conservación incólume de la soberanía de cada República.
El General Mitre, invocando los principios de la más estricta neutralidad, negaba de todo punto al Presidente del Paraguay su solicitud, mientras con la otra mano firmaba el permiso para que el Brasil hiciera su cuartel general en la Provincia Argentina de Corrientes, para llevar el ataque desde allí a las huestes paraguayas.
Esa política injustificable fue conocida ante el parlamento de Londres, por una correspondencia leída en él del Ministro inglés en Buenos Aires, a quien Mitre había confiado los secretos, de sus grandes crímenes políticos.
Textualmente dice el Ministro inglés citado: "Tanto el Presidente Mitre como el Ministro Elizalde, me han declarado varias veces, que aunque por ahora no pensaban en anexar el Paraguay a la República Argentina, no querían contraer sobre esto compromiso alguno con el Brasil, pues cualesquiera que sean al presente sus vistas, las circunstancias podría cambiarlas en otro sentido".
He aquí cuatro palabra que envuelven en un todo la verdad innegable de que la guerra contra el Paraguay jamás ha sido guerra nacional, desde que, como se ve, no es una mera reparación lo que se busca en ella, sino que, lejos de eso, los destinos de esa desgraciada República están amenazados de ser juguete de las cavilosidades de Mitre.
Esta verdad se confirma con estas otras palabras del mismo Ministro inglés citado: "El Ministro Elizalde me ha dicho que espera vivir lo bastante para ver a Bolivia, el Paraguay y la República Argentina, unidos formando una poderosa República en el Continente".(...)
Las provincias argentinas, empero, no han participado jamás de estos sentimientos, por el contrario, esos pueblos han contemplado gimiendo la deserción de su Presidente, impuesto por las bayonetas, sobre la sangre argentina, de los grandes principios de la Unión Americana , en los que han mirado siempre la salvaguardia de sus derechos y de su libertad, arrebatada en nombre de la justicia y la ley.
En el párrafo sexto (de la proclama) hago presente a los argentinos, el monopolio y la absorción de las rentas nacionales por Buenos Aires.
En efecto: la Nación Argentina goza de una renta de diez millones de duros, que producen las provincias con el sudor de su frente. Y sin embargo, desde la época en que el gobierno libre se organizó en el país, Buenos Aires, a título de Capital es la provincia única que ha gozado del enorme producto del país entero, mientras en los demás pueblos, pobres y arruinados, se hacía imposible el buen quicio de las administraciones provinciales, por falta de recursos y por la pequeñez de sus entradas municipales para subvenir los gastos indispensables de su gobierno local.(...)
De modo que las provincias eran desgraciados países sirvientes, pueblos tributarios de Buenos Aires, que perdían la nacionalidad de sus derechos, cuando se trataba del tesoro Nacional.
En esta verdad está el origen de la guerra de cincuenta años en que las provincias han estado en lucha abierta con Buenos Aires, dando por resultado esta contienda, la preponderancia despótica del porteño sobre el provinciano, hasta el punto de tratarlo como a un ser de escala inferior y de más limitados derechos.
Buenos Aires es la metrópoli de la República Argentina, como España lo fue de la América. Ser partidario de Buernos Aires, es ser ciudadano amante a su patria, pero ser amigo de la libertad, de las provincias y de que entren en el goce de sus derechos ¡oh! ¡eso es ser traidor a la patria, y es por consiguiente un delito que pone a los ciudadanos fuera de la ley!
He ahí, pues, los tiempos del coloniaje existente en miniatura, en la República, y la guerra de 1810 reproducida en 1866 y 67, entre el pueblo de Buenos Aires (España) y las provincias del Plata (Colonias Americanas).
Sin embargo, esa guerra eterna dio a fines de 1859 por resultado la victoria de los pueblos argentinos sobre el poder dominante de la Capital. Sus diez millones de renta estaban, por consiguiente recobrados, pero como no era posible despojar a Buenos Aires de un solo golpe de tan ingente cantidad, arreglada a la cual había creado sus necesidades, pues eso hubiera sido sepultarla en una ruina completa, tuvieron todavía la generosidad los provincianos, de celebrar un pacto, por el cual concedían a Buenos Aires el goce por cinco años más de las entradas locales para llenar su pomposo presupuesto.
Fue entonces que los porteños invocaron la hidalguía del que hoy llaman bárbaro, del presidente actual del Paraguay Mariscal Don Francisco Solano López, para que con su respetabilidad y talento interviniese en el pacto que celebraban las provincias argentinas con Buenos Aires vencida.
El Mariscal López accedió generoso, garantiendo el cumplimiento del tratado por ambas partes con su propio poder.
En noviembre de 1865 debían expirar estos tratados, y entrar las provincias en el goce de lo que verdaderamente les pertenece, las entradas nacionales de diez millones que ellas producen.
Cuando el sesenta y cuatro aun no llegaba, cuando Mitre aun no asaltaba la presidencia de la Nación, por un órgano público de Buenos Aires decía el futuro caudillo, sobre el pacto con el Paraguay: "Esos tratados serán despedazados y sus fragmentos arrojados al viento".
Por fin el General Mitre revolucionó a la Provincia de Buenos Aires contra las demás provincias argentinas, cuyos dos poderes se batieron en Pavón.
La suerte estuvo del lado de aquel porteño malvado que se sentó Presidente sobre un trono de sangre, de cadáveres y de lágrimas argentinas.
Entre tanto los tratados garantidos por el Paraguay vivían, y llegado el término podía esta nación exigir su cumplimiento.
He aquí otra de las causas fundamentales de la guerra llevada por Mitre a la República del Paraguay, desarmando así a las provincias del poder aliado que garantía su felicidad, contra la infamia de un usurpador.
Después de este golpe maestro, el general Mitre desfiguró la carta democrática dada por las provincias vencedoras en Caseros, y la desfiguró a su antojo, después de haber jurado con lágrimas en los ojos respetarla, explotando así la generosidad de los pueblos, que entonces pudieron plantar la bandera de la humillación y del dominio en la misma plaza de Buenos Aires.
Esa reforma dio por fruto el regalo eterno de las rentas nacionales a la ciudad bonaerense, el despojo para siempre de la propiedad de los pobres provincianos, y aun algo más, el empeño de las desgraciadas provincias en más de cien millones, para sostener una guerra contra sus intereses, contra su aliado, contra el poder combatido por tener el crimen de haber garantido la paz argentina y la felicidad de todos los pueblos, en noviembre de 1859.
Es por estas incontestables razones que los argentinos de corazón, y sobre todo los que no somos hijos de la Capital, hemos estado siempre del lado del Paraguay en la guerra que, por debilitarnos, por desarmarnos, por arruinarnos, le ha llevado a Mitre a fuerza de intrigas y de infamias contra la voluntad de toda la Nación entera, a excepción de la egoista Buenos Aires.
Es por esto mismo que es uno de nuestros propósitos manifestado en la invitación citada, la paz y la amistad con el Paraguay.
PROCLAMA
¡ARGENTINOS! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres mas grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el General Mitre gobernador de Buenos Aires.
La más bella y perfecta Carta Constitucional democrática republicana federal, que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en Caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido violada y mutilada desde el año sesenta y uno hasta hoy, por Mitre y su círculo de esbirros.
El Pabellón de Mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre -orgullosa autonomía política del partido rebelde- ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuti, Curuzú y Curupaití.
Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en mas de cien millones de fuertes, y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda, lacrimando juró respetarla.
COMPATRIOTAS: desde que Aquél, usurpó el gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del Gobierno Mitre.
Tal es el odio que aquellos fratricidas tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y guillotinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio, Sarmiento, Sandez, Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios oficiales dignos de Mitre.
Empero, basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón y sin conciencia. Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la triste o insoportable situación que atravezamos, y que es tiempo ya de contener.
¡VALIENTES ENTRERRIANOS! Vuestro hermanos de causa en las demás provincias, os saludan en marcha al campo de la gloria, donde os esperan. Vuestro ilustre jefe y compañero de armas el magnánimo Capitán General Urquiza, os acompañará y bajo sus órdenes venceremos todos una vez más a los enemigos de la causa nacional.
A EL, y a vosotros obliga concluir la grande obra que principiasteis en Caceros, de cuya memorable jornada surgió nuestra redención política, consignada en las páginas de nuestra hermosa Constitución que en aquel campo de honor escribísteis con vuestra sangre.
¡ARGENTINOS TODOS! ¡Llegó el día de mejor porvenir para la Patria! A vosotros cumple ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo ensangrentado el Pabellón de Belgrano, para enarbolarlo gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas enemigos!
COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS!...¡es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos argentinos!
¡ABAJO los infractores de la ley! Abajo los traidores a la Patria! Abajo los mercaderes de Cruces en la Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre Argentina y Oriental!
¡ATRAS los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente!
¡SOLDADOS FEDERALES! nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el órden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de aquél que infrinja este programa!!
¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! el campo de la lid nos mostrará al enemigo; allá os invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo.

FELIPE VARELA
Campamento en marcha, Diciembre 6 de 1866.

martes, 7 de febrero de 2012

Manifiesto de Bolívar a los pueblos de Venezuela


Ciudadanos:

La más grande aflicción que puede sobrevenir al ánimo de un magistrado es aquella que lo obliga a emplear la espada de la justicia contra un ciudadano que fue benemérito de la patria.
Yo denuncio a la faz de la nación el crimen más atroz que ha podido cometer un hombre contra la sociedad, el gobierno y la patria. El General Piar es el autor execrable de este fatal delito. Colmado de los honores supremos de la milicia, de la consideración pública y de la confianza del Gobierno, nada quedaba a este ciudadano a que aspirar sino a la gloria de titularse bienhechor de la República. ¡Con qué horror, pues, no oiréis que este hombre tan favorecido de la fortuna haya pretendido sumergiros en el piélago espantoso de la anarquía! Sí, venezolanos, el General Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad, libertad e independencia. Pero no os admiréis de esta monstruosidad de parte de un hombre cuya vida ha sido un tejido de conspiraciones, crímenes y violencias. Nacido en un país extraño, de una madre que tampoco es venezolana, y de un padre canario, ningún sentimiento de amor ha podido recibir al nacer, menos aún en el curso de su educación.
Erguido el General Piar de pertenecer a una familia noble de Tenerife, negaba desde sus primeros años ¡¡¡qué horrible escándalo!!!, negaba conocer el infeliz seno que había llevado este aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturalizada ingratitud, ultrajaba a la misma madre de quien había recibido la vida por sólo el motivo de no ser aquella respetable mujer, del color claro que él había heredado de su padre. Quien no supo amar, respetar y servir a los autores de sus días, no podía someterse al deber de ciudadano y menos aún al más riguroso de todos: al militar.
Llevado por el General Mariño a la costa de Güiria en los años pasados, fue destinado a Maturín bajo las órdenes del Comandante Bernardo Bermúdez, que fue víctima de sus primeros ensayos de conspiración. Apenas había llegado a Maturín cuando sublevándose contra su inmediato Jefe, lo prendió e indefenso lo arrojó hacia la parte que ocupaba el enemigo para que fuese indignamente sacrificado por los crueles españoles. El desdichado Bermúdez marcó con su muerte el primer fratricidio del ambicioso Piar.
La inmortal ciudad de Maturín, que parecía estar destinada por la Providencia para ser la cuna del heroísmo venezolano, tuvo la gloria de vencer por tres veces, en otras tantas batallas, las bandas españolas de La Hoz y Monteverde. Los valerosos maturinenses, conducidos por su indomable espíritu y por un sentimiento irresistible de un patriotismo divino, elevaron su nombre al más alto grado de esplendor, dejando al de su intruso jefe en el seno de la obscuridad. La fama no fue injusta, pues supo distinguir el mérito de los soldados y la ingratitud del caudillo. Ni los rayos de la fortuna consiguieron ilustrar su espíritu en la carrera de la victoria. Maturín sepulto en sus llanuras tres ejércitos españoles, y Maturín quedó siempre expuesta a los mismos peligros que la amenazaban antes de sus triunfos. Tan estúpido era el Jefe que la dirigía en sus operaciones militares.
El General Mariño, reconocido por Jefe de la expedición de Oriente, fue a Maturín a inspeccionar aquellas valientes tropas. El General Piar, entonces ausente, había tramado antes de separarse un motín contra su Jefe, que se habría logrado sin duda si el virtuoso General Rojas no hubiese cumplido con su deber en favor de la justicia y de la subordinación militar. La insurrección de Piar no tuvo efecto por la bella conducta del General Rojas.
En medio de las calamidades de la guerra, el italiano Bianchi se subleva contra las autoridades constituidas y se roba las últimas reliquias de la República. Logramos conducir a la Isla de Margarita a este infame pirata para hacernos justicia y aprovechar los únicos restos de nuestra expirante existencia. La fatalidad, entonces anexa a Venezuela, quiso que se hallase el General Piar en Margarita, donde no tenia mando y a donde había ido por salvar el fruto de sus depredaciones en Barcelona, y más aún por escapar de los peligros de la guerra que el hace sólo por enriquecerse a costa de la sangre de los infelices venezolanos. Una vez que ha hecho su botín, el valor le falta y la constancia le abandona. Diganlo los campos de Angostura y San Félix, donde su presencia fue tan nula como la del último tambor. El General Mariño y yo, Jefes de la República, no pudimos desembarcar en Margarita porque el faccioso Piar se había apoderado de la fuerza y nos obligó a ponernos a la merced de un pirata más genero y más sumiso que él, aunque iguales en la rapacidad. Por entonces la patria sufrió todos los reveses que son notorios por la exclusiva traidora conducta de Piar.
De acuerdo con el General Ribas pensó en defender a Cumaná y aunque aquel General debía mandar por ser de mayor graduación sólo logró dividir la autoridad con Piar. Esta igualdad no convenía aún a las miras ambiciosas de Piar, y desde luego conspiró contra su jefe y colega Ribas. Éste, por evitar la guerra civil y quizás su propio exterminio, marchó a Maturín, y Cumaná fue la víctima de las pasiones de Piar. Su desdichada población pereció, como la emigración de Caracas y Barcelona, por obedecer a Piar que las forzó a encerrarse en aquella indefensa ciudad. ¡¡Víctimas desdichadas allí sepultadas!!, decid ¿quién os puso bajo la cuchilla de Boves?
Perdido el territorio que inútilmente Piar había pensado defender, se refugio en Güiria, donde mandaba el coronel Videau, quien tenía la autoridad suprema de aquel país por delegación del General Mariño. Aún no había pisado aquella ciudad cuando ya Piar intentaba destituir al Jefe que la mandaba. Sus defensores, de acuerdo con Videau, se vieron obligados a expulsar a Piar para no ser envueltos en disensiones domesticas, a tiempo que el enemigo la estrechaba por todas partes. El objeto de Piar en aquel momento no era tanto defender a Güiria cuanto extraer los tesoros que había arrancado al General Ribas y habían sido hasta entonces religiosamente respetados, como vasos sagrados que pertenecían a las iglesias de Caracas. Mas Piar, tan avaro como sacrílego, intentaba convertir en su propio uso objetos consagrados a la Divinidad.
En la tercera época de la República el General Piar, a quien yo había perdonado todos sus atentados, viene conmigo a Carúpano. Allí a la faz de todos los extranjeros y nacionales dio el más escandaloso ejemplo de su venalidad. El descaro en robar los intereses de aquella ciudad ha sido tan público que nada se debe añadir para que sea manifiesto.
La División del General Gregor, después de haber libertado a Barcelona, se somete a sus órdenes porque así lo exigía el orden de la milicia y porque él se jactaba de ser el primer apoyo del Gobierno. La batalla del Juncal, casi perdida por este General, fue un terrible desengaño para aquellos alucinados soldados que creían tener en él un gran Capitán; pero su impericia y su cobardía se manifestaron allí de un modo incontestable. Ganada por el General Gregor y los otros subalternos que obraron arbitrariamente hallándose abandonados de su Jefe y sin esperanzas de salvarse, ni aun siquiera se puso a la cabeza del ejército para perseguir los restos fugitivos, y el fruto de aquella victoria fue ninguno, como todas las que la fortuna le ha proporcionado.
La conducta del General Piar en esta provincia ha correspondido al curso de su vida: el más feroz despotismo ha sido su divisa. Mandar pasar por las armas a los Jefes y oficiales más estimables; ponerlos en el afrentoso tormento de la soga; destituirlos sin autoridad y sin juicio. En fin, todos los actos del poder absoluto de un tirano.
Ninguna orden del Gobierno ejecutaba jamás: todas las miraba con el más ultrajante desprecio. El se había abrogado las facultades de la autoridad suprema, y no se había proclamado por soberano de la República porque las fuerzas de su mando eran todavía demasiado débiles y la fortuna no le había sometido las ciudades de Guayana y Angostura.
En circunstancias tan urgentes yo vine al ejército para poner un término a su desenfrenado despotismo. El benemérito General Monagas, el Coronel Parejo, el Teniente Coronel Matos, el Teniente Coronel Infante, Subteniente Santarita, el cirujano Cervellón y el Secretario Melián, sin contar muchos otros que fueron ignominiosamente infamados, pueden deponer si el régimen del General Piar no es el de un sátrapa de Persia. ¡¡Cuántos horrores no hizo sufrir el General Piar a estos ilustres defensores de la República!! A mi presencia ha osado clavar un par de grillos, y sin juicio formal ha condenado a servir de soldado raso al Subteniente Arias. Espantado de tan atroz procedimiento, quise salvar la inocencia, las leyes y los derechos del ciudadano. Además, hice entender al General Piar que debía someterse a la autoridad del Gobierno y no obrar arbitrariamente como lo había hecho siempre. Este General, furioso como un frenético, medita entonces la subversión del Estado y la destrucción de sus hermanos. Para realizar tan negro designio pretexta enfermedad, pide encarecidamente un retiro temporal y toma un pasaporte para las colonias.
Calumniar al Gobierno de pretender cambiar la forma republicana en la tiránica; proclamar los principios odiosos de guerra de colores para destruir así la igualdad que desde el día glorioso de nuestra insurrección hasta este momento ha sido nuestra base fundamental; instigar a la guerra civil; convidar a la anarquía; aconsejar el asesinato, el robo y el desorden, es en substancia lo que ha hecho Piar desde que obtuvo la licencia de retirarse del ejército que con tantas instancias había solicitado porque los medios estuvieran a su alcance.
Pruebas constantes e irrefragables de esta conjuración son las deposiciones de Generales, Comandantes, soldados y paisanos residentes en Angostura.
¿Que pretende el General Piar en favor de los hombres de color? ¿la igualdad? No: ellos la tienen y la disfrutan en la más grande latitud que pueden desear. El General Piar mismo es una prueba irrevocable de esta igualdad. Su mérito es bien inferior a las recompensas que ha obtenido. Los más de los oficiales de Venezuela han combatido por la República más que Piar, y sin embargo ellos son subalternos, mientras que él esta decorado del último grado de la milicia. Podríamos citar otros muchos generales, coroneles, comandantes y jefes de todas clases: pero no es justo mezclar los nombres de tan beneméritos ciudadanos con el de este monstruo.
El General Piar no desea la preponderancia de un color que él aborrece y que siempre ha despreciado como es constante por su conducta y documentos. El General Piar ha tenido como un timbre la genealogía de su padre, y ha llegado su impudencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble sino aun descendiente de un Príncipe de Portugal (entre sus papeles existe este documento).
La imparcialidad del Gobierno de Venezuela ha sido siempre tal, desde que se estableció la República, que ningún ciudadano ha llegado a quejarse por injusticia hecha a él por el accidente de su cutis. Por el contrario, ¿cuáles han sido los principios del Congreso? ¿cuáles las leyes que ha publicado? ¿cuál la conducta de todos los magistrados de Venezuela? Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los destinos de la Monarquía, lograban la eminente dignidad de Ministros del Rey, y aun de Grandes de España. Por el talento, los méritos o la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos, degradados hasta la condición más humillante, estaban privados de todo. El estado santo del Sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los españoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La revolución les ha concedido todos los privilegios, todos los fueros, todas las ventajas.
¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun los Jefes militares al servicio del Rey? ¿Qué principio han proclamado estos caudillos de la Revolución? Las actas del Gobierno de la República son monumentos eternos de justicia y liberalidad. ¿Qué ha reservado para sí la nobleza, el clero, la milicia? Nada, nada, nada! Todo lo han renunciado en favor de la humanidad, de la naturaleza y de la justicia, que clamaban por la restauración de los sagrados derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en las costumbres domésticas. La libertad hasta de los esclavos, que antes formaban una propiedad de los mismos ciudadanos. La independencia en el más lato sentido de esta palabra substituida a cuantas dependencias antes nos encadenaban.
El General Piar, con su insensata y abominable conspiración, sólo ha pretendido una guerra de hermanos en que crueles asesinos degollasen al inocente niño, a la débil mujer, al trémulo anciano, por la inevitable causa de haber nacido de un color más o menos claro.
Venezolanos: ¿no os horrorizáis del cuadro sanguinario que os ofrece el nefando proyecto de Piar? Calificar de un delito el accidente casual que no se puede borrar ni evitar. El rostro, según Piar, es un delito y lleva consigo el decreto de vida o de muerte. Así ninguno sería inocente, pues que todos tienen un color que no se puede arrancar para substraerse de la mutua persecución.
Si jamás la guerra fratricida como lo desea Piar llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz región no seria más que un vasto sepulcro donde irían a enterrarse en todas partes la virtud, la inocencia y el valor. El mundo horrorizado cargaría de execraciones a esta sanguinaria nación donde el furor sacrificaba a su saña todo lo que es sagrado aun para los mismos salvajes, la humildad y la naturaleza.
Pero no, venezolanos, vosotros no sufriréis que las últimas gotas de sangre que ha respetado el puñal de los asesinos de España, sean derramadas por vuestras propias manos. Vosotros sois incapaces de servir de instrumento a los furores de Piar. Vosotros lo conocéis, no ignoráis sus execrables designios, y vosotros, pues, lo perseguiréis, no sólo como un enemigo público, sino como un verdugo de su especie, sediento de su propia sangre.
El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así, pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor.

Cuartel General de Guayana, agosto 5 de 1817. 7º.

Simón Bolívar

viernes, 3 de febrero de 2012

LA OPERACIÓN DE GUERRA PSICOLÓGICA POS-ATENTADOS


por Norberto Ceresole

La sustitución de la realidad

En el Capítulo anterior intentamos señalar un hecho básico: que una vasta y compleja batalla se estaba librando en un remoto lugar del mundo llamado Argentina. Se trata de una guerra global defensiva de la humillación contra la arrogancia. Vimos como una vieja metodología es vuelta a ser usada para falsificar y sustituir la realidad. Ahora, en la Argentina, se trata de demostrar la existencia de un "Holocausto" que tiene que servir de cobertura para justificar lo injustificable. El "Holocausto argentino", en tanto construcción mítica, debería servir para "demostrar" que los atentados de Buenos Aires no fueron obra del terrorismo judío.
Propongo que los lectores no argentinos lean este libro y observen aquellos acontecimientos, los que ocurren en el lejano sur de la América del Sur, dentro de los grandes parámetros de la historia contemporánea del Mundo Occidental, y sus consecuencias en dos grandes regiones "contiguas": el Mundo Antiguo, por un lado, y la Periferia de Occidente, por otro. Argentina está ubicada en la "Periferia de Occidente". No en su periferia geográfica, como es el caso del Mundo Antiguo -Mediterráneo Oriental y Asia Central- sino en su periferia histórica. La historia argentina es un reflejo de la historia del mundo occidental.
En la Argentina no hay historia propiamente dicha, sino sucesión de acontecimientos, como los que se producen entre el 4 y el 9 de febrero de 1998; acontecimientos aparentemente desconectados que se suceden en puntos del planeta muy distantes entre sí. Sin embargo, alguien está re-diseñando y re-construyendo una vieja máquina que será utilizada nuevamente para sustituir la realidad, en este caso, la de un remoto país llamado Argentina. En Davos, Suiza, el asesor especial de William Clinton para América Latina, Thomas McLarty, se reunió con el presidente Menem para anunciarle que a partir de ese momento quedaba formalizada la llamada "alianza extra OTAN" de la Argentina con los EUA. Lo que significa que Argentina pasa a formar parte de un pequeño núcleo de países "privilegiados", junto con Israel, Jordania y
Egipto, entre otros, que son "casi" miembros de la OTAN.
En Beirut, Líbano, donde llegó Menem en "viaje de negocios", la máxima autoridad parlamentaria libanesa, Nabih Berri, le daba la bienvenida en estos términos: "Señor Presidente, evite quedar prisionero de las presiones psicológicas que ejerce Israel* La Resistencia Nacional Libanesa (Berri se refería especialmente a Hezbollah, acusado por Israel de la autoría de los dos superatentados de Buenos Aires) se ha formado como respuesta natural a la ocupación y a las agresiones israelíes, conforme a la legitimidad internacional y a la dignidad de los pueblos libres". Menem respondió ofreciendo su mediación "para impulsar la retirada de Israel del sur del Líbano" y, como de costumbre, mintió: garantizó la neutralidad argentina en caso de un ataque norteamericano a Irak. En Beirut todo el mundo ya sabía que la Argentina era el flamante socio "extra OTAN" de los EUA. Es decir, el aliado natural de Israel. ¿Cómo podría Menem cooperar con Beirut para facilitar la derrota estratégica de su aliado israelí? Nabih Berri se lo recordó con astucia: "Nosotros saludamos su aspiración a que su país desempeñe un papel internacional y contribuya a intentar resolver los conflictos en Oriente Medio. Pero ese papel debe ser conforme a las realidades relacionadas con estos conflictos".
En Washington, el mismo día y casi a la misma hora "* un grupo de exiliados iraníes disidentes le dijo la semana pasada a una subcomisión del Congreso de los Estados Unidos que cuenta con información que vincula al gobierno de Irán con el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido en Buenos Aires el 18 de julio de 1994". El origen de la información fue Arnold Beichman, investigador del Hoover Institute, organismo "académico" de orientación conservadora, en un artículo publicado el 4 de febrero de 1998 en la edición del diario "The Washington Times". Según Beichman, miembros del "Consejo Nacional de Resistencia" iraní se comunicaron por carta con el congresista Elton Gallegly, titular del subcomité del Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes estadounidense, quien a su vez remitió la información al Departamento de Estado para que la analizara. El "Consejo Nacional de Resistencia" iraní es un grupo de exiliados con base en Irak, "enemigos declarados y de larga data del régimen de Teherán". Hace pocos meses, ese grupo había sido catalogado por el Departamento de Estado como "grupo terrorista". Cuando Beichman fue consultado por "Clarín" sobre la confiabilidad del grupo terrorista iraní dijo: "Yo creo que es totalmente confiable porque está avalado por 245 legisladores del Congreso de los Estados Unidos" (Fuente: Clarín digital, 5 de febrero de 1998). Recuerde el lector que 245 es el número exacto de legisladores que conforman oficialmente el lobby proisraelí en el Congreso norteamericano.
En esos momentos llegaba a Washington el mismo Menem que en Beirut, pocas horas antes, había hablado de la neutralidad argentina en relación con Irak. El camaleón recuerda súbitamente su alianza "extra OTAN" y afirma con rotundidad: "Si hay conflicto con Irak, la Argentina estará al lado de las medidas que tomen los Estados Unidos o las Naciones Unidas". Para el corresponsal de "La Nación" en Washington: "Esta definición* es quizás la muestra más clara de la política de alineamiento incondicional con los Estados Unidos... Menem fijó su orden de prioridades: primero los EE.UU., después las NU* comprometió el respaldo de la Argentina aun en el caso de que Bill Clinton decida atacar a Irak sin la autorización del Consejo de Seguridad" (Fuente; La Nacion Line, 7 de febrero de 1998).
Pocas horas después, en Nueva York, Menem se reúne con la comunidad judía de esa ciudad: el centro de gravedad del lobby judío-norteamericano, o el "gobierno del mundo". Fue el momento de aclarar algunos malos entendidos sobre lo que hizo y dijo en Beirut. El embajador argentino en Washington, el judío Diego Guelar, fue el encargado de hacerlo: "El presidente recordó que sería absurdo (que en el Líbano se haya encontrado con terroristas de Hezbollah), cuando (Menem) tiene una posición crítica sobre los gobiernos que tratan con encapuchados" (Fuente: La Nación Line, 8 de febrero de 1998).
Exactamente al mismo tiempo que sucedían los acontecimientos que hemos relatado, en Beirut, Washington y Nueva York, en la lejana Buenos Aires la Corte Suprema de Justicia queda fracturada moralmente, literalmente descuartizada entre el gobierno cipayo y la oposición "judeo-democrática". Ahora, la Corte trata de que los judíos le perdonen el fatal Informe Técnico que hace más de un año la propia Corte le había encargado a la Academia Nacional de Ingeniería. Ya hemos visto que las conclusiones del Informe fueron lapidarias para la comunidad judía residente en la Argentina, para el Estado de Israel y para el lobby judío-norteamericano: la explosión en la Embajada de Israel en Buenos Aires (1992) había sido en realidad una implosión, ya que se había producido, sin ningún tipo de dudas, en el interior del edificio. A partir de ese momento, la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina se convirtió en algo así como la Corte Nazifascista de la Injusticia Universal. Ahora, la fortaleza del máximo organismo judicial argentino se resquebraja. Los ministros de la Corte están dispuestos a negociar con la comunidad judía. Se trata de un regateo obsceno, un negocio de supervivencia: "Los jueces de la Corte estarían estudiando redactar una resolución en la que se señalará la existencia de `indicios' sobre la participación del grupo fundamentalista proiraní Jihad islámica (sic.)* Para llegar a este punto hizo falta que, después de recibir presiones del gobierno, presionado a su vez por Israel y los Estados Unidos, la Corte decidiera a mediados del año pasado derivar la instrucción de la causa al secretario del tribunal* Desde fines de 1995, la investigación había estado a cargo de todos los miembros de la Corte* " (La Nacion Line, 9 de febrero de 1998).