miércoles, 28 de noviembre de 2012

El Socialismo Chileno


por Salvador Allende

Soy socialista; y debo declarar, como ya lo hizo el Honorable señor Rettig, que jamás nosotros, ni siquiera en los momentos más apasionados de nuestros debates, hemos desconocido que, en el proceso y en la evolución social de Chile, intervinieron diversas fuerzas y partidos de los cuales nos separa una gran distancia en la concepción de los hechos económicos y sociales, pero que reconocemos que trabajaron por engrandecer la patria. Negar que los llamados "viejos partidos", en su época y hora, contribuyeron al progreso de Chile, es absurdo. Y pedir a los hombres de esa época y de esa hora que tuvieran una mentalidad como la nuestra sería también absurdo.
Todos sabemos que, cuando se generaliza, se cae en tremendos errores. Hubo hombres del Partido Liberal que, indiscutiblemente, lucharon con un gran sentido de progreso que nosotros apreciamos. Y dentro de esos grupos políticos ha habido ciudadanos a quienes el ancho y generoso corazón del pueblo recuerda y recordará. Uno de ellos es el Presidente Balmaceda. Sin embargo, pocos hombres, a lo largo de nuestra historia pública, han sido más vilipendiados, combatidos y más deshonestamente atacados que Balmaceda. ¿Y por quiénes? ¿Y por gente de Izquierda? No, señor Presidente. ¡Por personeros de la Derecha! ¡Por los que defendían sus privilegios; por quienes, con un sentido pequeño de nuestro destino económico, estaban entregados al imperialismo inglés y defendían las granjerías del salitre; es decir, por los capataces de ese imperialismo! Y nada los detuvo, absolutamente nada; ni el ataque artero ni la calumnia soez, que alcanzaba a lo íntimo de una vida digna en su propio origen.
Por eso nosotros hemos reivindicado a Balmaceda, por su estatura de gobernante que con visión de futuro, miró por sobre las fronteras de la patria, más allá de lo transitorio y lo pequeño, para calar hondo en nuestras perspectivas. Entendió que éramos capaces de ser los artífices de nuestro futuro, en función precisamente de defender para Chile las fuentes básicas de nuestras riquezas naturales.
Muchas veces hemos discrepado de otro hombre que comprendió que las mareas de la historia, que la pujanza de las masas, que el dolor del pueblo debe encontrar su cauce. Todos, quizás sentimentalmente, en un momento de la vida fuimos partidarios de Alessandri. Después muchos de nosotros combatimos al gobernante, sin dejar de reconocer lo que Alessandri aportó al proceso social chileno y lo que significa en la historia nacional.
Pocos estadistas han sido más vilipendiados que Alessandri por un sector de los partidos de Derecha.
¡Y para qué recordar el lenguaje claro, a veces un tanto recargado, con que el Presidente Alessandri se refería a la "canalla dorada". A lo mejor, todavía transita por aquí alguien que pudiera sentirse aludido por la gráfica y elocuente definición del Presidente Alessandri.
Es decir, las mayores figuras del liberalismo, los que mejor interpretaron el ansia y la angustia populares, fueron implacablemente combatidos por los grupos más influyentes de la Derecha. Se usaron contra ellos todos los medios, hasta la conspiración.
Si yo recuerdo éstas cosas, es porque no pueden los señores Senadores -y es, impropio de la alta cultura del honorable señor Moore- hacer este tipo de generalizaciones.
Sus Señorías, en ciertas oportunidades y épocas, han tenido hombres y actitudes que indiscutiblemente contribuyeron al progreso nacional, y nosotros se lo hemos reconocido. Reconozcan también que nosotros, nacidos en nuestro tiempo e inspirados en conceptos filosóficos y sociales diferentes, algo y bastante hemos hecho en las luchas sociales. Reconozcamos, desde luego, la firmeza de nuestras convicciones y la serenidad de nuestra actuación, porque, siendo contrarios al contenido de la democracia burguesa, que es sólo formal y política, nunca -lo afirmamos- hemos tomado el camino turbio de la subversión o del golpear precipitadamente la puerta de los cuarteles, hecho que tampoco es ajeno a alguno de los hombres de la Derecha, y recuerden, sino, el complot de Melipilla, cuando legítimamente ganó la Presidencia de Chile Pedro Aguirre Cerda, para el logro de nuestros propósitos.
Nosotros, señores Senadores liberales, con legítima satisfacción tenemos también el derecho a proclamarnos profundamente patriotas; pero tenemos un sentido distinto de sus señorías acerca de lo que es patria, y no aceptamos, en absoluto, que senador o político alguno se sienta albacea o depositario exclusivo del patriotismo.
Dentro del ángulo y la firmeza de nuestras ideas, nosotros conceptuamos antipatriotas y calificamos con dureza a quienes actúan entregando el cobre, el salitre, el petróleo o el uranio, en la creencia de que nuestra condición de pueblo en desarrollo nos obliga a someternos más y más a la prepotencia del imperialismo financiero, el cual, por lo demás, siempre trae aparejado el sometimiento político. Nunca, jamás hemos dejado de decir que no aceptamos ningún tipo de imperialismo y que no somos colonos mentales de ninguna tendencia foránea. Y si hay algo respetable, es nuestra firmeza para defender lo que nosotros entendemos por libertad y autodeterminación y soberanía de los pueblos; porque, desde estos bancos -no ahora, sino siempre-, hemos protestado por las ignominiosas dictaduras del Caribe y las diversas satrapías que desgobiernan a los pueblos de la América Latina; porque desde aquí hemos reclamado de ustedes, viajeros también, que digan su palabra de verdad frente a España, mancillada por la sangrienta dictadura de Franco, pues muchos de ustedes han ido a ese país, como yo estuve en Moscú, de lo cual no me arrepiento. Con la diferencia de que, a mi regreso, no vine al Senado a decir que el régimen soviético era un paraíso; sostuve que no era un paraíso ni un infierno; que era un régimen social distinto; que para nosotros éste era diferente y difícil de comprender; que toda transformación social implicaba errores que se van desfigurando o desdibujando a medida que el tiempo pasa, y que la historia comprueba hechos que se deben preferir, porque si juzgáramos la Revolución Francesa tan sólo por lo que significó la guillotina, ninguno de nosotros estaría sentado aquí. Por eso damos a los hechos sociales el valor real que ellos tienen y los perfiles que proyectan en sus verdaderas dimensiones. Negar lo que significó la Revolución Francesa y la transformación del Estado feudal y el avance de la burguesía, es absurdo. Negar lo que ha significado la Revolución de Octubre en muchos aspectos, también es absurdo, como lo sería magnificar todo lo hecho en esa revolución o creer que todo lo que hicieron sus dirigentes fue acertado.
Pero nosotros, con un sentido, no diré de ecuanimidad, sino de interpretación justa de la evolución social, hemos actuado en Chile sin someternos jamás a la orientación foránea y sin ser servidores obsecuentes de ningún régimen. Cuando muchos Senadores de la Derecha -no todos, por suerte- miraban con complacencia el "nazifascismo", fueron los jóvenes de la juventud socialista los que dieron su sangre generosa en las calles de todo Chile para lograr que el régimen democrático, que no nos satisface plenamente, se mantuviera. Y no hay ningún partido, ni el Conservador, ni el Radical, ni el Liberal, que tenga más víctimas que el Partido Socialista, que nosotros, que los socialistas de todos los sectores, en la lucha contra el fascismo.
Los hombres de estos bancos hemos sido quienes hemos estado contra todas las formas de dictadura de América y del mundo, y quienes también hemos estado diciendo cómo entendemos que hay que acentuar las condiciones de nuestra acción, sobre todo en países como el nuestro, de economía dependiente, de escaso desarrollo industrial y con un sentimiento de analfabetismo e incultura tan alto. Por ello, siendo socialistas, nunca hemos dicho que en esta hora de Chile, por ejemplo, se pueda estructurar un Gobierno socialista. Creemos con profunda sinceridad que el destino de la humanidad está marcado por la ruta del socialismo. Y lo creemos no sólo porque él representa, en el progreso técnico y económico, un concepto distinto de la convivencia y porque tiende a poner al servicio de todos los que es patrimonio común -cultura, técnica, saber y ciencia-, sino también por el respeto a la personalidad humana y por el sentido humanístico que en el fondo tiene el socialismo. Porque una cosa es hablar del respeto a la personalidad humana, a las ideas, y a los principios, y otra cosa es dictar leyes que no los respetan y que persiguen a los que no piensan como uno.
Cuando nació el Frente Popular, fuimos nosotros también los que, indudablemente, influimos en su estructura. El Frente Popular no es patrimonio del radicalismo: es un esfuerzo conjunto en donde los partidos populares pusieron la tremenda generosidad de que sólo ellos son capaces, para levantar, no a un hombre de nuestras filas, sino del Partido Radical. ¡Y qué orgullosos nos sentimos de haber contribuido al triunfo de Pedro Aguirre Cerda!
A medida que pasan los años -y en esto reclamamos justicia de parte de los señores Senadores radicales- la obra de ese mandatario elegido por el pueblo, que es la obra del Frente Popular, adquiere perfiles que deben ser respetados, porque ella fue construida con la emoción, con el calor y con el sentido humano de todo un pueblo. Como muy bien ha dicho el honorable señor Rettig, por sobre el progreso material y el poderoso desarrollo que se dio al proceso industrial chileno, hay algo que para ustedes debería tener más valor, y que para nosotros mucho lo tiene: es el sentido de dignidad que se entregó al hombre anónimo y a la mujer sencilla de esta tierra Se le dio el derecho a sentirse, no un paria en nuestra patria, sino un chileno y una chilena más, y se le abrieron muchas posibilidades. Eso es, a mi juicio, algo inapreciable que, creo, ni el más obcecado de los Senadores de la Derecha podrá negar al Frente Popular. También el sentido de serena responsabilidad política con que actuamos, nos hizo comprender que no podíamos precipitarnos, que la premura no nos podía llevar muy lejos y qué era cierto aquello que alguien dijo hace muchos siglos: "apresúrate lentamente". Y lentamente se fueron colocando los pilares que han permitido al pueblo, en amplitud, mirar hoy el proceso social de ayer como signo de esperanza para el mañana. Y ya el pueblo sabe lo que vale la lealtad a las ideas, a los principios, a las doctrinas; ya el pueblo distingue entre los gobernantes que cumplieron y los que no cumplieron.

lunes, 19 de noviembre de 2012

LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DEL “SER NACIONAL”


por J.J. Hernández Arregui

“Los infinitos héroes desconocidos,
valen tanto como los más grandes héroes 
de la Historia.”

W. WITHMAN



Se ha establecido anteriormente, que la opinión sobre España, sobre todo en la Argentina, es un falseamiento que viene del siglo xix, con el encaramamiento de la oligarquía terrateniente y la hegemonía británica. Esta historiografía ha tachado el período hispánico. En contraste, se ha incrementado otra versión sobre España no menos abultada. Para esta tesis, denominada misional y de origen católico, la conquista fue una misión religiosa, fruto de la magnificencia del alma española ajena al capitalismo y su ética. Ambas tesis deben reajustarse a la verdad histórica.
La época hispánica, no encaja por entero, dentro del despectivo rótulo de “colonial” como la ha denominado la oligarquía liberal, ya que, para la corona, estas tierras eran provincias del reino, y así se las definía. La tesis misional, por su parte, se refuta a sí misma por la situación de las masas indígenas que integraron la clase verdaderamente explotada. Pero la historia no es un idilio, sino una galería cuyas luces y sombras agrandan o desdibujan los objetos, según el prisma ideológico que los refracta. Junto a la acometida sobre la raza de bronce subyugada, España trajo a estas tierras una de sus virtudes más grandes, el espíritu de independencia y las instituciones que lo resguardaron. Un antecedente de esta actitud altiva y libre, que América Hispánica recibió como legado, se encuentra ya en Lope de Aguirre, al tratar de igual a igual, en 1561, a Felipe II: “Te aviso, rey español, que tus reinos de la India tienen necesidad de justicia y equidad para tantos y tan buenos vasallos como en ellos moran. En cuanto a mí y a mis compañeros, no pudiendo sufrir más las crueldades de tus oidores y gobernantes, nos hemos salido de hecho de tu obediencia y nos hemos desnaturalizado de nuestra tierra que es España, para hacerte aquí la más cruel guerra que nuestras fuerzas nos consientan”.
……………… . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .... .. . . . . . . . . ....
“En estas tierras damos a tus pendores menos fe que a los libros de Martín Lutero.”
La metódica campaña de desprestigio cumplida por Inglaterra y Francia durante los siglos xviii y XIX ha entintado la obra de España en América. España, con la conquista, realizó la más colosal empresa capitalista del Renacimiento, sin estar en condiciones de llevarla a término. Esta contradicción habría de estallar tres siglos después, con la disolución del Imperio Español en América: “Los varios modos de acumulación primitiva que hacen germinar la era capitalista, se distribuyen primeramente, y por orden más o menos cronológico, entre Portugal, España, Francia e Inglaterra, hasta que esta última los combina a todos en el último tercio del siglo xvii, en un conjunto sistemático que abarcó, a la vez, el régimen colonial, el crédito público, la hacienda moderna y el sistema proteccionista” [...] “La historia de esta expropiación no constituye materia servible para conjeturas; está escrita en la historia de la humanidad con indelebles caracteres de sangre y fuego.” (Marx) Pero tres siglos no pueden suprimirse de la historia de América. Durante ese dilatado lapso, el Imperio Español se mantuvo geográfica y políticamente intacto. Y esto rebate el dictamen sobre una inestabilidad crónica del sistema, que recién hace crisis en el siglo XIX, por causas ajenas a supuestas cualidades congénitas de la raza española. Tal estabilidad, entre otras causas, fue posible gracias al centralismo monárquico —idea a la que muchos americanos retornarían durante el siglo xix—, y que organizó el sistema administrativo, cuyos litigios jurisdiccionales, en última instancia, resolvía la corona. El centralismo aseguró la unidad política de América, y también la aparición de una capa social directora, aristocrática y eclesiástica, que determinó en parte el choque posterior entre el desarrollo económico independiente de las colonias con el aparato que lo obstaculizaba, originándose así, con el correr del tiempo, la contradicción entre la burocracia comercial de funcionarios españoles monopolistas y aquellos grupos criollos —integrantes ambas capas de la burguesía colonial—, que centraban su progreso de clase ascendente en el desarrollo interno de las propias colonias. Pero durante trescientos años esos antagonismos fueron de nivel, y mostraron la misma base material, al unirse tales grupos, como una sola clase económica dominante, frente a los movimientos sociales de abajo, particularmente de los indios.
El centralismo monárquico tuvo en América sus propios rasgos. A él se asociaron las instituciones democráticas que los conquistadores habían traído de España y Carlos V abrogado en la península. Trasplantadas aquí, esas instituciones desplegaron vida vigorosa. Pese al absolutismo de Carlos V, en España los fueros reales estuvieron siempre restringidos por instituciones como las Cortes, representativas de las libertades medievales y particularismos regionales, que el absolutismo nunca logró apagar del todo. Las Cortes personificaban, además, los intereses comerciales de las ciudades y eran los órganos defensivos de la burguesía española, que no logró afianzarse sólidamente como clase social, dada la estructura geográfica y económica de España, junto a otros factores históricos, como la expulsión de los moros, cuyo hueco esa burguesía naciente no pudo llenar jamás. La revolución de los comuneros es el rebote de esta lucha entre las libertades individuales españolas y el poder de Carlos V, en los inicios del desarrollo de la economía crematística y de la formación de los estados nacionales europeos, frutos de este tránsito de la economía feudal a la del capitalismo moderno, del cual, la colonización de América fue su realización más acabada.
La tesis misional, a su turno, jamás podrá refutar este hecho: la conquista no fue una cruzada religiosa, sino una caudalosa empresa capitalista que coincidió con el período cumbre de la España del siglo xvi. Que tal empresa haya sido presentada más tarde como móvil religioso no puede sorprender, pues a los fines del presente, la religión es también militancia. Lo que puede aseverarse es que la religión católica fue un componente de la cultura en América. Pero la frase de Ramiro de Maeztu: “Toda España es misionera en el siglo xvi”, debe conmutarse por ésta: España inaugura la era del capitalismo europeo ascendente durante el siglo XVI y lo presenta como misión espiritual. De codo con la sordidez de la empresa está también la aventura humana que la convierte en un hecho enceguecedor de la historia universal. Ambas cosas fue la conquista. España católica del siglo xvi disfrazó, como siempre acontece en las guerras de dominio, la naciente ética del capitalismo de misión civilizadora. Ningún ejemplo mejor que la famosa tesis teologal de Francisco Vitoria, de acuerdo a la cual el derecho de los indios a la propiedad era legítimo, pero al mismo tiempo postulaba la razón de los españoles a someterlos por las armas si los indígenas no se allanaban a la voluntad de los invasores. Esta duplicidad, la defensa religiosa del indio y su despojo económico, tipifica la vida colonial con la explotación en masa de los vencidos bajo la cruz del misionero, que fue la funda sagrada del arcabuz a pólvora santificado por el bautismo. Tal realidad estaba en la naturaleza de la conquista como obra capitalista. Fray Gil de San Nicolás, uno de los mejores defensores del indio, sostenía en 1557 que el evangelio debía ser inculcado a sangre y fuego como norma religiosa y militar del descubrimiento. Este espíritu dúplice de la colonización en América subsiste en la Recopilación de las Leyes de Indias, elevado cuerpo de legislación social, cuyo inconveniente con relación a los indios fue que no se cumplió nunca. Esta verdad cruda se la enrostró al padre de Valdivia, misionero en Chile, un jefe araucano: “Padre, obrad y no parléis; cumplid con lo que decís, que lo veamos, pues después de tantos años como servimos no es tiempo de creer lo que se oye sino lo que se ve.”
Es tan baldía la “leyenda negra” como la apologética. El sentido de la Inquisición en España se prolongó a América, y de allí surgió el doble carácter militar y religioso de la conquista, proyección, a su vez, del ímpetu nacional de España. La religión y el soldado es el anagrama del capitalismo flotando sobre las ruinas, aún temporáneas y actuantes del feudalismo. Y esta tarea se corporizó en la voluntad política de la nación más poderosa de la época. En contraposición, es también ilícita la tesis calumniosa por exagerada, sobre el trato a los indios y los negros. La esclavitud en América fue benigna —lo mismo que el estado servil de los indios— en comparación con la barbarie rubia de los colonizadores holandeses e ingleses. Y una vez más, las críticas que aún duran forman parte de las intrigas de la época en que nacieron.

viernes, 16 de noviembre de 2012

LA COMPOSICIÓN SOCIAL DEL “MEDIO PELO”. PERMEABILIDAD Y FILTRO


por Arturo Jauretche

La estatua de Garibaldi en Plaza Italia, que desde el principio del siglo ha presenciado sucesivamente la so­ciabilidad dominical de las parejas inmigratorias, y las de cabecitas negras, preside también el ingreso a la alta sociedad porteña, pues ya se ha dicho que se entra a ésta por las puertas de la Sociedad Rural y llevando el toro del cabestro; ella ha visto llegar los aspirantes a las exposi­ciones, primero como espectadores, después como compra­dores y ¡al fin! después de largos años, como expositores. Después como miembros de la directiva, ya prestigiados en las crónicas sociales.
Esto es lo que Imaz refiere, en otros términos, cuando habla de los descendientes de la burguesía inmigratoria de principios de siglo —aquellos burgueses indiferentes al "reconocimiento", según Germani— que en su casi totalidad optaron por la incorporación a la alta clase propietaria de la tierra: si la primera generación practicó el aforismo burgués de que el dinero no tiene olor, la segunda percibió que, socialmente, en la Argentina perfuma y que el aroma del estiércol es más "bien" que el del aceite y los combus­tibles. En alguna otra parte ya había señalado la distinta actitud que a este respecto se tiene en Europa o en EE.UU., donde un banquero o un industrial consideran a un ganadero un "juntabosta". Aquí la actitud es inversa por ­las dos partes.
Este orden en la preeminencia social ocasiona que la alta burguesía termine por adoptar conjuntamente con las pautas de comportamiento de la alta clase tradicional, las pautas ideológicas que la ponen a su servicio en per­juicio y oposición de las que correspondían a su condición originaria y a las necesidades de modernización económica y social.[1]
Se ha visto oportunamente la permeabilidad de la alta clase porteña. Pero este proceso de integración de los nuevos lo hace paulatinamente, lo que le permite recibir­los, generalmente en segunda generación, cuando ya han limado la guaranguería original de los triunfadores y absorbido las normas de comportamiento que les permite cubrir los claros de los que se desplazan por los accidentes de la fortuna o por la división hereditaria de los patri­monios.
No basta comprar campo para ser estanciero. Esto requiere una adecuación al modo rural en que los estancieros vecinos de más modes­ta posición social que la alta clase, y de mucho más débil situación económica que el nuevo propietario, son los que dictan cátedra; es un curso preparatorio como el de las escuelas británicas en que los futuros gentlemen deben someterse al ablandamiento que imponen los alum­nos de los años superiores, con pullas y humillaciones de toda clase.
El estanciero “Gath & Chaves” tiene que ir renunciando al atuendo deslumbrante, usando más frecuentemente la bombacha que los breeches de corte impecable y hasta la alpargata en lugar de la bota de polo; debe archivar la silla inglesa reemplazándola con un recado de pato aunque el caballo se pase el día en el palenque y ol­vidar el respeto que se merece el coche último modelo, dejándolo embarrado. Debe ajustar por lo menos en apariencia, su mentalidad de giro diario en los negocios al obligado giro anual de la producción y en lugar de ser terminante en sus conclusiones debe hacerse elu­sivo acostumbrándose a la idea de que su voluntad e inteligencia no son el factor decisivo, sino Dios y el Gobierno que siempre están con­tra el ganadero, y llorar siempre porque las cosas andan mal, cuando no son perfectas, y siguen mal cuando lo son, porque podrían ser mejores. Debe frenar su afán de iniciativa, que es un arrastre de la época industrial, y antes de aplicarlas averiguar qué ganadero im­portante ya lo ha hecho, para que no se le rían si fracasa y para que le perdonen el éxito, si acierta, pues los ganaderos de la zona saben todo lo que puede saberse y algunas cosas más como Pico de la Mi­rándola.
También debe aprender mil detalles como por ejemplo que no es imprescindible que el personal en pleno lo esté esperando cuando llega de la Capital, como ha visto en alguna película, y que no ne­cesita dar varias tarjetas, una por estancia, cuando es presentado a alguien. En una palabra debe aprender la cazurronería campesina en la que embotará la estridencia guaranga del triunfador urbano, para desde ahí perfilarse para empezar el aprendizaje del buen tono, que le permitirá el ascenso social.
El aprendizaje técnico es secundario porque como tiene el há­bito y las aptitudes de dominar técnicas más difíciles, y que exigen mayor velocidad en la decisión en poco tiempo sabrá mucho más que sus vecinos, pero a condición de que lo disimule, y que sean ellos los que lo descubran. Así debe adoptar una actitud dramática frente a los cinco o seis vencimientos anuales del crédito rural, aunque en sus actividades de la ciudad haya aprendido a tapar diez o doce agujeros diarios en su malabarismo bancario; y aunque está acostumbra­do a llevarse por delante a todo el mundo según lo exigen sus ne­gocios, debe mantener una conducta de correcta amabilidad con el gerente local, el comisario, el intendente, el feriero y los modestos doctores que concurren al club pueblerino, y hasta con el jefe de estación y los contratistas de máquinas agrícolas, pues el descrédito del "fanfa", que corresponde por nacimiento a todo porteño, y más a los porteños con plata, lo está acechando en veinte leguas a la redonda, y después se corre, de estancia a estancia de lugareños, por un misterioso sistema de comunicaciones que el porteño no descu­brirá jamás.
Paralelamente adquirirá las normas reverenciales por los grandes rematadores y consignatarios, que lo presti­giarán cobrándole sus comisiones, y a través de los cuales irá aprendiendo paulatinamente, así como en las ferias y exposiciones locales, las tablas de valores correspondientes a las cabañas y sus propietarios, así como el conocimiento de las razas que dan más prestigio social. Llegará un día en que no necesitará remitir a plaza y el frigorífico le mandará el revisor.
Entonces ya estará maduro, cuando en una exposición Don Narciso, Miguel Alfredo o Don Silvestre, según la época (Don Faustino no viste tanto) lo saluden desde lejos con la mano, o se acerquen y lo reconozcan por el nombre.[2]
Entretanto la familia, con los chicos en el colegio que corresponde y escalonando paulatinamente relaciones en los veraneos reiterados en la playa indicada, las canastas y las fiestas de beneficencia, se irá capacitando poco a poco, al adquirir las pautas de comportamiento social necesarias en el nuevo status que también exigen esfuerzos porque las mujeres son más “difíciles” que los hombres en esto del “reconocimiento”.
Nada de esto significa que alguien, grupo o persona regule la filtración ascendente. La aceptación se hace subconsciente por el propio status de la clase que hace el proceso selectivo fisiológicamente, como una cuestión de hecho que se va cumpliendo por etapas.
Sin embargo, deduzco de lo observado por Imaz, que en muchos casos hay un discernimiento que revela con­ciencia del proceso. Así cuando analiza la composición por apellidos de las sucesivas comisiones directivas de la So­ciedad Rural; el número de los antiguos y los recientes está inteligentemente dosificado, y los antiguos saben poner en el primer plano los líderes nuevos que aportan el empuje del neófito para lograr las mayores ventajas posibles, cuando las circunstancias son muy favorables. Se percibe por ejemplo, que en el momento en que el grueso de la renta nacional fue transferido a la clase ganadera, en el gobierno del General Aramburu, asumió el liderazgo de la misma Dr. Mercier, ganadero consorte, que le resultó muy eficaz. En otras circunstancias a este desco­nocido le hubieran aprovechado a lo sumo sus aptitudes de ginecólogo para un curso de tacto rectal, tan beneficio­so para aumentar el porcentual de las pariciones.
El actual presidente de la Sociedad Rural, Faustino Fano pasó, ya hace muchos años, del comercio de tejidos a la ganadería, donde desde luego se ha destacado por sus aptitudes. Ha dado el mejor examen de adopción de la ideología económica agroimportadora, pues lo que le queda de burgués está radicado en Inglaterra, que es donde corresponde; con más precisión en Manchester, en sus fábricas de tejidos, para rentar en la Argentina como ex­clusivo productor rural, libre de todo pecado industrialista. S.M.B. lo debe mirar con ojos tiernos, recordando aquello que escribió el economista inglés W. H. Dawson en el siglo pasado, frente al surgimiento de la Alemania industrial: "—Hubiéramos preferido, que Alemania hubiera continuado concentrando su atención en la producción de música, poesía y filosofía, dejándonos el cuidado de proveer al mundo de máquinas, telas y algodón" (Friederick Clairmonte - Liberalismo Económico y Subdesarrollo. Ed. Ter­cer Mundo. Bogotá, 1963). Póngase novillos y cereales en lugar de disciplinas "tan cultas y germánicas" y la expre­sión de deseos conservará todo su sentido.
En cambio, en los momentos difíciles, con igual inteligencia se recurre a los apellidos tradicionales, cuyos por­tadores conocen mejor que los neófitos la flexibilidad ne­cesaria para capear los temporales. Es lo que ocurrió ba­jo el gobierno de Perón.
También la alta clase suele tener sus herejes.
A veces algunos individuos de la alta clase se dejan contagiar por el virus de las innovaciones y se resbalan hasta el campo ar­tístico o industrial contrariando las pautas vigentes.
Así, a Victoria Ocampo, durante mucho tiempo no le perdona­ron su modernismo, oponiéndole la reticencia de la gazmoñería, y tardaron bastante en comprender en qué medida la culta dama, por el simple hecho de transferir su visión europeizante y formar nú­cleo en su redor era —al margen de sus propósitos que conceptúo generosos— un aliado tácito del sector de donde provenía, y que vino a cumplir en el terreno de las letras la tarea que la Sociedad Rural cumplía respecto de la burguesía, rigiendo en forma parecida el prestigio de los literatos arribistas que, como la burguesía, buscaban el sello de lo que es "bien" tradicionalmente: un prestigio con el sello de "las formas tradicionales". Actitud parecida es la adoptada con algunos industriales de apellido tradicional —tal el caso de al­gunos Pereyra Iraola. Si triunfan se los ignora, pero si vuelven derrotados al redil se los aplaude, cuando les queda como volver. No le quedó a Nemesio de Olariaga, que aunque no de origen tan anti­guo, estaba en el nivel de la gran ganadería.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Nacionalismo chileno e integración iberoamericana (I Parte)


por  Patricio Lara

Al escuchar la palabra "nacionalismo", inmediatamente tendemos a relacionarla con grupos chovinistas que denigran a inmigrantes peruanos o descargan su ira contra el pueblo argentino. Pero muy poco se conoce acerca de la proyección latinoamericanista que movimientos e intelectuales autocalificados como nacionalistas han llegado a proclamar. Comenzando por los numerosos ensayos bolivarianos escritos por el periodista Joaquín Edwards Bello hasta las tesis integracionistas del Centro de Estudios Chilenos CEDECH, haremos un repaso por cada una de aquellas personalidades o instituciones que hayan comprendido al nacionalismo no como un odio hacia el vecino o un patrioterismo termocéfalo, sino como la búsqueda del ansiado proyecto de Bolívar, en pos de la regeneración de Nuestra América disgregada en conveniencia de los imperialismos.

Si bien en nuestra introducción hemos hecho alusión a aquellos intelectuales o movimientos nacionales que han mostrado ciertos atisbos de iberoamericanismo, no podemos dejar de lado a su verdadero patriciado fundacional, surgido en la década de 1910 y que contó entre sus filas con Francisco Encina, Alejandro Venegas, Tancredo Pinochet y Luis Galdames, entre otros. En relación a estos, el Director del Departamento de Historia de la Universidad de Valparaíso, profesor Leonardo Jeffs Castro, comenta: “pese a no desarrollar aún las tesis integracionistas latinoamericanas, este grupo de pensadores, en los años del primer Centenario, fueron unos verdaderos aguafiestas para el júbilo de nuestra oligarquía, próspera gracias a los beneficios del salitre. A pesar de toda la algarabía de la élite, la generación fundacional de nuestro nacionalismo llegó a la conclusión de que el país se encuentra sumergido en el atraso, con un pueblo empobrecido e ignorante y una crisis de identidad enorme”.
Siguiendo esta línea, en la década de los 20’ surgiría la Obra Magna del periodista y ensayista Joaquín Edwards Bello, Nacionalismo Continental, la cual según el mismo Raúl Haya de la Torre “no va a perderse en las vaguedades retóricas de la gran mayoría de los hombres que en nuestros países quieren resolver sus problemas fundamentales con palabrería, con charlatanería de andaluces, más o menos agradables”. Este ensayo, será lo que en un plano práctico intentaron fraguar próceres como Bernardo O’higgins o un José Antonio Vidaurre, es decir, promover el objetivo de la creación de un bloque iberoamericano, que por medio de la interdependencia de las patrias, hiciera frente a la injerencia tanto cultural como económica de las grandes potencias de la época. Otro aspecto a destacar, es la crítica hacia la ‘fronda aristocrática’, que según nuestro autor, estaría engolosinada con todo lo venido de Europa, especialmente si era francés o anglosajón; nadie en el país estaba interesado por reforzar nuestra cultura o buscar la propia identidad, todo era importar, y nada crear o adaptar, no adoptar, manifestaría críticamanete Edwards Bello.
En cuanto a verdaderos movimientos de masas, la década del ’20 pareció quedar al debe. Aunque es de importancia recalcar que entre la cúpula castrense las ideas del autor de Nacionalismo Continental y Francisco Antonio Encina y compañía, sí penetraron hondamente. Ejemplo de esto es el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, personaje a quien debemos las principales leyes sociales de la Historia de Chile y que además, en una muestra de profundo sentido común iberoamericanista, reintegrara Tacna a Perú y posteriormente, en 1931, propusiera la Unión Aduanera de Latinoamérica – auténtico antecedente del Mercosur aunque en sentido macro – para contrarrestar la hegemonía norteamericana en la zona.
En 1932, mediante putsch liderado por el militar patriota Marmaduque Grove se proclama la ‘República Socialista de los Trabajores Chilenos’. En su manifiesto fundacional el movimiento insurrecional, a parte de mantener una equidistancia ante los imperialismos de turno – Estados Unidos y la Unión Soviética – “propone la creación de una federación de Estados indoamericanos, con un notorio influjo del APRA peruano que queda de manifiesto además en su emblema”, manifiesta el historiador y sociólogo de la Universidad de Chile Rolando Ortiz Zañartu.
En ese mismo año, nacía el Movimiento Nacional Socialista Chileno MNS(*) que, de un modo bastante sui generis, también sustentaba un antiimperialismo latinoamericano. Si bien su líder Jorge González von Marees simpatizaba con la causa del APRA peruano, él no ponía sus manos al fuego por la unión directa del continente bajo un partido guía como proponía la tienda de Haya de la Torre, sino que era partidario de que se formaran movimientos nacionalistas paralelos en las patrias de Iberoamerica y/o lograr constituir gobiernos patriotas fuertes e importantes en cada uno de ellos. En palabras del mismo jefe del MNS:
“..habrá llegado el momento de la constitución del gran bloque continental iberoamericano (…) que permitirá (a las naciones) respaldarse recíprocamente para defenderse de todo intento imperialista y hacerles actuar con dignidad y peso en la historia mundial del porvenir”(**).
Este ha sido el primer recuento de los principales movimientos y personalidades del nacionalismo chileno que a la vez han promovido, de un modo u otro, la unidad latinoamericana. Sin duda que en la primera mitad del siglo XX, en Chile, podemos rescatar importantes ideas-fuerza que mantendrán encendida la llama de la revolución por la búsqueda de nuestra Segunda Independencia y el objetivo de concretar el proyecto unificador de próceres como Bolivar, San Martín y Bernardo O’higgins.


(*) Hay que destacar – aunque sea mil veces – que este movimiento no tiene nada que ver con su homólogo alemán. Aquí en Chile existió una filial del NSDAP la cual no permitió la doble militancia con el MNS; ni viceversa.
(**)Moller Roth, Magdalena, “El Movimiento Nacional Socialista Chileno”.


fuente:ContextoGeopolitico

lunes, 5 de noviembre de 2012

Mensaje a la nación con motivo de la toma de La Brea y Pariñas


por Juan Velasco Alvarado

Compatriotas :

Hace mas de cincuenta anos que, como una dolorosa herida, el problema de La Brea y Pariñas ha constituido para la Republica un capítulo de oprobio y de vergüenza, por representar un ultraje a la dignidad, al honor y a la soberanía de la nación. El Gobierno Revolucionario, enarbolando la bandera de la nueva emancipación, ahora y para siempre, pone en labios de cada peruano la vibrante expresión de nuestro himno ¡Somos libres, seamoslo siempre! e inicia el cumplimiento de sus inquebrantables postulados proclamando con altiva sonoridad para que se escuche en todos los continentes, que la soberania del Estado Peruano no es desde este momento) un mero enunciado sino una autentica realidad.

El Gobierno Revolucionario, después de declarar la nulidad de la indigna "Acta de Talara" y del lesivo contrato celebrado por el régimen que la Fuerza Armada ha depuesto, en cumplimiento de la misión de cautelar los derechos de la República que le impone el articulo 213 de la Constitución del Estado, acaba de promulgar el Decreto-Ley que ordena la inmediata expropiación de todo el complejo industrial de La Brea y Pariñas y anuncia al país que en este preciso momento las Fuerzas de la Primera Región Militar, haciendose eco del clamor de la nación estan ingresando al campo de Talara para tomar posesión de todo el complejo industrial, que incluye la refinería; y con la más alta emoción patriótica hace flamear el emblema nacional como expresión de nuestra indiscutida soberanía.

De esta manera, la Fuerza Armada estrechamente unida con la civilidad en una sola y auténtica fraternidad nacional cumple una vez más su deber, iniciando con este acto una etapa de reivindicación de la soberanía y de la dignidad que quedará como un preciado legado a nuestros hijos y como una evidencia del cumplimiento de los postulados de la Revolución, los que asimismo, no solo respetan sino que alientan la inversión foranea, siempre que esté acorde con la legislación e intereses del Perú.

¡Compatriotas !

Los manes de nuestros próceres, mártires y héroes, quienes con sus nombres y gestas heroi¬cas iluminan las páginas de nuestra historia, se hacen hoy presentes para alentar al pueblo y a la Fuerza Armada a fin de proclamar la justicia de su causa que Dios defiende.

La Revolución está en marcha. Este momento nos llena de justo orgullo y ha de provocar legítimo júbilo nacional. La historia juzgará la actitud de la Fuerza Armada y del pueblo peruano. Estamos seguros que las generaciones f uturas celebrarán este día de reparación como el día de la dignidad nacional.