viernes, 22 de junio de 2012

EVOLUCION Y TENDENCIAS DE LAS ESCUELAS SOCIALISTAS

por Jorge Eliécer Gaitán
  

Sería errado pensar que a la concepción presente del socialismo la humanidad ha llegado por un impulso de revolución momentánea y no por factores determinantes y antecedentes del mundo físico. En cuatro grandes etapas podemos dividir la trayectoria recorrida por la humanidad en su lucha por la equidad social. Ellas son: Prehistoria del socialismo, Reformismo social, Socialismo utópico y Socialismo científico. Separadamente estudiaremos la fisonomía específica que las caracteriza.

lunes, 18 de junio de 2012

Homenaje a la Revolución Cubana


por Salvador Allende.

27 de julio de 1960

Rendimos homenaje a las milicias inmoladas hace siete años en el asalto al cuartel Moncada y lo hacemos expresando que los sectores populares de Chile, la inmensa mayoría del pueblo, siente, comparte y vive los ideales de la revolución cubana. Tal hecho no puede ser extraño para nadie porque, en la conciencia del pueblo chileno, existe la inmensa y profunda convicción de que América Latina está viviendo uno de los minutos más trascendentales de su historia; que las revoluciones mexicana y boliviana señalaron ya una etapa, y que la cubana marca con caracteres imborrables un proceso de superación, al dar sólidos pasos hacia la plena independencia económica y señalar, con su lucha, el camino que han de seguir los pueblos latinoamericanos para afianzar y acelerar la evolución política, económica y social que los lleve a ser auténtica y definitivamente libres.
Nosotros hemos expresado reiteradamente que, con estrategia y tácticas distintas, tal proceso deberá aflorar en los diversos países de América Latina para terminar con la etapa de vasallaje político, de explotación económica: para poner fin a la angustia, el hambre y la miseria de los miles y miles de hombres de esta parte del Hemisferio; para detener la voracidad implacable del imperialismo; para poner fin al régimen feudal de explotación de nuestras tierras; en resumen: para hacer posible el desarrollo económico y el cambio político capaces de crear un porvenir de dignidad y grandeza para el pueblo latinoamericano.
Por eso, los hombres de nuestras naciones miran con profundo y apasionado interés la revolución cubana, pues es un símbolo antiimperialista y antifeudal. La revolución latinoamericana, con características distintas en su táctica y estrategia -repito- en cada uno de nuestros pueblos, tendrá como fondo indiscutible una lucha emancipadora en lo económico, una frontal batalla contra el imperialismo y un combate decisivo contra el régimen feudal de explotación de la tierra y del trabajador del agro.
La revolución latinoamericana -pensamos y lo hemos dicho- deberá ser, además de antiimperialista y antifeudal, democrática, a fin de que la sientan, compartan y comprendan las masas ciudadanas. Deberá ser profundamente humana, al preocuparse de la realidad de la vida opaca, gris, sin destino ni juventud del hombre común latinoamericano, y darle un futuro de trabajo, salud y educación. Por ello, no puede extrañar a nadie que a lo largo y ancho de América del Sur exista un pensamiento solidario y de lealtad hacia Cuba, su gobierno y su revolución. He estado en tres oportunidades en esa nación y me enorgullezco de decirlo. He sido testigo presencial de lo que es un pueblo movilizado material y espiritualmente, al sentirse interpretado por su Gobierno en la etapa fecunda de una realización con características dramáticas de urgencia, pero con estabilidad permanente por su alcance y contenido.
He tenido ocasión de estar en otros países y de asistir a actos políticos en los Estados Unidos. Lo he hecho, también, en diversos países de América Latina, como Uruguay, Perú, Argentina, Venezuela. Estuve en el estadio Dinamo de Moscú. Fui testigo presencial de la celebración del quinto aniversario de la revolución en la República Popular China, y allí vi desfilar a setecientas mil personas. Pero nunca he visto, en proporción al número de habitantes, a un pueblo movilizado como lo vi en La Habana el 26 de julio del año pasado y como lo vi este año el primero de mayo. Ello sólo puede lograrse cuando un gobierno ha creado un sentido místico, cuando ha sido capaz de darle a los ciudadanos una gran tarea colectiva, al servicio de la patria.
En los actos del 1° de mayo de este año, comparativamente con el 26 de lulio pasado, pude notar una extraordinaria diferencia. El 26 de julio pasado estaban convocados los guajiros, o sea, los campesinos. Los vi desfilar por las calles de La Habana -ciudad calificada anteriormente como una especie de "cabaret" flotantecon expresiones dignas, conscientes de lo que significaban ahora, en esta etapa de la historia de su patria libre. La concentración fue un hecho inolvidable. En una gran explanada, cuatrocientos o quinientos mil campesinos, con sus casacas blancas, con sus grandes sombreros de paja, con sus machetes al cinto, y allá, destacándose a la distancia, la estatua de Martí parecía tomar vida, y, desde el silencio sonoro, volvían sus palabras a señalar el camino del sacrificio y la victoria.
Cuando golpeaban los machetes -forma que tienen los campesinos de expresar adhesión a las palabras de Fidel Castro-, yo sentía el anuncio de lo que esos sonidos sembraban en América: la reforma agraria.
Este año vi a un pueblo organizado, consciente, no una masa humana reunida espontáneamente, con fervor instintivo, como la de los campesinos de la vez anterior. Ahora se trata de un pueblo organizado, disciplinado, absolutamente consciente de la gran tarea que debe realizar. Las consignas, los gritos y, sobre todo, la alegría de esa inmensa multitud-más de 700 mil personas-, están señalando de qué manera están fundidos pueblo y Gobierno, revolución y pueblo, revolución y Gobierno.
He visto en Cuba las más grandes demostraciones de masas posibles de imaginar.

LA MALÉVOLA PROPAGANDA DE LOS SERVILES

Contrasta lo que yo he visto, lo que he leído, lo que he aprendido de lo realizado por la revolución cubana, con la inmensa, con la brutal, con la descompuesta, con la intencionada propaganda que, por medio de las agencias informativas internacionales, día a día y minuto a minuto, se lanza contra la revolución. Me parece innecesario destacar de qué manera la UPI, la AP y las agencias informativas controladas por el capital norteamericano han deformado y deforman lo ocurrido en Cuba. Tan sólo es comparable este tipo de información con la existente cuando se avecinaba ese gran atraco internacional perpetrado años atrás en contra de Guatemala.
Juan José Arévalo, el maestro presidente, nos definía a su país como el del 70%: porcentaje de analfabetos, de palúdicos, de descalzos y del presupuesto invertido en gastos militares.
La propaganda de ese entonces es la misma desatada hoy día, desde hace meses, en contra de Cuba.
Ayer era Guatemala el polvorín comunista que ponía en peligro la hermandad americana. Hoy es Cuba.
Ayer y hoy el Departamento de Estado norteamericano defiende, impúdicamente y por los peores métodos de presión económica y atropello, los intereses de sus connacionales, su influencia política.
Ayer y hoy, muchos gobiernos de Latinoamérica aceptan dócil y servilmente la voz de orden del poderoso país del Norte.
Como siempre, la raída bandera del anticomunismo se esgrime para atentar en contra de la soberanía de los pueblos: ayer, contra Guatemala; hoy, contra Cuba.

viernes, 8 de junio de 2012

ANTE EL 17 de OCTUBRE y DISOLUCIÓN

por  Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina


Buenos Aires, octubre 17 de 1945


Frente a los momentos en que vive el país,, la U. C. R. (F.O.R.J.A.) dio a conocer una declaración en la que fija su posición. La misma expresa lo siguiente:

"La Junta Nacional de F.O.R.J.A. en presencia de la agitación oligárquica promovida por las fuerzas de la reacción en connivencia con las izquierdas extranjerizantes y de la inquietud reinante entre los trabajadores ante el riesgo de una restauración de los sistemas de opresión económica y de dominación imperialista establecidos desde el 6 de septiembre de 1930 por la misma confabulación de intereses e ideologías.

DECLARA:

1º - Que en el debate planteado en el seno de la opinión está perfectamente deslindado el campo entre la oligarquía y el pueblo, cualquiera sean las banderas momentáneas que se agiten y que en consecuencia y en cumplimiento de su deber , argentino y radical expresa su decidido apoyo a las masas trabajadoras que organizan la defensa de sus conquistas sociales.

2º - Que como se expresa en la declaración de principios de F.O.R.J.A., sancionada en el acto de su fundación el 29 de junio de 1935, en la lucha del pueblo contra la oligarquía como agente de las dominaciones extranjeras, corresponde a la Unión Cívica Radical asumir la dirección de la lucha.

3º - Que el Comité Nacional de facto que se atribuye la representación de la U. C. R. se ha pasado al campo de la oligarquía al desoír la opinión y las orientaciones de las figuras representativas del radicalismo yrigoyenista.

4º - Que frente a la vacancia de la conducción partidaria, es deber de esos hombres representativos el asumirla para que ésta sea expresión clara del pensamiento revolucionario de Yrigoyen en el que encuentran solución integral las inquietudes actuales del pueblo argentino, sintetizadas en: PATRIA, PAN y PODER AL PUEBLO.




15 de diciembre de 1945

La Asamblea General de F.O.R.J.A.:

Considerando:

1º - La resolución de la misma, de fecha 15 de octubre de 1945, en solidaridad con el movimiento popular de esa jornada y las siguientes.

2º - La identidad de la gran mayoría de sus miembros con el pensamiento y la acción popular en marcha y su incorporación al mismo.

Declara:

1º - Que el pensamiento y las finalidades perseguidas al crearse F.O.R.J.A. están cumplidos al definirse un movimiento popular en condiciones políticas y sociales que son la expresión colectiva de una voluntad nacional de realización cuya carencia de sostén político motivó la formación de F.O.R.J.A. ante su abandono por el radicalismo.

Y resuelve:

La disolución de F.O.R.J.A. dejando en libertad de acción a sus afiliados.

lunes, 4 de junio de 2012

¿QUE ES EL SER NACIONAL? (La conciencia histórica iberoamericana)



por Juan José Hernández Arregui

PROLOGO

Este libro se explica por la actual situación de la Argentina. He vacilado en lanzarlo a la calle y, finalmente, cedido por el para mí honroso deseo que en su publicación denotasen estudiantes universitarios y públicos diversos del interior del país. Quizá por tales motivos, convenga hacer brevemente su historia, a fin de justificar su existencia en librerías. El bosquejo del trabajo fue una conferencia leída en 1961 con el mismo nombre: ¿Qué es el ser nacional?, bajo los auspicios del Movimiento de Estudiantes Reformistas de la Universidad Nacional del Nordeste, en la ciudad de Resistencia. Un publico heterogéneo y atento, con presencia de obreros, estudiantes y diversos grupos ideológicos, fue el primer indicio de que el tema interesaba. Desde ese año, la conferencia fue tomando dimensión, siempre sobre la idea central originaria, y me convenció de la riqueza del tema. Unos meses después fue leída, ante un público muy vasto —y dividida en dos disertaciones— en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán. Aunque totalmente alejado de la enseñanza universitaria, dadas las condiciones políticas imperantes en el país, mi estada en la ciudad de Tucumán me puso nuevamente en contacto con los estudiantes, con los cuales mantuve un intenso intercambio de ideas, exigido por ellos mismos, y que me sirvió para precisar conceptos sobre el estado de la opinión estudiantil con relación al problema nacional. Fue una experiencia fecunda pero que, además, me persuadió, a pesar del cortés y respetuoso público que asistió a las pláticas, y del auspicioso acogimiento, casi diría entusiasta, con que fueron recibidas, que sus ideas centrales no habían sido íntegramente comprendidas, y no por falta de interés o capacidad de los estudiantes, sino por las deficientes orientaciones que en el orden histórico y filosófico guían la enseñanza superior en la Argentina. De estas cosas se habla también en este libro. Sin embargo, la más grata sorpresa del autor fue la reacción de una provincia profundamente argentina —Santiago del Estero— ante la conferencia. Un auditorio inusual para una ciudad pequeña, en el que estuvieron representadas las más diversas tendencias, cosa difícil de lograr en provincias chicas peronistas, radicales, nacionalistas, gente de izquierda— recibió mis palabras con tal fervor nacional a pesar de mis ideas en tantos sentidos consideradas extremas, que no puedo menos de recordar a la distancia con gratitud la adhesión de ese público provinciano. Y una vez más confirmé mi certeza de que el país verdadero está en las provincias más humildes. En 1962 fue leída, también ante un público poco común en reuniones de este tipo, y muy diversificado ideológicamente, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral, en la ciudad de Santa Fe, invitado por una agrupación de estudiantes peronistas pertenecientes a la Confederación General Universitaria. El efusivo interés que la misma despertó, el breve debate final, altamente conceptuoso para mi persona, las conversaciones posteriores con los estudiantes y el requerimiento expresado por su publicación me convencieron, al fin, de la posible utilidad de la conferencia ampliada en libro. Así nació este trabajo, que no me contenta.

II

Me deja descontento, en efecto, pues ya terminado tiene múltiples defectos. El primero de todos, porque no es más que una introducción al problema. Tuve la intención de olvidar un poco a mi país y hacer un libro iberoamericano. Las causas de este fracaso son varias y de naturaleza distinta, entre ellas, algunas preocupaciones personales que me privaron de la necesaria tranquilidad intelectual, la vastedad del temario y, por último, la falta de una bibliografía exhaustiva, me llevaron paradójicamente a suprimir casi la mitad de los originales, pues no estaba seguro de la seriedad de algunas tesis y del valor de la documentación edita utilizada. Así, lo que en los comienzos era un proyecto ambicioso, quedo en un libro común, casi diría un largo ensayo. Y hasta desaliñado. La conclusión a que he llegado es que el tema de la América Hispánica desborda a un solo escritor, y debe ser, dadas las actuales condiciones del continente, tarea de equipos universitarios coordinados de los diversos países iberoamericanos. Y esto sólo se logrará cuando las universidades estén al servicio de sus países y no del coloniaje, como pasa hasta ahora, al menos en la Argentina. Al primer traspiés de la idea inicial, se agregó un hecho que espero sea comprendido. La dramática situación actual de la Argentina fue mas fuerte que mi voluntad, e insensiblemente, el tema nacional fue dominando a lodos los demás, que si bien no se diluyeron totalmente, pasaron a segundo término. Si tales temas accesorios vinculados a la América ibérica, a pesar de su exigüidad, sirviesen de aliciente preliminar a otros estudiosos, vería compensado el escaso valor y limitaciones de este libro.
 Una de las cosas que tal vez llame la atención es el titulo del trabajo. Sin embargo, el hecho de que aparezca como una interrogación, indica que rechazamos el concepto “ser nacional” como inapropiado. En el primer capítulo se esclarece la cuestión y se determina estrictamente en qué medida puede ser utilizado por pura economía del pensamiento y nada más. De allí que, fuera de ese primer capitulo, la expresión “ser nacional” se usa pocas veces en los siguientes, y siempre como un término puesto entre paréntesis mentales.
No he podido dejar de lado la polémica. Y sé las criticas que libros del tono de éste promueven en ciertos grupos intelectuales pulidos y “ecuánimes”, que se colocan el gorro plateado de las ideas sin acento y de la bondad nazarena frente a los adversarios. Esto es una hipocresía. Nada más fácil para un escritor con oficio literario que manejar cualquier estilo. Yo también lo he hecho en épocas serenas. Mucho más difícil es un estilo honrado. Hasta mi venerado maestro Rodolfo Mondolfo, aun que por causas comprensibles en un europeo, y con la elevación de su ilustre ancianidad, dudó de la dureza de los juicios formulados en mi libro “La Formación de la Conciencia Nacional”. Al respecto debo decir lo siguiente: lo que se llama ponderación de juicio, consideración a la opiniones del prójimo, espíritu crítico equilibrado, en los tiempos tempestuosos de una nación, son con frecuencia evasivas de parte de los intelectuales nativos para no afrontar responsabilidades, la forma cómoda y nirvánica de no comprometerse y evitar los odios contumaces que provocan escritos cuyo único compromiso es la fidelidad al país. Conozco en mi propia persona las dificultades de esta lucha. Pero si alguna dignidad tiene la inteligencia nacional, debe afirmarse en el amor a la patria y en la fortaleza para soportar silencios, calumnias y hasta cárcel. Todo esto es chico porque la patria es grande. He elegido un destino y no me aparraré de éL La influencia que mis libros han ejercido no me halago. Carezco de vanidades. Pero no soy un hombre humilde. Esta influencia no es mía, sino creada por el propios país. Y la aparente rispidez de mis juicios no está dirigida a individuos, sino a lo que ellos y sus grupos, con frecuencia poderosos y organizados, representan. Es el único mérito que me asigno y con ello refuto a los que han desvirtuado mis ideas, incluso mis orígenes ideológicos, al no poder atacar mi vida. Son, por otra parte, contingencias de la lucha. Pero si estas cosas inevitables se comprenden tu los enemigos políticos, carecen de justificación en aquellos que, en una curiosa transposición, al renegar de su pasado mental, son influidos directamente en sus trabajos, en sus ideas, por los escritores de la línea nacional, y luego de repetir mal lo que otros han dicho bien, los atacan y deforman cayendo así en el peor de los fraudes morales. Las ideas sólo sirven para difundirse. Y si no de nada valen. No se trata, pues, de una prioridad. Nadie es original. Todos le deben algo a alguien. Pero seamos probos. Las influencias hay que confesarlas, las ideas ajenas no hay que de formarlas, sino mejorarlas, o por lo menos, asimilarlas con veracidad.
Vuelvo, pues, en este trabajo, que espero sea el último de este tipo, al tono polémico, a ciertas violencias verbales. Pero como se ha dicho, la tan mentada objetividad del pensamiento no es tal, sino una cuestión de estilo literario. Mejor, de carencia de estilo literario. Quizá, en los momentos críticos de un país, los únicos libros objetivos son aquellos escritos con la sangre caliente y la mente fría que los hace neutros a toda pasión innoble. Eso son mis libros. Y en mi ánimo no cabe la ofensa sino un indeclinable amor a la verdad.

III

Debo pedir disculpas a los lectores que han leído mis libros anteriores, Imperialismo y cultura y La formación de la conciencia nacional, pues están agotados y no pienso, por ahora, reeditarlos. Los considero de circunstancias, hijos de la discusión que sacude al país, empequeñecidos por la mención de personas vivas, y en lo esencial, carentes de permanencia. Han cumplido una misión. Y aunque no los estimo como expresiones intelectuales severas, el hecho de que pese al mortal silencio de la crítica colonial, hayan corrido y gravitado, me demuestra que no han sido inútiles. Esta digresión viene, pues aquí —y era inevitable dada la índole del trabajo— se reiteran algunos conceptos desarrollados en esos libros anteriores. Sin embargo, en todos los casos, se ha tratado de mostrar nuevos aspectos y, en suma, ahondar en los mismos. Para los que no conocen esos libros, esto quizá sea ventajoso, pues se evitarán leerlos. Me refiero especialmente a los problemas de la “inrelligentzia”, de las clases medias colonizadas, y de la alienación cultural, teoría hegeliana-marxista, esta última de la que se oye hablar con tanta frecuencia como pedantería, pero que nunca se ha aplicado correctamente a una realidad colonial. En tal sentido, creo haber sido el primero que lo ha hecho en mí libro Imperialismo y cultura, con la originalidad de que los titulados “marxistas” no entendieron nada. Lo cual prueba que el tal “marxismo” en la Argentina no era más que una de las formas de esa alineación cultural del coloniaje. Así, un fecundo método de investigación que influye en todas las esferas del conocimiento desde las ciencias de la naturaleza a las históricas —en la biología, las matemáticas, la etnología y la antropología social, en la física, en la filosofía, en la lógica, en la psicología, en la teoría del conocimiento en la sociología y la historia y de más decirlo, en la economía política—, ha caído en la Argentina en un descrédito indigno de su valor científico. Espero que este libro contribuya en algo a aclarar las cosas, sobre todo en la gente joven, que se interesa no sólo por la metodología, sino por su correcta aplicación a la cuestión nacional.

IV

Al suprimir, como ya se ha establecido, una gran cantidad de material, me he visto obligado a reducir, las pruebas ofrecidas a un mínimo. Es así como he dejado de lado infinidad de testimonios. He utilizado —y hasta abusado— para explicar el cambio de la conciencia histórica de la América Hispánica frente al imperialismo, a das poetas de nuestras tierras, una, porque son representativos —aunque no únicos—, y otra, por hondamente americanos al margen de casilleros políticos. Me refiero a Rubén Darío y Nicolás Guillén. Las citas a ellos, referidas, en todos los casos, tienen valor de documentos históricos al lado de su calidad poética. Y un tal sentido histórico son manejados. También quiero recordar al escritor boliviano Carlos Montenegro, fallecido en nuestro país, de cuyos libros poco conocidos, he tomado algunas informaciones, y al sociólogo brasileño Alvaro Vieira Pinto, autor de la obra Consciencia e realidade nacional (Ministério Da Eduçáo e Cultura), que tuvo la gentileza de hacerme llegar, y que vino tarde a mis manos, aunque alcancé a aplicar fugazmente algunas de sus ideas a la realidad argentina. Cumplo así con un deber de honestidad intelectual.
También aprovecho aquí para refutar una crítica que se me ha formulado: la ausencia en mis libros d notas al pie de página con la nomina de autores y obras consultados. Si no lo he hecho, no es porque ignore la técnica, que justamente he enseñado a varias promociones de estudiantes universitarios, sino porque —y sépanlo estos caballeros que confunden la crítica con la cacería de pulgas— mis libros no son de investigación sino de lucha. Las verificaciones de este tipo, cuando los autores y bibliografía son conocidos y no responden, por tanto, a obras extranjeras, piezas bibliográficas raras o a la labor de archivo, son mera petulancia que, además, sólo sirven para aflojarle la nuca al lector inocente. Por otra parte, cambio mil llamadas a pie de página por una idea.
Y hablando de ideas. A las ideas de izquierda no hay que tenerles miedo. Lo esencial es que sirvan a la causa de la liberación nacional. Muchos motivos explican esta prevención de la denominada línea nacional hacia el pensamiento de izquierda. Y el mayor es, sin duda, el papel que las izquierdas han jugado en la Argentina al servicio de intereses extranjeros. A esta crítica de las izquierdas, creo haber contribuido algo en mis libros, con la peculiaridad de que la misma ha partido de una consideración nacional del problema sin ceder un ápice en mis convicciones ideológicas. De ahí la eficacia de tal crítica. Tengo, pues, derecho a hablar. Pero del fracaso de las izquierdas en la Argentina con relación al pasado, no puede deducirse en modo alguno que esas izquierdas no se nacionalicen. Al revés -y aunque esto encone a los ultramontanos— es en gran parte gracias a la crítica de la “izquierda nacional” surgida con la caída de Perón, que en el orden ideológico esas izquierdas ayer metecas mentales, asisten hoy a un fecundo viraje hacia el país. Y lo que interesa es el país. No los prejuicios ideológicos de las sectas. Es sobre todo la juventud de izquierda la que asiste a esa nacionalización ideológica, y negar este hecho, o verlo con temor, no es mas que una manera del reaccionarismo político. Y por ultimo, libros del orden de éste sólo pueden surgir como efecto de la lucha patriótica por la liberación histórica que ha dejado cauto herencia el peronismo, ese gigantesco movimiento nacional de masas, al cual pertenezco.

J.J.H.A.
Buenos Aires, marzo de 1963.