martes, 31 de enero de 2012

Reglamento de tierras de 1815


por José Artigas

"...que los más infelices sean los más privilegiados..."
"Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental
para el Fomento de la Campaña y Seguridad
de sus Hacendados. Cuartel General, 10 de Setiembre de 1815.

1o. El señor alcalde provincial, además de sus facultades ordinarias, queda autorizado para distribuir terrenos y velar sobre la tranquilidad del vecindario, siendo el juez inmediato en todo el orden de la presente instrucción.
2o. En atención a la vasta extención de la campaña podra instituir tres sub-tenientes de provincia, señalandoles su jurisdicción respectiva y facultandolos segun este reglamento.
3o. Uno debera instituirse entre Uruguay y Río Negro, otro entre Río Negro y Yí; otro desde Santa Lucía a la costa de la mar, quedando el señor alcalde provincial con la jurisdicción inmediata desde el Yí hasta Santa Lucía.
4o. Si para el desempeño de tan importante comisión, hallare el señor alcalde provincial y sub-tenientes de provincia, necesitarse de más sujetos, podrá cada cual instituir en sus respectivas jurisdicciones jueces pedáneos, que ayuden a ejecutar las medidas adoptadas para el establecimiento del mejor orden.
5o. Estos comisionados darán cuenta a sus respectivos subtenientes de provincia; estos al señor alcalde provincial, de quien recibirán las ordenes precisas; este las recibirá del gobierno de Montevideo, y por este conducto serán transmisibles otras cualesquiera, que además de las indicadas en esta instrucción, se crean adaptables a las circunstancias.
6o. Por ahora el señor alcalde provincial y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno, en sus respectivas jurisdicciones, los terrenos disponibles; y los sujetos dignos de esta gracia con prevención que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia.
7o. Serán también agraciadas las viudas pobres si tuvieren hijos. Serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros, y estos a cualquier extranjero.
8o. Los solicitantes se apersonarán ante el señor alcalde provincial, o a los subalternos de los partidos, donde eligieron el terreno para su población. Estos darán su informe al señor alcalde provincial y este al gobierno de Montevideo de quien obtendrán legitimación de la donación, y la marca que deba distinguir las haciendas del interesado en lo sucesivo. Para ello, al tiempo de pedir la gracia se informará si el solicitante tiene o no marca, si la tiene será archivada en el libro de marcas, y de no, se le dará en la forma acostumbrada.
9o. El M.I.Cabildo Gobernador de Montevideo despachará estos rescriptos en la forma que estime más conveniente. Ellos y las marcas serán dados graciosamente, y se obligará al regidor encargado de propios de ciudad, lleve una razón exacta de estas donaciones de la provincia.
10o. Los agraciados serán puestos en posesión desde el momento en que se haga la denuncia por el señor alcalde provincial o por cualquiera de los subalternos de este.
11o.Después de la posesión serán obligados los agraciados por el señor alcalde provincial o demás subalternos a formar un rancho y dos corrales en el termino preciso de dos meses, los que cumplidos, si se advierte la misma negligencia, será aquel terreno donado a otro vecino más laborioso y benefico a la provincia.
12o. Los terrenos repartibles son todos aquellos de emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallan indultados por el jefe de la provincia para poseer sus antiguas propiedades.
13o. Serán igualmente repartibles todos aquellos terrenos que desde el año 1810 hasta el de 1815, en que entraron los orientales a la plaza de Montevideo, hayan sido vendidos o donados por ella.
14o. En esta clase de terrenos habrá la excepción siguiente: si fueran donados o vendidos a orientales o extraños; si a los primeros, se les donará una suerte de estancia conforme al presente reglamento; si a los segundos, todo es disponible en la forma dicha.
15o. Para repartir los terrenos de europeos o malos americanos se tendrá presente si estos son casados o solteros. De estos todo es disponible. De aquellos se atenderá al número de sus hijos, y con concepto a que no sean perjudicados, se les dará bastante para que puedan mantenerse en lo sucesivo, siendo el resto disponible, si tuvieran demasiado terreno.
16o. La demarcación de los terrenos agraciables será legua y media de frente, y dos de fondo, en la inteligencia que puede hacerse más o menos extensiva la demarcación, según la localidad del terreno en el cual siempre se proporcionarán aguadas, y si lo permite el lugar, linderos fijos; quedando al celo de los comisionados, economizar el terreno en lo posible, y evitar en lo sucesivo desavenencias entre vecinos.
17o. Se velará por el gobierno, el señor alcalde provincial, y demás subalternos para que los agraciados no posean más de una suerte de estancia. Podrán ser privilegiados sin embargo, los que no tengan más que una suerte de chacra; podrán también ser agraciados los americanos que quisieran mudar posesión, dejando la que tienen a beneficio de la provincia.
18o. Podrán reservarse unicamente para beneficio de la provincia el rincón de Pan de Azucar y el del Cerro para mantener las reyunadas de su servicio. El Rincón del Rosario, por su extención puede repartirse hacia el lado de afuera entre algunos agraciados, reservando en los fondos una extención bastante a mantener cinco o seis mil reyunos de los dichos.
19o. Los agraciados, ni podrán enajenar, ni vender estas suertes de estancia, ni contraer sobre ellas débito alguno, bajo la pena de nulidad hasta el arreglo formal de la provincia, en que ella deliberará lo conveniente.
20o. El M.I.Cabildo Gobernador, o quien el comisione, me pasará un stado del número de agraciados y sus posiciones para mi conocimiento.
21o. Cualquier terreno anteriormente agraciado entrará en el orden del presente reglamento, debiendo los interesados recabar por medio del señor alcalde provincial su legitimación en la manera arriba expuesta, del M.I.Cabildo de Montevideo.
22o. Para facilitar el adelantamiento de estos agraciados, quedan facultados el señor alcalde provincial y los tres subtenientes de provincia, quienes unicamente podrán dar licencia para que dichos agraciados se reunan y saquen animales, así vacunos como caballares, de las mismas estancias de los europeos y malos americanos que se hallen en sus respectivas jurisdicciones. En manera alguna se permitirá que ellos por si solos lo hagan: siempre se les señalara un juez pedáneo, u otro comisionado para que no se destrocen las haciendas en las correrías, y las que se tomen se distribuyan con igualdad entre los concurrentes, debiendo igualmente celar así el alcalde provincial, como los demás subalternos, que dichos ganados agraciados no sean aplicados a otro uso que el de amansarlos, caparlos y sujetarlos a rodeo.
23o. Tambien prohibirán todas las matanzas a los hacendados, si no acreditan ser ganados de su marca; de lo contrario serán decomisados todos los productos, y mandados a disposición del gobierno.
24o. En atención a la escasez de ganados que experimenta la provincia se prohibirá toda tropa de ganado para Portugal. Al mismo tiempo que se prohibirá a los mismos hacendados la matanza del hembraje, hasta el restablecimiento de la campaña.
25o. Para estos fines, como para desterrar los vagabundos, aprehender malhechores y desertores, se le dará al señor alcalde provincial, ocho hombres y un sargento, y a cada tenencia de provincia, cuatro soldados y un cabo. El cabildo deliberará si estos deberan ser vecinos, que deberán mudarse mensualmente, o de soldados pagos que hagan de esta suerte su fatiga.
26o. Los tenientes de provincias no entenderan en demandas. Esto es privativo del señor alcalde provincial, y de los jueces de los pueblos y partidos.
27o. Los destinados a esta comisión, no tendrán otro ejercicio que distribuir terrenos y propender a su fomento, velar sobre la aprehensión de los vagos, remitiendolos o a este Cuartel General, o al gobierno de Montevideo, para el servicio de las armas. En consecuencia, los hacendados darán papeletas a sus peones, y los que hallaren sin este requisito, y sin otro ejercicio que vagar, serán remitidos en la forma dicha.
28o. Serán igualmente remitidos a este Cuartel General los desertores con armas o sin ellas que sin licencia de sus jefes se encuentren en alguna de estas jurisdicciones.
29o. Serán igualmente remitidos por el subalterno al alcalde provincial cualquiera que cometiere algún homicidio, hurto o violencia con cualquier vecino de su jurisdicción. Al efecto lo remitirá asegurado ante el señor alcalde provincial y un oficio insinuandole del hecho. Con este oficio, que servirá de cabeza de proceso a la causa del delincuente, lo remitirá el señor alcalde provincial al gobierno de Montevideo, para que este tome los informes convenientes, y proceda al castigo según delito.
Todo lo cual se resolvió de común acuerdo con el señor alcalde provincial don Juan León y don León López, delegados con este fin; y para su cumplimiento lo firme en este Cuartel General a 10 de setiembre de 1815. José Artigas

martes, 24 de enero de 2012

SOCIALISMO DE ESTADO


por Rafael Uribe Uribe

(Conferencia dictada en el Teatro Municipal
de Bogota, en octubre de 1904).

Suele la prensa tomar la tarea docente más a lo serio de lo que fuera menester, para declararse depositaria única del saber político y económico y para estar llamando de continuo ante su Cátedra o su tribunal a abencerrajes y zegríes para calificar su ignorancia o su competencia y expedirles o negarles títulos de liberalismo o conservatismo y hasta de probidad o improbidad.
Cierto diario de la ciudad, en ejercicio mas que otro alguno de ese presuntuoso magisterio, viene fastidiándome hace algún tiempo con el mote de socialista de Estado, solo porque propuse que el Estado Contribuyera a remediar los males que él mismo ha producido, y que no se habrían presentado sin su arbitraria Intervención en las relaciones comerciales de los ciudadanos Porque el Estado reemplazó la moneda metálica, de estimación y curso libres, por el papel moneda, de estimación y Curso forzosos; porque lo ha emitido sin regla ni medida; porque repetidas veces ha quebrantado la fe pública con respecto a ese papel, o sea a la cantidad existente y a las promesas de cambio o valorización; y porque en virtud de ese atropello de la libertad económica suministró el instrumento del agio, trastornó las nociones del valor, desquició las bases de la propiedad y del trabajo, alteró la medida de los cambios y fundó los elementos del desastre, Sonsacando los capitales del empleo útil y reproductivo en las Industrias, para lanzarlos en el juego de bolsa y en la usura; de ahí deduje y deduzco todavía el deber en que esta quien tuvo la culpa de la perturbación para restablecer el orden económico o Intentarlo siquiera.
Pero ahora quiero Ir más lejos: en vez de rechazar, acepto la imputación de socialista de Estado y la reivindicaré en adelante como un título. No soy partidario del socialismo de abajo para arriba que niega la propiedad, ataca el capital, denigra la religión, procura subvertir el régimen legal y degenera, con lamentable frecuencia, en la propaganda por el hecho; pero declaro profesar el socialismo de arriba para abajo, por la amplitud de las funciones del Estado en la forma precisa que paso a expresar.
Todo hispanoamericano ha sido víctima de las teorías de publicistas europeos como Smith, Say, Bastiat, Stuart Mill, Spencer, Leroy y Beaulieu y demás predicadores del libre cambio absoluto y de las célebres máximas del laissez faire, laissez passer, un mínimum de gobierno y un máximum de libertad, mientras en el nuevo Continente hemos venido aplicando hace tres cuartos de siglo esas lucubraciones especialmente en lo económico; los países de esos escritores, Francia la primera, se han complacido en no escucharlos y en practicar todo lo contrario. De este modo, esas doctrinas han sido allá, casi en un todo, literatura para la exportación, que los americanos hemos pagado a doble costo el precio de los flamantes libros y la apertura de nuestros mercados a los productos europeos. A tal punto que si no fuera insospechable la buena fe de esos tratadistas, sería de pensar si no habrían obrado de acuerdo con sus gobiernos respectivos para tendernos una red, haciéndonos adoptar una línea de conducta que ellos se cuidaban bien de no seguir, conforme a la palabra del cura libertino: orad como os predico, no conforme al ejemplo que os doy. Lo cierto es que al paso que en Europa y Estados Unidos han adoptado prácticas sólidas, visibles y tangibles, que los tienen ricos, aquí nos hemos alimentado de idealismo etéreo, el manjar menos nutritivo que se conoce. Así estamos de pobres, flacos y desmirriados.
¿Qué nos han dicho los escritores europeos en materia de socialismo de Estado? Esto, en resumen: “El cáncer que mina a los países americanos que hablan español es el socialismo de Estado, que mata la iniciativa individual, fomenta la empleomanía, falsea su misión y corrompe la sociedad. No debiendo tener el gobierno más atribuciones que las de dar leyes, ejecutarlas y administrar justicia, se le adscriben, además, las de construir ferrocarriles y otras obras, dar educación, dirigir bancos, reglamentar la beneficencia y otras funciones exóticas. Un Estado empresario, banquero, maestro y limosnero no puede menos de olvidar sus deberes esenciales y cumplir mal las facultades ordinarias para que ha sido creado. Quien mucho abarca poco aprieta”.
Nadie negará que a los países hispanoamericanos los han aquejado desgracias inauditas y que algunos de ellos, como el nuestro, han estado al canto de la ruina y disolución total. Pero son muchas y muy complejas las causas que a tal situación los han traído, y si el mal entendido y peor practicado socialismo oficial ha podido ser una de ellas, mayor influencia han tenido la raza, la educación, el clima, y los hábitos y antecedentes históricos que desde la metrópoli española obraron en sus colonias.

viernes, 20 de enero de 2012

EL PROBLEMA DE LA TIERRA


por Jorge Eliécer Gaitán

Nos queda por analizar, y ahora vamos a hacerlo, el asunto social que en Colombia ofrece un grado de evidencia menos discutible. Se trata de la tierra, de la vida de nuestros labriegos, de la forma en que es explotado ese elemento de la producción, que es la tierra, y de los proventos que en el reparto corresponden a los trabajadores y a los propietarios.
Decir que nuestro problema social adquiere mayores caracteres desde el punto de vista agrario es afirmar, como lo demostraremos, que la condición de las clases trabajadoras es más deplorable y por ende más necesitada de remedios definitivos, que lo estuvieran las clases proletarias de los países por antonomasia llamados industriales. Allí donde predomina el sistema capitalista, por razones económicas evidentes y factores sico-sociológicos demostrados, la situación de las clases humildes es más lamentable y cruel que en parte alguna.
Si, pues, logramos esto, habremos conseguido evidenciar como cierto que, precisamente, el hecho de no ser Colombia un país esencialmente industrial, sino eminentemente agrícola, hace que el problema en vez dé anularse, como lo pretenden la mayoría de nuestros hombres, se presente con caracteres más desastrosos para las clases trabajadoras, dada en primer lugar la menor base de equidad en que se sustenta el pretendido derecho de las clases pudientes y la especial modalidad de explotación que el capital presenta en el desenvolvimiento agrícola.
Se ha visto que la injusticia social tiene un desenvolvimiento entre nosotros igual que lo presenta en países de una más avanzada industria. Pues bien; por cloróticas y vadeantes podrían darse tales razones, y, sin embargo, no se lograría con ello demostrar la inoportunidad del sistema socialista, pues siendo como es evidente que en Colombia la mayoría del proletariado se halla dedicada a la agricultura, tendríamos todavía por analizar esta especial modalidad de producción.
Para que en un país se hallen justificados y tengan los remedios que el socialismo propone en el anhelo de redimir a la gran mayoría de los hombres de una miseria indebida no es esencial, ni mucho menos, que el país donde tales ideas pretenden aplicarse sea industrial o gran capitalista; pues, volvemos a recordarlo, sólo se trata de inhibir un sistema que en su totalidad se considera absurdo.
Tanta pobreza y extorsión es la que sufre el obrero que consagra sus energías, sin hallar el debido equivalente de éstas, al manejo de una máquina, como lo es la del labriego que tasaja los surcos de la tierra.
Todo se reduce a cercioramos de si aquel labrador es un esclavo del capital, igual que el trabajador de la fábrica, O más bien, si el propietario emplea sistemas iguales a los sistemas empleados por el industrial, para el efecto de la producción.
Porque eso de afirmar que no existe el problema social por no ser éste un país industrial, y reconocer al mismo tiempo que es agrícola bajo el régimen de la propiedad privada, tendría la misma fuerza que negar la criminalidad de un determinado país, fundados en el hecho de que no se cometen asesinatos sino solamente estupros. Esto sería bárbaro. Lo que hay de cierto es que el delito toma diversas formas, sin por eso dejar de ser delito. Como lo que hay de exacto en la vida económica de los pueblos es que el régimen individualista adquiere diversas formas de aplicación, pero sin perder sus caracteres de sistema. Y por lo tanto, si el socialismo no va contra la aplicación A o la aplicación B, sino contra el sistema en sí, hallaremos que él tiene una necesaria aplicación en Colombia, aun cuando no poseyéramos una sola fábrica, ni grande, ni pequeña. Y una necesidad aún más premiosa que en los países grandemente industriales, porque la importancia de las luchas igualitarias crece en proporción directa de la miseria de las clases oprimidas.
Y no se diga que en Colombia existen inmedibles cantidades de tierra sin cultivar, dispuestas para quien desee pedirlas, pues ya estudiaremos cómo este argumento revela una caricatureada perspicacia que envidiaría la ingenuidad del famoso pastelero de Madrigal.

viernes, 13 de enero de 2012

La unidad de la Izquierda.


por Salvador Allende

04 12 1956

Nosotros creemos que ha llegado la hora de que los partidos auténticamente populares creen una conciencia cívica capaz de brindarle a Chile una salida política, una alternativa distinta, una solución nueva, y esta salida política la estamos labrando lealmente en el Frente de Acción Popular; la estamos trabajando, los partidos que lo integran, a sabiendas de que hemos cometido errores, como errores cometieron Sus Señorías, antes y después. Estamos en el Frente de Acción Popular -lo decimos fuerte y rotundamente- trabajando con el Partido Comunista de Chile. Y yo, señores Senadores, que soy hombre leal a mis ideas, que soy leal a mis compromisos, rectifico al Honorable señor Moore: yo no vi jamás, durante la época en que fui Ministro de don Pedro Aguirre Cerda, lo que Su Señoría ha calificado como una actitud de subversión del Partido Comunista.
En esa época, el Partido Comunista estaba en la ley; no tenía Ministros ni funcionarios; recorría las calles y plazas de Chile dentro de nuestros marcos legales; era un partido fuerte, desde el punto de vista numérico. No lo vi nunca atentar ni conspirar en contra del Presidente que él había contribuido a elegir. Y yo -perdóneseme el "yo"-, fui Ministro durante tres años, e invoco el testimonio de los Senadores radicales. Fui también testigo de la resistencia que tuvo el segundo Presidente radical, señor Juan Antonio Ríos, que fue elegido por la Alianza
Democrática, apoyado por un sector del Partido Liberal, el que tuvo más responsabilidad y comprendió que no podía apoyar con los conservadores, el otro sector mayoritario, al señor Carlos Ibáñez, en esa época líder de la Derecha. Pues bien, el señor Juan Antonio Ríos no pidió ni aceptó la colaboración del Partido Comunista, pero lo respetó, porque dentro del marco constitucional y legal tenía derecho a su vida propia.
No concibo que algún señor Senador pueda sostener con razones valederas y exactas, que haya habido alguna tentativa del Partido Comunista destinada a subvertir el orden público durante ese Gobierno e, inclusive, durante el Gobierno del señor González Videla. Digo esto, porque los comunistas no son políticos improvisados. Tienen un método para medir los fenómenos sociales. Saben lo que es la ubicación geográfica y económica. Se dan cuenta de qué somos nosotros, dónde estamos situados, y comprenden, sin que se los diga nadie, que habría de ser torpe, ingenuo y poco realista para pretender en Chile en esta época y en esta hora, que hubiera un gobierno comunista.
¿Creen los señores Senadores -y perdónenme, pues tengo el mayor respeto por la personalidad de Elías Lafertte- que podía durar en Chile un Gobierno formado por los señores Lafferte, Galo González, y Carlos Contreras, frente a la realidad que es este país, frente a lo que lo circunda y a la tremenda influencia de Estados Unidos, que, ojalá, no se hiciera sentir como en Guatemala, porque bastaría sólo con la presión económica para que cualquier Gobierno se derrumbara? Si mañana Chile, con legítimo derecho eligiera un gobernante comunista, tengo la certeza absoluta de que la presión internacional sería de tal magnitud que la voluntad soberana del país se vería doblegada. Los comunistas lo saben; son lo suficientemente fríos, en el sentido justo de la apreciación política, para comprender que existe esta limitación, esta realidad. Saben que hay una realidad social, económica, geográfica, en un país pequeño como el nuestro, sometido a la tremenda y violenta fuerza de la presión internacional, que se ejerce en lo económico y en lo político.
Estamos con los comunistas, pero ¿hemos hipotecado nuestra independencia?
¿Estamos nosotros obligados a suscribir lo que hace el Partido Comunista de la Unión Soviética? ¿Estamos obligados a rendir tributo y homenaje a las opiniones del señor Khruschev? No, señores Senadores.
En estos bancos -y también en los del Partido Socialista Popular- muchas veces y antes que ustedes -y quizás con más derecho, porque la lucha ha sido mucho más fuerte en las bases-hemos discrepado con el Partido Comunista. He discrepado con ellos siendo Senador, aquí mismo, en estos asientos, cuando pertenecía al Senado el venerable anciano, Presidente del Partido Comunista de Chile, cuya pobreza custodia su honradez, Elías Laffertte. Y digo esto, porque nada me impide reconocer su calidad moral e intelectual, como su limpia trayectoria al servicio de sus ideales y, al mismo tiempo, criticar algunos aspectos de la orientación política de su partido.
Porque he creído sinceramente que los comunistas chilenos acatan los compromisos contraídos con nosotros -y lo he probado a lo largo de algunos años que tengo de contacto con ellos-, sigo lealmente trabajando sobre la base de esos compromisos neta y claramente establecidos. Jamás nosotros aceptaríamos la presencia del Partido Comunista si ello significara, de parte nuestra, hipotecar nuestro derecho a criticar, a analizar, a desmenuzar la política internacional de la Unión Soviética. Si los comunistas chilenos están de acuerdo con algunos puntos de esa política, o no lo están, es problema de ellos; pero nunca ese problema se ha proyectado en nuestras relaciones y jamás han puesto como condición para mantener ese entendimiento el que nosotros opinemos de esta y otra manera en el aspecto internacional o nacional.
Y pruebas al canto: pocos discursos más duros; cuyo contenido integral no comparto, pero cuya posición es de lealtad a sus propias convicciones, que el pronunciado en este recinto por el Honorable Senador señor Ampuero, como complemento del que hice para fijar nuestro pensamiento frente a los acontecimientos en Hungría y en Suez. Sin embargo, estamos en el FRAP, porque ni los socialistas populares, ni los democráticos, ni el Partido del Trabajo, ni los comunistas, ni nosotros, hemos hipotecado nuestra independencia, ni hemos claudicado de nuestros principios, ni hemos hecho tabla rasa de nuestras convicciones.
Honorables Senadores liberales, mi partido está con el Partido Comunista, porque siempre sostendrá que las ideas, los principios y las doctrinas no se arrancan del corazón de los hombres y de las multitudes, ni con leyes represivas, ni con la cárcel, ni con el destierro, ni con la persecución. Reclamamos para los comunistas el mismo derecho a la vida cívica que para ustedes y para nosotros. Si dentro de este respeto ellos son capaces, por su ejecutoria, por su esfuerzo y su trabajo, de ser más grandes que nosotros, la responsabilidad es nuestra. Hay muchos países de Europa en donde el comunismo tiene vida legal y, sin embargo, los socialistas son mayoría, y los partidos de ideas liberales también tienen una representación considerable. En igual forma, nosotros queremos que en nuestro país haya respeto para todas las convicciones.

viernes, 6 de enero de 2012

Posición ante la revolución de junio

por Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina

4/6/1943

En presencia de los acontecimientos a que asiste el país, FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) considera imperiosos puntualizar ante el pueblo y ante las nuevas autoridades que rigen los destinos nacionales, la naturaleza de su posición, traducida en las siguientes demandas:

1°) El derrocamiento del "régimen" constituye la primera etapa de toda política de reconstrucción de la nacionalidad y de expresión auténtica de la soberanía.

2°) La implantación de un sistema moral que rija el desenvolvimiento institucional del país y fije la conducta de sus hombres y dirigentes, es principio esencial en que debe asentarse toda posibilidad de creación nacional basada en el genio propio de nuestro pueblo y sus anhelos de emancipación económica y de justicia social.

3°) La imposición progresiva y armónica de un programa de emancipación económica, política y cultural de un país, es demanda sustancial del pueblo para la afirmación de su personalidad histórica y para la emancipación igualitaria de la Nación Argentina en el libre juego de las relaciones internacionales.

En virtud de tales demandas, FORJA declara que contempla con serenidad no exenta de esperanza la constitución de las nuevas autoridades nacionales, en cuanto las mismas surgen de un movimiento que derroca al "régimen" y han adquirido compromiso de reparar la disolución moral en que se debatía nuestra política y de crear un sistema basado en normas éticas y en claros principios de responsabilidad y soberanía.

FORJA considera esenciales a la reparación cardinal del país el cumplimiento del doble compromiso así traducido y ratifica su demanda total de emancipación nacional y de soberanía popular a cuyos dictados espera, no serán indiferentes las personas que constituyen el gobierno revolucionario.

martes, 3 de enero de 2012

LAS CLASES MEDÍAS, LA NUEVA BURGUESÍA Y LA APARICIÓN DEL "MEDIO PELO"


por Arturo Jauretche

EL PAPEL DE LAS CLASES MEDIAS EN LA REVOLUCIÓN NACIONAL

Las clases intermedias fueron las precursoras del mo¬vimiento político-social que correspondió a la tentativa del país para marchar por la industrialización hacia la inte¬gración de su economía. En "Los profetas del odio" seña¬lo que esas clases intermedias fueron las que primero tu¬vieron conciencia del hecho nacional; las que nutrieron en los años preparatorios del año 1945, desde el nacionalismo, desde F.O.R.J.A. y desde los sectores más capaces y tradi¬cionales de la intransigencia radical la siembra de la con¬ciencia emancipadora. En las instituciones armadas, en el clero, entre los profesionales, los estudiantes, los pequeños comerciantes e industriales, se formaron los primeros cua¬dros de la lucha. Mucho después llegó el proletariado a la misma para nutrirla con el elemento básico que le faltaba. Recuerdo que en 1941, celebrando el 6° aniversario de F.O.R.J.A. dije a mis camaradas: Día por día hemos visto cre¬cer el público alrededor de nuestras tribunas callejeras; sin prensa, porque nos está cerrada la información que no se le niega al más insignificante comité de barrio; sin radiotelefonía, porque a ningún precio se nos ha permitido el acceso a ella. El idioma que hablamos, que era sólo el de una pequeña minoría y hasta parecía exótico, hoy es el lenguaje del hombre de la calle. Puedo decirles en este ani¬versario, que estamos celebrando el triunfo de nuestras ideas. Pero estamos constatando al mismo tiempo nuestro fracaso como fuerza política: no hemos llegado a lo social, la gente nos comprende y nos apoya, pero no nos sigue. Hemos sembrado para quienes sepan inspirar la fe y la confianza que nosotros no logramos. No importa con tal que la labor se cumpla”.
Pero a pesar de haber correspondido a las clases intermedias la primera toma de conciencia de los proble¬mas nacionales y ser las beneficiarias más directas, es¬pecialmente la burguesía naciente, del cambio de condi¬ciones, no hubo una correlación en la marcha con la toma de conciencia de su papel histórico en la oportunidad que el destino les brindaba.
Cierto es que el peronismo cometió indiscutibles torpezas en sus relaciones con ellas. Por un lado lesionó, más allá de lo que era ine¬vitable conceptos éticos y estéticos incorporados a las modalidades adquiridas por las clases medias en su lenta decantación. Por otro las agobió con una propaganda masiva que si podía ser eficaz respecto de los trabajadores, era negativa respecto de ellas porque no supo destacar en qué medida eran beneficiarias del proceso que se estaba cumpliendo, como compensación de las lesiones que suponía. No supo tampoco comprender el individualismo de esas clases constituidas por sujetos celosos de su ego, proponiéndoles una estructura política burocrática, organizada verticalmente de arriba a abajo y en la que la personalidad de los militantes no contaba; así se convirtió la doctri¬na nacional cuya amplitud permitía la colaboración, o por lo menos el asentimiento desde el margen del hecho político en una doctrina de partido que exigía la sumisión ortodoxa y la disciplina de la obediencia más allá del pensamiento, a la consigna y hasta el slogan.
Esto mucho antes que esos errores culminaran con la pérdida de la cohesión en las Fuerzas Armadas que a través de episodios adjetivos se distanciaban de los objetivos nacionales que las habían hecho factores básicos del proceso, y se permeabilizaban a la penetración de las propagandas adversarias y extranjeras. Todo esto culminó en el inexplicable conflicto con la Iglesia que terminó por aislar al movimiento de los trabajadores, de los importantes sectores de clase media y burguesía que lo habían acompañado.
Es necesario hablar de errores de conducción. Otra cosa, sería si el propósito deliberado hubiera sido establecer una estructura fundada en un gobierno clasista. Pero eso no estaba ni estuvo aun después de la caída, en el ánimo de la conducción que tenía clara conciencia de las necesidades policlasistas del movimiento nacional que expresaba, y ni siquiera estaba en los mismos sectores del trabajo que lo acompañaron. El movimiento era, y no pretendió nunca ser otra cosa, un frente nacional para la formación de una Argentina moderna retomando el camino de la Patria Grande y abierto a la coincidencia de todos los grupos sociales no ligados a la situación de dependencia de la Patria Chica y sus intereses.
También existía la perturbación ideológica que desde el principio del movimiento, y conforme a la tradición de la “intelligentzia” colonialista había desorientado a gran parte de la clase media con la transferencia de la temática y los esquemas agitados por los partidos políticos y la gran prensa, destinados a confundir nuestros propios problemas con los de los bandos imperiales en lucha durante la guerra; ella gravitó sobre todo en los medios estudiantiles donde se produjo la paradoja de que un cacareado anti-imperialismo teórico se convirtió en el momento crítico en un instrumento exclusivamente dedicado a obstaculizar el desarrollo del movimiento nacional, sirviendo las políticas contra las que siempre adoctrinó.
Pero todo esto puede explicar una toma de posición accidental más dirigida contra los modos de ejecución de una política que contra la política en sí, ya que los intereses sociales y económicos de la clase como tal, coincidían con los del proceso que se estaba realizando salvo en el caso del sector relativamente reducido de la gente de entradas fijas: pequeños rentistas, jubilados, etc., que recibían el impacto del cambio de situación sin las amplias compensaciones que permitían al resto de las clases intermedias la multiplicación de sus actividades, el aumento de sus recursos y la ampliación de sus consumos hasta niveles inconcebibles pocos años antes.