jueves, 30 de septiembre de 2010

PRIMERA CLASE DICTADA EL 15 DE MARZO DE 1951


por Eva Perón

Es para mí un placer y un honor muy grande poder hablar a los peronistas desde esta tribuna y, sobre todo, poder hacerles llegar mi modesta voz en una de las materias más queridas para los peronistas: "La historia del peronismo".
Cuando el director de la Escuela Superior Peronista me pidió que yo dictase un curso extraordinario en ella, advertí su gran importancia y quise medir la responsabilidad que significaba para mí el narrar, en cierto modo, el extraordinario capítulo de nuestra historia que estamos viviendo y que las generaciones venideras sabrán apreciar, porque en él estamos construyendo la grandeza de la Nación.
Yo me alegré, entonces, porque hablar de la historia del movimiento peronista, era, en cierto modo, recordar con ustedes, con los alumnos de esta escuela, con hombres y mujeres peronistas de corazón, todas las jornadas de lucha y de gloria
de nuestro movimiento, vividas en estos pocos años, en una Patria tan cara para nosotros. Cuando el doctor Mendé me habló para que dictara esta clase, pensé que si bien significaba una gran responsabilidad, hablar de la historia del movimiento peronista era un honor para mí, que había vivido sus difíciles momentos, su gestación, sus triunfos y la culminación de sus realidades. Por eso acepté dictar este curso.
Pensé que estos siete años del movimiento peronista podían medirse con los pocos años de mi vida, porque los he vivido con gran intensidad. Y digo pocos años, porque para mí es lo mismo que para aquella viejita a quien San Martín le preguntó qué edad tenía, y que contestó al Libertador que era muy niña, porque tenía la edad de la Patria. Para mí la vida empieza el día en que mi camino se encontró con el camino del general Perón, día que yo siempre he llamado con orgullo "mi día maravilloso". Es por eso que desde el día en que conocí al general Perón, yo le dediqué mis ensueños de argentina y abracé la causa del pueblo y de la Patria, dando gracias a Dios de que me hubiese iluminado para que, joven aún, pudiera brindar mi vida al servicio de una causa tan noble como es ésta de Perón.
Yo me di cuenta de que la historia del peronismo necesitaba una explicación y de que esa explicación sólo se puede dar ubicando al peronismo en la historia de nuestro pueblo, y, más aún, en la historia del mundo. Y advertí que era también necesario poseer algunos conocimientos de historia universal y de la filosofía de la historia; y aunque siempre he tenido un amor extraordinario pro la historia, reconozco que solamente me he detenido en las páginas de los grandes hombres, porque he querido siempre hacer un paralelo entre los grandes hombres y el general Perón. Es que la comparación de nuestro Líder con los genios de la humanidad siempre me resultó interesante, y he llegado tal vez por mi fanatismo por esta causa que he tomado como bandera –y todas las causas grandes necesitan de fanáticos, porque de lo contrario no tendríamos ni héroes ni santos-, a hacer un paralelo entre los grandes hombres y el general Perón.
Todos ellos –los grandes hombres del pasado- lucharon por un imperio, por encontrarse a sí mismos... pero el general Perón lucha por algo más grandes: lucha por encontrar la felicidad del pueblo argentino. Solamente con estos conocimientos de historia, en los que he me detenido bastante, y con el gran amor por la causa de Perón, yo voy a tratar de cumplir aquí con este curso y explicarles a ustedes la historia de nuestro movimiento, como lo veo en medio de la historia del mundo y de la historia de los pueblos.
El General, en su discurso inaugural, hizo un elogio a la intuición femenina; yo creo también en la intuición femenina de una manera especial y me permito recurrir a esa intuición en esta Escuela en que las alumnas y alumnos de una cultura superior pueden colaborar conmigo para tratar de profundizar y de ahondar nuestra historia del peronismo. La intuición no es para mí otra cosa que la inteligencia del corazón; por eso es también facultad y virtud de las mujeres, porque nosotras vivimos guiadas más bien por el corazón que por la inteligencia.
Los hombres viven de acuerdo con lo que razonan; nosotras vivimos de acuerdo con lo que sentimos; el amor nos domina el corazón, y todo lo vemos en la vida con los ojos del amor.
Yo aquí, como mujer y como peronista, voy a tratar de profundizar la historia del peronismo con el corazón. Los hombres sienten y sufren menos que nosotras; no es un defecto, la naturaleza que es sabia sabrá por qué lo ha hecho. Pero nosotras las mujeres, cuando amamos a un niño, cuando amamos a un anciano, tratamos de consolidar su felicidad. Los hombres con más facilidad pueden destruir, pueden matar. Ellos no saben lo que cuesta un hombre; nosotras, sí.
Cuando una mujer tiene la intuición de que un hijo que está lejos está enfermo o le ha pasado una desgracia, es que siente y ve con los ojos del alma y el corazón; es que la mirada se ha alargado más allá; es la mirada del amor, que es la que siente, que es la que presiente y lo ve todo. Es por eso que yo he querido ser, como mujer argentina, la eterna vigía de la Revolución, porque quiero ser una esperanza dentro de nuestro movimiento, para poder colaborar con la obra patriótica y ciclópea de nuestro Líder de construir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Pero para poder lograr la obra ciclópea del general Perón, hay que buscar la luz en otros factores: en el pueblo y en el Líder. La historia del peronismo que yo vengo a dictar aquí, no será más que la historia de ellos, de esos grandes amores
de mi vida, que junto con la Patria llenan todo mi corazón. Para que esta historia
de siete años que todos nosotros vivimos tan felizmente sea explicada, tenemos que empezar aceptando que debemos comenzar por definir quiénes fueron sus personajes. Pero en realidad, si se analiza a fondo todos los personajes de las épocas de los pueblos, hallaremos allí dos clases de personajes: los genios y los pueblos, y aquí, en la historia del peronismo, no hay más que dos personajes, solamente dos: Perón y el pueblo. Y es por eso que estos dos personajes, o sea el genio y el pueblo van escribiendo con tintas brillantes y obscuras, los millares y millares de capítulos que componen la vida de la humanidad.
En general la historia del mundo es la suma de esas dos historias que corren juntas. Yo sé que sobre este tema de los pueblos y de los grandes hombres es mucho lo que se ha escrito y que quizá mis puntos de vista en esta materia sean discutibles, pero yo tengo sobre toda otra explicación, una ventaja extraordinaria. Nosotros estamos viviendo una época maravillosa, una época que no se da en todos los países ni tampoco en todos los siglos, y ésta es una verdad indiscutible.
Los críticos, los supercríticos, los detractores de Perón, podrán escribir la historia como les parezca, como se les antoje, deformando o tergiversando, o decir la verdad, pero lo que no podrán decir, explicar ni negar jamás, es que el pueblo lo quiso a Perón.
Explicar este hecho, es casi explicar toda la historia del peronismo, pero este hecho resultaría inexplicable si no repasamos en la historia universal, el problema
de los pueblos y de los hombres o el problema de los hombres y de los grandes pueblos. Hoy quiero decir sobre esto solamente algunas cosas, algunos conceptos generales, para analizar en una segunda clase, ya profundamente, en particular, el tema de los pueblos en la historia, y luego, en otra clase, la apasionante materia de los grandes hombres, para después abordar el tema de la agrupación de hombres en el mundo y tomar después el de las revoluciones, para llegar así a nuestra revolución justicialista, y hacer la comparación, que será siempre ventajosa, porque nuestra revolución ha sido hecha por un grande hombre apoyado por un pueblo que buscaba su felicidad y cuyo camino le marcó su conductor.
Solamente quiero hoy analizar un problema un poco general: el de los grandes hombres, narrando algunas anécdotas para explicar cosas o casos que son a veces inexplicables.
Cuando nosotros, desde este balcón alto del siglo XX damos vuelta hacia el pasado, advertimos en seguida que la historia del mundo no es un camino que viene recto hacia nosotros. No; la historia que nosotros vemos desde aquí se nos parece un camino montañoso, que tiene sus valles y sus montes; los valles son los ciclos vacíos de los grandes pueblos, los ciclos en que los pueblos han perdido su tiempo luchando sin objetivos y sin grandes ideales. Los montes son aquellas etapas altas del camino, en que se ha dado el milagro de que el hombre encuentra la manera de conducir a un pueblo hacia sus altas regiones, o de que un pueblo ha encontrado a un hombre que lo ha sabido conducir para escribir una página brillante en la historia de la humanidad.
Algunos creen que la historia la hacen solamente avanzar las grandes personalidades: éstos son los individualistas de la historia. Carlyle, por ejemplo, decía en su gran obra: "Ros herus" que "la historia universal es, en el fondo, la historia de los grandes hombres".
Otros en cambio, afirman que la historia es obra exclusiva de los pueblos: son los colectivistas de la historia. Ellos son los que afirman, por ejemplo, que aun cuando San Martín no hubiese venido a conducir a los ejércitos criollos a su destino de gloria, otro hubiera ocupado su lugar y hecho lo mismo.
Yo creo que la verdad aquí, como en tantas partes, reside en una tercera posición.
Nada haría un pueblo sin un conductor, ni hada haría un gran conductor sin un gran pueblo que lo acompañase y lo alentara en sus grandes ideales. Y tampoco vale un pueblo preparado para recibir a un genio, si el genio no nace
allí, en ese siglo y en ese pueblo.
Los genios no tienen explicación en el medio en que nacen. No son los pueblos ni los siglos las causas de los grandes genios. Por eso muchas veces la historia tiene que resignarse a dar como única explicación del genio la que dio de Napoleón, llamándolo simplemente el hombre del siglo, el corso singular, o el escultor de su tiempo.
A veces, como en el caso de Napoleón, ni el mismo genio se explica, y debe acudir a una frase inexplicable: "yo soy un trozo de roca lanzado en el espacio".
De él pudo decir tal vez con cierta razón, uno de los historiadores de la época: "Napoleón llegaba de edades remotas", lo que es dar una explicación a algo inexplicable.
Los grandes hombres no tienen su causa en el medio en que se desarrollan, pero tampoco los pueblos solos pueden avanzar en la historia sin tener quien los conduzca. Por eso es que no todos los siglos ni todos los pueblos tienen la gracia de encontrar al hombre que necesitan. Y es una verdad indiscutible que los pueblos sienten necesidad de grandes encarnaciones; es así como pueblos que no las han tenido, han exaltado ciertas figuras imaginarias, como hicieron los romanos con Rómulo y los españoles con el Cid, figuras mitológicas, convirtiéndolos en personajes más o menos gloriosos, que pasaron a ser arquetipos de la nacionalidad.
Al mirar la historia de la humanidad desde este punto de vista no encontramos otra cosa que pueblos en busca de grandes hombres y, también, muchas veces hombres en busca de grandes pueblos. Cuando se encuentran los dos, entonces el siglo se viste de gloria y marca en la historia una página brillante, para que en ella se escriban sus hazañas y sus nombres. Lo importante es que los dos, pueblo y genio, se encuentren.
A ustedes les parecerá extraño que yo, una mujer humilde de la Patria, al tomar un tema eminentemente partidario como la historia del peronismo, esté divagando entre pueblos y grandes hombres y haya ido a tocar la historia universal para hablar de una cuestión tan contemporánea como la nuestra. Pero es que quiero hacer con ustedes un estudio profundo de la historia del peronismo, porque Perón, que es para mí de los grandes, no sólo por sus grandes obras sino también –como lo vamos a ver en clases posteriores- por sus pequeñas cosas, ha realizado esto que repasando la historia no hemos visto en ningún otro hombre, con la perfección con que las lleva a cabo un hombre singular de los quilates del general Perón.
La historia del peronismo, como la definiré más adelante, se reduce a dos personajes: el genio y el pueblo, Perón y los descamisados. Para tomarla, hay que tomarla profundamente, y yo quiero llevar esto un poco por la historia universal, para después situarnos en la historia que nosotros los argentinos estamos escribiendo a diario con nuestro apoyo, con nuestra fe y con nuestro trabajo silencioso y a veces de renunciamiento, para colaborar con la obra ciclópea y patriótica del general Perón.
Decía un gran escritor, en sus "Reflexiones de la historia del mundo", que no le es dado a cada época tener su grande hombre y no le es dado tampoco a cada genio encontrar su siglo, y tal vez haya en alguna parte grandes hombres para grandes cosas que no existen. Mucha gente piensa que los grandes hombres no podrían surgir en estos tiempos de progreso y de civilización, que han creado grandes masas de hombres cuya cultura superior impediría que se desarrolle un hombre o un personaje extraordinario, que solamente podría llegar a conducir hombres poco cultos u hombres y mujeres poco civilizados. Pero este argumento se derrumba: el culto de los héroes no es de los incivilizados sino de los civilizados. Será tal vez, sin duda, mucho más difícil que una personalidad genial triunfe en un pueblo culto, pero allí donde triunfe ese hombre, tendrá también el derecho de ser honrado con el título de grande. Más aún, podemos afirmar con la experiencia de la historia, que los pueblos más cultos son los que han tenido siempre la suerte de ser iluminados por los meteoros de los genios y creo que a veces los grandes hombres se encuentran, por esta misma razón, en el mismo siglo y aun en el mismo pueblo, como Aristóteles y Alejandro, como Goethe y Napoleón y como Bolívar y San Martín. Muchas veces incluso la historia nos muestra cómo estos grandes hombres se enfrentan unos a otros, y así se ha dado el diálogo de Alejandro con Diógenes: ¿Qué quieres de mí? –preguntó Alejandro a Diógenes-. Que te alejes de mí porque me quitas el sol –le respondió Diógenes-. Y dice la historia que Alejandro se fue murmurando: "Si no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes".
Evidentemente la aparición de hombres extraordinarios en la historia, no está sujeta a ninguna ley. Los genios conductores pueden aparecer en medio de pueblos cuya masa tenga un nivel cultural inferior. La historia es creación de los hombres que saben iluminar el siglo con la marca de su propio carácter y sus propias realizaciones y que se destacan de sus contemporáneos, como una montaña en medio de una llanura. Por eso son grandes.
La historia es también la creación de los pueblos, porque los pueblos sin conductores casi no avanzan en la historia, como tampoco la historia avanza nunca sin grandes pueblos aunque tengan grandes conductores, porque éstos sucumben por falta de colaboración, a veces por cobardía y a veces por incomprensión.
A mí me ha de ser un poco difícil presentar aquí la figura de nuestro gran conductor, porque solamente tengo la elocuencia de una mujer sencilla, de pueblo.
Presentarlo a Perón o descubrir su personalidad, es tan difícil como a un poeta o a un pintor querer pintar o descubrir al sol. Para ver cómo es el sol, que salgan y lo vean, y aun viéndolo, se deslumbrarán. Yo, para poder describirlo a Perón, los invito a ustedes a que salgan y lo vean.
Me he preguntado, estudiando un poco a los grandes hombres para poder también estudiar a un hombre extraordinario de los quilates del general Perón: ¿cómo podría remediarse esto de que los grandes pueblos y los genios, no se encuentren en el mismo siglo? Creo que he ha sido posible llegar a una conclusión, conclusión que es más bien producto de un razonamiento lógico, que me ha sido dado por la experiencia de nuestro movimiento en la historia de nuestro pueblo y en la historia del mundo.
Nuestro pueblo ha vivido una larga noche, hasta encontrar a un genio como es el general Perón. Y ha podido mantener sus valores morales y espirituales intactos, para reconocer al genio, apoyarlo, iluminarlo y darle fe con su cariño, con su consecuencia y con su tenacidad constante ante los debates de los intereses más crudos del más rancio capitalismo.
Nosotros, como bien dice nuestro Presidente, podemos jactarnos de que lo mejor que tenemos es el pueblo. La grandeza de Napoleón –volviendo hacia los grandes de la historia universal-, reside no tanto en haber iluminado su propio tiempo como en haber creado en el pueblo un estado de conciencia que ha sobrepasado a su siglo y a su genio. Por eso, a pesar de que Napoleón hizo padecer tanto a los franceses, éstos siguen inclinándose ante su memoria en Los Inválidos.
Y lo más importante aun es que siguen sintiéndose unidos a él. Y ese sentimiento, ese estado de conciencia, que por unir a todo un pueblo, puede en cierto modo llamarse conciencia social, es lo que nuestro querido Líder ha logrado; y tenemos nosotros que ayudarle a afianzar la conciencia social que permita que cuando él, el grande, tenga que alejarse de nosotros por la ley de la vida, el pueblo pueda sobreponerse a los hombres de menos quilates –porque no todos son grandes hombres- para imponerles su acción. La doctrina debe estar arraigada en el corazón del pueblo, para que éste pueda hacerla cumplir al más mediocre de todos los gobernantes que pudiera venir. Nosotros estaremos unidos al nombre del general Perón, que, por grande, sobrepasará un siglo. Si no ocurriera así, los argentinos no mereceríamos el calificativo de gran pueblo, por no haber sabido valorar y aquilatar a un hombre de los quilates del general Perón.
Cuando un pueblo tiene la desgracia de quedarse sin su conductor, como decía hace un momento, la verdad histórica nos prueba que solamente puede seguir su camino en la noche sin perderse, si su conductor desaparecido ha logrado crear en el pueblo esa conciencia social, dándole unidad, que es como decir dándole un ideal común, un mismo espíritu, que es el espíritu que forman y que dejan como un sello permanente e indeleble en los corazones de los pueblos, los grandes conductores. Yo, que tengo el placer de compartir casi todas las horas del día con todos los hombres humildes de mi Patria, puedo casi asegurar desde esta tribuna que el general Perón ha logrado ya esa conciencia social, que ha inculcado en el pueblo argentino.
Nosotros la tenemos que perfeccionar, y para ello no podemos distraer la doctrina del genio para crear caudillos; no podemos distraer la doctrina del conductor, que es la felicidad de todos los argentinos, para favorecer a un grupo.
Para favorecernos a nosotros mismos debemos ser amplios, grandes como la doctrina del General, y utilizarla para engrandecer a la Patria; utilizarla para consolidar la independencia económica; utilizarla para lograr la felicidad del pueblo argentino y utilizarla para que por siempre sepan todos los pueblos del mundo que los argentinos somos políticamente soberanos, económicamente libres y socialmente justos.
Esta tribuna se ha abierto para inculcar en todos los peronistas –y yo me alegro que ustedes sean peronistas que están en la lucha- que no se dejen llevar por un entusiasmo pasajero, para que piensen que los pueblos que quieren consolidar un movimiento no tienen más que un hombre grande, y que los grandes hombres no nacen por docenas, ni dos en un siglo; nace uno, y tenemos que bendecir a Dios que nos haya favorecido con el meteoro del genio entre nosotros.
Además, debemos convencernos que no es lo mismo servir a un genio, que servir a un caudillo; que no debemos tomar la política como un fin, sino como un medio para servir al prócer y a la causa. Por lo tanto, nosotros nos debemos sentir apóstoles de la obra y servidores de la causa de un gran hombre.
Los caudillos en nuestro país han utilizado siempre a los hombres humildes y han utilizado sus puestos de lucha para servir a intereses mezquinos o bastardos.
Ellos, llegados al poder, han olvidado al pueblo y a veces e incluso lo han desconocido.
Por eso nosotros, los argentinos, y sobre todo los peronistas, que tenemos el privilegio de tener un genio, como yo lo califico desde este momento al general Perón, no nos podemos detener en la baja politiquería de servir a un caudillo, de querer "levantar" hombres, porque ha aparecido en la República Argentina un genio y los genios nacen; no se hacen.
Por tratarse de compañeros que están en la lucha honrosa de hacer conocer nuestra doctrina, de tratar de inculcarla a muchos otros compañeros que luchan por ideales comunes, me he de referir a este punto expresamente en otra clase.
Yo nunca me he dejado de preocupar lo suficiente cuando veo a hombres humildes que son utilizados por los políticos en sus intereses mezquinos y bastardos, girando al genio y queriendo vivir bajo su sombra. No se olviden, compañeros y compañeras, que toda luz tiene sombra; tratemos nosotros de ser luz, nunca la sombra.
Como este tema sobre los métodos y la acción en las unidades básicas y su relación con la política mezquina no está dentro del temario de estas clases, cuando terminen estos cursos voy a pedirle al señor director que me permita dar una clase especial sobre esta materia, para los compañeros y compañeras, interpretando y auscultando así los sentimientos de nuestro gran Líder.
Cuenta la historia que uno de los hombres que estuvo más cerca de Napoleón fue Fouché; y nadie se explicaba por qué, siendo Napoleón un genio y un conocedor de hombres, siempre lo tenía tan cerca y lo distinguía. Pero, siendo que Fouché le era desleal, Napoleón lo tenía demasiado cerca porque lo conocía demasiado bien y necesitaba controlarlo.
Tratemos nosotros de estar cerca del corazón del Líder, pero lealmente con nuestro trabajo honrado, luchando y trabajando para llevar agua al molino del líder común, que es llevarla al pueblo y a nuestro movimiento. Nosotros gastamos nuestras energías reconociendo que tenemos un conductor y un maestro, que tenemos un guía y un Líder. Y pensemos que todas las patrias, al crear un símbolo, lo han hecho para mantener su unidad espiritual y nacional. Nosotros, que no hemos tenido que andar por muchos siglos buscando al hombre, como lo buscaba Diógenes; que lo hemos encontrado, porque él ha venido a nosotros, nos ha hablado y nos ha traído sus ensueños patrióticos y sus magníficas realizaciones; nosotros pongámonos entonces a trabajar honradamente, pongamos el hombro y el corazón para que las futuras generaciones de los argentinos puedan decir que esta generación ha sido benemérita para la Patria, porque habiendo encontrado al genio lo supo apoyar y acompañar sin retaceos y sin mezquindades.
Nosotros hemos encontrado al hombre; no tenemos ya más que un solo problema: que cuando el hombre se vaya, como dijo nuestro Líder, la doctrina quede, para que sea la bandera de todo el pueblo argentino.
No ha de ser la aspiración del pueblo argentino –y sobre todo la de nosotros, los peronistas, a quienes me dirijo al hablar en esta clase- la de trabajar con ropa hecha. Nosotros queremos una obra de arte, y las obras de arte no se venden en serie sino que son obras de un artista que las ha creado. Por lo tanto, no se pueden comprar al por mayor ni fabricarlas todos los días.
Nosotros tenemos una obra de arte; sepamos aprovecharla para bien de la Patria; sepamos aprovecharla para nuestros hijos y para todos los que vendrán, y tratemos que los argentinos del mañana no tengan que decir, al hablar de ese hombre que está quemando su vida en aras de la felicidad de la Patria y de su grandeza: ¡Cuánto hicieron sufrir los argentinos, por su incomprensión, a un patriota! Sobre todo, nosotros, los peronistas que tenemos el insigne honor de compartir la responsabilidad de construir esta Nueva Argentina, debemos brigar la esperanza y juramentarnos trabajando todos por Perón, por la Patria y por su pueblo.
La historia de los pueblos es, en síntesis, como lo veremos en nuestra próxima clase, la historia de sus luchas por conseguir esta unidad y este espíritu del que estoy hablando, porque los pueblos saben que solamente este espíritu y esta unidad podrán salvarnos de los períodos vacíos en los que la noche cae sin ninguna estrella, aun sobre los pueblos que creyeron alcanzar el privilegio de la eternidad.
Es necesario que repasemos todas estas cosas de la historia universal para entender nuestro movimiento peronista y apreciarlo debidamente. Al pueblo argentino hay que mirarlo a través de sus vicisitudes y también, por qué no decirlo, a través de las vicisitudes de los demás pueblos. Tendríamos que analizar el problema de la conciencia social que nuestro Líder proclamó como necesidad fundamental.
El general Perón hace unos días, al inaugurar el Congreso Interamericano de Seguridad Social, proclamó que él ambicionaba crear una conciencia nacional y que creía que todos los pueblos deberían tratar de lograrla, para que los pueblos, una vez que la tuvieran, pudieran aplicarla a los gobernantes que se desviaran del buen camino, para que cumplieran sus inquietudes y sus esperanzas. Unicamente un hombre sincero y honrado, un gobernante de los quilates del general Perón, puede hablar con esa sinceridad, con la sinceridad de un apóstol.
Unicamente el general Perón puede decir, con la frente bien alta, que quiere que el pueblo, en cualquier momento y en todo instante, le señale el camino. El General sólo quiere –cosa rara en este siglo- auscultar los latidos del corazón popular.
Y tendremos que buscar en la historia de los grandes hombres, la unidad que nos permita medir la grandeza de nuestro Líder.
Será éste nuestro primer trabajo. Empezaremos por estudiar la pequeña grande historia de estos años de la revolución peronista. Yo invito a los alumnos de esta escuela superior para que hagan el camino conmigo, aunque yo no pueda guiarlos con toda la ciencia necesaria. Ustedes me podrán perdonar pensando que pongo en este trabajo, que para mí es tan difícil, todo mi amor, mi fe y mi fervor peronista.
Los críticos de la historia dicen que no se puede escribir la historia ni hablar de ella, si se lo hace con fanatismo, y que nadie puede ser historiador si se deja dominar por la pasión fervorosa de una causa determinada. Por eso yo me excluyo de antemano. Yo no quiero, en realidad, hacer historia, aunque la materia se llame así. Yo no podría renegar jamás de mi fanatismo apasionado por la causa de Perón. Yo solamente quiero hacer lo que dije aquí el día que inauguramos esta Escuela: que aprendamos, si es posible, que aprendamos a querer aun más al general Perón. Eso es lo que voy a hacer y lo confieso honradamente pensando en Perón, en su doctrina y en el movimiento. Desde aquí yo trataré de hacer la historia del peronismo.
Yo quisiera que las compañeras y los compañeros alumnos, en la próxima clase que dictaré en esta Escuela Superior Peronista, quieran hacerme llegar cualquier pregunta para aclarar cualquier punto de vista dentro de las líneas doctrinarias en que hemos encarado estos cursos. Yo voy a hacer aquí la historia del peronismo al servicio de la doctrina, de Perón y de la causa. Puedo tal vez hacerlo porque saben bien todos ustedes los peronistas de la Patria, que Eva Perón, por ser Eva Perón, es una misma cosa con Perón: donde está Perón, está Eva Perón.
Y yo pretendo ser eso, porque quiero que cuando vean llegar a Eva Perón ustedes sientan la presencia superior del Líder de la nacionalidad. No ambiciono nada más que comprenderlo en sus inquietudes, en sus sueños y en sus ideales patrióticos. En estos ocho años de mi vida junto al Líder, no he hecho más que auscultar su corazón, para interpretarlo y conocerlo y también para llegar mi pensamiento a los compañeros que luchan por ideales comunes.
Ustedes habrán visto que Eva Perón jamás ha hecho una cuestión personal; y como yo sé que es desgraciado aquel que no se equivoca nunca, porque no hace nada, al equivocarme he reconocido inmediatamente el error y me he retirado, para que no fuera a ser yo la causa de un error que pudiera perjudicar al movimiento.
Así deben ser ustedes, honrados para reconocer cuando se equivocan, y honrados y valientes para hacer llegar, en cualquier momento, a todos los peronistas, la voz sincera, valiente y doctrinaria de nuestra causa. Ha de ser grande la causa del General cuando nosotros, en lugar de someternos y conformarnos con los viejos comités, escuchando la voz del Líder, formamos unidades básicas de la Nueva Argentina en la vida política, tanto en lo que se refiere a los compañeros como a las compañeras.
Pero no nos conformamos con eso los peronistas, porque el general Perón es hombre de creaciones y de realizaciones. Es por eso que se ha creado esta Escuela Superior Peronista, para esclarecer mentes, para que conozcan, sientan y comprendan aún más, si es posible, esta doctrina, de la cual algunos de ustedes serán los realizadores y otros, como dijo nuestro querido Presidente y Líder, los predicadores, que irán por todos los caminos polvorientos de la Patria desparramando las verdades de esta Nueva Argentina y de un genio al que debemos aprovechar: no se olviden que –según dijo Napoleón- los genios son un meteoro que se queman para iluminar un siglo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Los pobres de la tierra


por José Martí

Callados, amorosos, generosos, los obreros cubanos en el Norte, los héroes de la miseria, que fueron en la guerra de antes el sostén constante y fecundo, los mozos recién venidos del oprobio y de la aniquilación del país, trabajaron todo el día Diez de Octubre para la patria que acaso los más viejos de ellos no lleguen a ver libre; para la revolución cuyas glorias pudieran recaer, por la soberbia e injusticia del mundo, en hombres que olvidasen el derecho y el amor de los que les pusieron en las manos el arma del poder y de la gloria.-- ¡Ah, no! hermanos queridos. Esta vez no es así. Ni se ha adulado, suponiendo que la virtud es sólo de los pobres, y de los ricos nunca; ni se ha ofrecido sin derecho, en nombre de una república a quien nadie puede llevar moldes o frenos, el beneficio del país para una casta de cubanos, ricos soberbios o pobres codiciosos, sino la defensa ardiente, hasta la hora de morir, del derecho igual de todos los cubanos, ricos o pobres, a la opinión franca y al respeto pleno en los asuntos de su tierra: ni con otra moneda que con la del cariño sincero, y el amor armado en el decoro del hombre, y la viril fiereza de quien no se tiene por varón mientras haya en la tierra una criatura mermada o humillada, se compró esta vez esa fe tierna de los hombres del trabajo en la revolución que no los lisonjea, ni los olvida. No se ha bajado a la tiniebla: ni se ha adulado, cobarde, en la hora de la necesidad, a los que, en la verdad del seco corazón, se desdeña y aleja, o se mira como poco mientras no se necesita su ayuda; ni han apretado manos en la sombra la demagogia y la venganza.
Para salvar a la patria de crímenes se ha madurado el alma pura de esta revolución: no para cometerlos. Pero el cubano obrero, dispuesto ya para la libertad por su fatiga de hombre acorralado, y por la idea creadora que en la vida real ha desenvuelto,-- en vez de desatarse en invectivas, al amparo del cadalso español, contra los que, de una vez por todas, quieren, con la unión de las fuerzas posibles, sacar del cadalso en que está al honor de Cuba, y del destierro en que en su propio pueblo viven, a los cubanos -- en vez de morder las manos de los libertadores, y besar las manos de los déspotas a quienes aborrecen,-- en vez de ayudar, en lengua escarmentada, al Gobierno que en sus mayores desarrollos jamás consentiría, por su naturaleza e incapacidad política, y por las necesidades de sus hijos sobrantes o viciosos, la plena vida americana indispensable a Cuba para que no se le antepongan y la reemplacen sus competidores libres, -- en vez de negarse a dar de sus manos el socorro que, en las vueltas de la preocupación, desconozca acaso mañana, en la hora del triunfo de la República, a los que para ponerle al hombro un arma más privaron a su casa, en un mes triste, del pan, o del vino pobre, o del abrigo de la criatura, o de la medicina,-- en vez de esto, decimos, el cubano obrero bajó la cabeza sobre el trabajo el día de los héroes, y en el tesoro de la justicia y del honor humano, echó con las manos fuertes su óbolo sin nombre.
¡Ah, hermanos! A otros podrá parecer que no hay sublime grandeza en este sacrificio, que cae sobre tantos otros. Que el rico dé de lo que le sobra, es justo, y bien poco es, y no hay que celebrarlo, o la celebración debe ser menor, por ser menor el esfuerzo. Pero que el que, a puro afán, tiene apenas blancas las paredes del destierro y cubiertos los pies de sus hijos, quite de su jornal inseguro, que sin anuncio suele fallarle por meses, el pan y la carne que lleva medidos a su casa infeliz, y dé de su extrema necesidad a una república invisible y tal vez ingrata, sin esperanza de pago o de gloria, es mérito muy puro, en que no puede pensarse sin que se llene de amor el corazón y la patria de orgullo.
Sépanlo al menos. No trabajan para traidores. Un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan: del acomodo que acapara, y de la justicia que se rebela: de la soberbia que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su puesto, ni cede el suyo: de los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos: y el gobierno de un pueblo es el arte de ir encaminando sus realidades, bien sean rebeldías o preocupaciones, por la vía más breve posible, a la condición única de paz, que es aquella en que no hay un solo derecho mermado. En un día no se hacen repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la independencia, la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no ha llegado aún, en la faz toda del mundo, el género humano. Pero no será ésta, no, la revolución que se avergüence, -- como tanto hijo insolente se avergüenza de su padre humilde,-- de los que en la hora de la soledad fueron sus abnegados mantenedores. Bello es, aunque terrible, después de bárbara batalla, ver huir por el humo, a los ruidos deshechos de la derrota, el pabellón que simboliza el exterminio de una raza de hijos a manos de sus padres, y el robo al mundo de un pueblo que puede ser bello y feliz. No menos bello, ni de menos poder, el día Diez de Octubre, era ver trabajando sin paga a los cubanos obreros, todos a la misma hora, todos recién salidos de sus tristes hogares, por la patria, ingrata acaso, que abandonan al sacrificio de los humildes los que mañana querrán, astutos, sentarse sobre ellos. Bello era ver, a una misma hora, tantos corazones altos, y tantas cabezas bajas.
¡Ah, los pobres de la tierra, ésos a quienes el elegante Ruskin llamaba "los más sagrados de entre nosotros"; ésos de quienes el rico colombiano Restrepo dijo que "en su seno sólo se encontraba la absoluta virtud"; ésos que jamás niegan su bolsa a la caridad, ni su sangre a la libertad! -- ¡Qué placer será,-- después de conquistada la patria al fuego de los pechos poderosos, y por sobre la barrera de los pechos enclenques,-- cuando todas las vanidades y ambiciones, servidas por la venganza y el interés, se junten y triunfen pasajeramente al menos, sobre los corazones equitativos y francos,-- entrarse, mano a mano, como único premio digno de la gran fatiga, por la casa pobre y por la escuela, regar el arte y la esperanza por los rincones coléricos y desamparados, amar sin miedo la virtud aunque no tenga mantel para su mesa, levantar en los pechos hundidos toda el alma del hombre! ¡Qué placer será la muerte, libre de complicidad con las injusticias del mundo, en un pueblo de almas levantadas! -- Callados,'amorosos, generosos, los cubanos obreros trabajaron, todos a la vez, el Diez de Octubre, por una patria que no les será ingrata.

lunes, 20 de septiembre de 2010

SINTESIS DEL PROYECTO MUNDIALISTA “NUEVO ORDEN”. PARA SER IMPUESTO EN LAS NACIONES IBEROAMERICANAS


por Mohamed Alí Seineldín

“Esta globalización” no es mas que el nuevo disfraz de los imperios de siempre para someter nuestras capacidades a sus intereses.
En la Argentina ya vivimos una situación parecida a partir del fin del siglo pasado. Tuvimos experiencias dolorosas, como la “semana trágica” y la “década infame”. Entonces el sometimiento llegó a extremos de la esclavitud.
A partir de 1943, y más precisamente, desde 1945, nuestra Nación pudo revertir esta injusticia. Se estableció un verdadero “Estado Nacional”, que logró el desarrollo pleno, tanto en lo político, como en lo económico y en lo social; fuimos realmente soberanos, pudimos desarrollar las estructuras industriales y las agropecuarias, desde la producción hasta la comercialización. Todo esto asegurado desde un sólido poder financiero, promotor de todas las sanas iniciativas, supimos cual era el verdadero sentido de la palabra justicia social.
Hoy nos imponen, otra vez, la ley del sometimiento al más fuete, la década perversa, que debimos soportar, en la más cruel de las modalidades liberales. Estamos nuevamente en la opción de seguir esclavos o recuperar nuestra esperanza.
Para mí es muy claro el camino; debemos desglobalizarnos… ”Es hora de volver a casa…”

jueves, 16 de septiembre de 2010

Las reivindicaciones feministas


por José Carlos Mariátegui

Laten en el Perú las primeras inquietudes feministas. Existen algunas células, algunos núcleos de feminismo. Los propugnadores del nacionalismo a ultranza pensarían probablemente: he ahí otra idea exotica, otra idea forastera que se injerta en la metalidad peruana.
Tranquilicemos un poco a esta gente aprensiva. No hay que ver en el feminismo una idea exotica, una idea extranjera. Hay que ver, simplemente, una idea humana. Una idea característica de una civilización, peculiar a una época. Y, por ende, una idea con derecho de ciudadanía en el Perú, como en cualquier otro segmento del mundo civilizado.
El feminismo no ha aparecido en el Perú artificial ni arbitrariamente. Ha aparecido como una consecuencia de las nuevas formas del trabajo intellectual y manual de la mujer. Las mujeres de real filiación feminista son las mujeres que trabajan, las mujeres que estudian. La idea feminista prospera entre las mujeres de oficio intelectual o de oficio manual: profesoras universitarias, obreras. Encuentra un ambiente propicio a su desarrollo en las aulas universitarias, que atraen cada vez más a las mujeres peruanas, y en los sindicatos obreros, en los cuales las mujeres de las fábricas se enrolan y organizan con los mismos derechos y los mismos deberes que los hombres. Aparte de este feminismo espontáneo y orgánico, que recluta sus adherents entre las diversas categorías del trabajo femenino, existe aquí, como en otras partes, un feminismo de diletantes un poco pedante y otro poco mundane. Las feministas de este rango convierten el feminismo en un simple ejercicio literario, en un mero deporte de moda.
Nadie debe sorprenderse de que todas las mujeres no se reunan en un movimiento feminista único. El feminismo tiene, necesariamente, varios colores, diversas tendencias. Se puede distinguir en el feminismo tres tendencies fundamentals, tres colores sustantivos: feminismo burgués, femininismo pequeño-burgués y feminismo proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones de una manera distinta. La mujer burguesa solidariza su feminismo con el interés de la clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de las multitudes revolucionarias en la sociedad futura. La lucha de clases –hecho histórico y no aserción teórica- se refleja en el plano feminista. Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden, por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama humano, la clase diferencia a los individuos más que el sexo.
Pero esta pluralidad del feminismo no depende de la teoría en sí mismo. Depende. Más bien, de sus deformaciones practices. El feminismo, como idea pura, es esencialmente revolucionario. El pensamiento y la actitud de las mujeres que se sientan al mismo tiempo feministas y conservadoras carecen, por tanto, de íntima coherencia. El conservatismo trabaja por mantener la organización tradicional de la sociedad. Esa organización niega a la mujer los derechos que la mujer quiere adquirir. Las feministas de la burguesía aceptan todas las consecuencias del orden vigente, menos las que se oponen a las reividicaciones de la mujer. Sostienen tácitamente la tesis absurda de que la sola reforma que la sociedad necesita es la reforma feminista. La protesta de estas feministas contra el orden Viejo es demasiado exclusiva para ser válida.
Cierto que las raíces históricas del feminismo están en el espíritu liberal. La revolución francesa contuvo los primeros germens del movimiento feminista. Por primera vez se planteó entonces, en terminus precisos, la cuestión de la emancipación de la mujer. Babeuf, el leader de la conjuración de los iguales, fue un assertor de las reivindicaciones feministas. Babeuf arengaba así a sus amigos: “no impongáis silencio a este sexo que no merece que se le desdeñe. Realzad más bien la más bella porción de vosotros mismos. Si no contáis para nada a las mujeres en vuestra república, haréis de ellas pequeñas amantes de la monarquía. Su influencia sera tal que ellas la restaurarán. Si, por el contrario, las contáis para algo, haréis de ellas Cornelias y Lucrecias. Ellas os darán Brutos, Gracos y Scevolas.” Polemizando con los anti-feministas, Babeuf hablaba de “este sexo que la tiranía de los hombres ha querido siempre anonadar, de este sexo que no ha sido inútil jamás en las revoluciones”. Mas la revolución francesa no quiso acordar a las mujeres la igualdad y la libertad propugnadas por estas voces jacobinas o igualitarias. Los Derechos del Hombre, como una vez he escrito, podían haberse llamado, más bien Derechos del Varón. La democracia burguesa ha sido una democracia exclusivamente masculina.
Nacido de la matriz liberal, el feminismo no ha podido ser actuado durante el proceso capitalista. Es ahora, cuando la trayectoria histórica de la democracia llega a su fin, que la mujer adquiere los derechos politicos y jurídicos del varón. Y es la revolución rusa la que ha concedido explícita y categóricamente a la mujer la igualdad y la libertad que hace más de un siglo reclamaban en vano de la revolución francesa Babeuf y los igualitarios.
Mas si la democracia burguesa no ha realizado el feminismo, ha creado involuntariamente las condiciones y las premises morales y materials de su realización. La ha valorizado como elemento productor, como factor económico, al hacer de su trabajo un uso cada día más extenso y más intenso. El trabajo muda radicalmente la metalidad y el espíritu femeninos. La mujer adquiere, en virtud del trabajo, una nueva noción de sí misma. Antiguamente, la sociedad destinaba a la mujer al matrimonio o a la barraganía. Presentemente, la destina, ante todo, al trabajo. Este hecho ha cambiado y ha elevado la posición de la mujer en la vida. Los que impugnan el feminismo y sus progresos con argumentos sentimentales o tradicionalistas pretenden que la mujer debe ser educada sólo para el hogar. Pero, prácticamente, esto quiere decir que la mujer debe ser educada sólo para funciones de hembra y de madre. La defensa de la poesía del hogar es, en realidad, una defensa de la servidumbre de la mujer. En vez de ennoblecer y dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja. La mujer es algo más que una madre y que una hembra, así como el hombre es algo más que un macho.
El tipo de mujer que produzca una civilización nueva tiene que ser sustancialmente distinto del que ha formado la civilización que ahora declina. En un artículo sobre la mujer y la política, he examinado así algunos aspectos de este tema: “a los trovadores y a los enamorados de la frivolidad femenina no les falta razón para inquietarse. El tipo de mujer creado por un siglo de refinamiento capitalista está condenado a la decadencia y al tramonto. Un literato italiano, Pitigrillo, clasifica a este tipo de mujer contemporánea como un tipo de mamífero de lujo.
“Y bien, este mamífero de lujo se irá agotando poco a poco. A medida que el sistema colectivista reemplace al sistema individualista, decaerán el lujo y la elegancia femininas. La humanidad perderá algunos mamíferos de lujo; pero ganará muchas mujeres. Los trajes de la mujer del futuro serán menos caros y suntuosos; pero la condición de esa mujer sera más digna. Y el eje de la vida femenina se desplazará de lo individual a lo social. La moda no consistirá ya en la imitación de una moderna Mme. Pompadour ataviada por Paquín. Consistirá, acaso, en la imitación de una Mme. Kollontay. Una mujer, en suma, costará menos, pero valdrá más.
El tema es muy vasto. Este breve artículo intenta únicamente constatar el carácter de las primeras manifestaciones del feminismo en el Perú y ensayar una interpretación muy sumaria y rápida de fisonomía y del espíritu del movimiento feminista mundial. A este movimiento no deben ni pueden sentirse extraños ni indiferentes los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La cuestión femenina es una parte de la cuestión humana. El feminismo me parece, además, un tema más interesante e histórico que la peluca. Mientras el feminismo es la categoría, la peluca es la anécdota.

lunes, 13 de septiembre de 2010

LA VOCACIÓN ANTIIMPERIALISTA


por Luis Alberto de Herrera

EL PRIMER IMPULSO

En 1902, "Desde Washington", comienza su largo derrotero antimperialista. Así lo escribe al Ministro de Relaciones Exteriores de la época, desde su cargo de secretario en la legación uruguaya:
"Washington, diciembre 15 de 1902. Ecxmo. señor Don Germán Roosen. Ministro de Relaciones Exteriores. Montevideo, Señor Ministro: Su Excelencia el señor Presidente de los Estados Unidos acaba de dirigir su mensaje al nuevo Congreso. Se trata de un meditado documento al que sólo me referiré en lo que nos es pertinente; esto es, a las declaraciones que contiene sobre política internacional. Las traduzco enseguida para exacto conocimiento de V.E. Dicen así: "Es de desear seriamente que todas las naciones de Sud América, tomen el rumbo que algunas de entre ellas ya han tomado con evidente éxito y que invitarán a sus playas el comercio, perfeccionando a la vez sus condiciones materiales y reconociendo que la estabilidad y el orden son los requisitos previos a todo desarrollo dichoso. Ninguna nación independiente de América tiene motivo para abrigar el más leve temor sobre una agresión de los Estados Unidos. Importa a cada cual imponer el orden dentro de sus propias fronteras y pagar sus obligaciones justas a sus acreedores extranjeros. Cuando esto hagan pueden estar ellas persuadidas de que, sean fuertes o débiles, nada tienen que temer de la intervención exterior. Más y más la creciente independencia y complejidad de la política internacional y de las relaciones económicas, da incumbencia a todos los poderes civilizados y ordenados del mundo para insistir en la buena política del globo". En otro párrafo se hace referencia al Tribunal de Arbitraje de La Haya, manifestándose el deseo de que todas las diferencias internacionales que puedan surgir en el futuro se diriman por los medios pacíficos. Lo indudable, señor Ministro, es que en el párrafo transcripto se avanza una grave advertencia a los países de Sud América. Allí se dice, a las claras, que las nacionalidades latino americanas están expuestas a una intervención de fuerza de parte de los Estados Unidos, cuando el desorden interno haga presa de ellas, más propiamente hablando, cuando los Estados Unidos juzguen que es llegado el caso de proceder así. Por supuesto que siendo tantas las tentaciones y encontrando cimiento en el motivo revolucionario, no importaría contrariedad asumir ese papel pacificador y de tan desastrosas consecuencias para la soberanía de los intervenidos. Se trata, pues, de un paso altamente significativo. El gobierno de Estados Unidos, por primera vez hace a la faz del mundo una declaración tan radical y amenazadora. No es ella otra cosa que un nuevo inciso de la ventajosésima doctrina de Monroe, cuyas proyecciones van aumentando con los años, a medida que aumentan las energías y voracidades del país que la creó. Queda constatado oficialmente que Estados Unidos se atribuye derechos jugosos de tutor, de inflexible tutor, sobre las naciones de Sud América. Entrego a la apreciación de V.E. tan arriesgada y pasmosa innovación internacional. Saludo a V.E. con mi consideración más distinguida. LUIS ALBERTO DE HERRERA".

EL URUGUAY INTERNACIONAL

Diez años después, Herrera va perfilando con nitidez su antimperialismo y, por supuesto, su natural recelo al crecimiento, ya voraz, de los Estados Unidos. Leemos en "El Uruguay Internacional" (escrito y editado en París, en 1912):
"El país de Washington no disimula ya sus voracidades, tan contradictorias con el consejo testamentario del patriarca. El arrebato del istmo a Colombia fundaría un proceso, si a veces no fuera Ilusión el derecho de los débiles. Los anales del despojo no ofrecen explicación más inicua de una gran iniquidad que la caída, a ese i aspecto, de labios del presidente Roosevelt: "I took Panamá" —yo bomé Panamá— así, a capricho, como se dispone de lo propio. ¿Qué diferencia media entre tal justificación y la que ensayaría, ante el magistrado, quien quitó al transeúnte su reloj? Siquiera en esta emergencia el agresor corre riesgo de castigo, por mano del agredido
0 por voz de la ley".
1 tel mismo libro, bastante desconocido por desgracia, y uno de lo* mojor logrados en opinión de Carlos Roxlo, reproducimos
iptos, con los que Herrera reitera su admiración histórica por
i ItlOOl Unidos, por su pujanza, por su organización interna; admiración que, evidentemente, no corre paralelamente a su i" " >i'ii"< nio on muteria de política internacional.
"Ahí está el ejemplo de lo:- Estados Unidos. ¿Qué nación puso jamás tanta base de equidad en sus orígenes? ¿No fueron sus crea dores aquellos pu. itanos que emigraron a las selvas vírgenes en procura de libertad civil y eligiosa? ¿No se educó la hermosa prole en el amor al derecho? ¿No se rompe un día y para siempre con la metrópoli por juzgar insoportable atropello el gravamen de algunos peniques impuestos al té y al papel sellado? ¡Deliciosas memorias! Cuando su noticia filtra en las viejas sociedades se esparce por el mundo, con un estupor, la esperanza de asistir al advenimiento, casi maravilloso, de una democracia prístina. Tocquevillo y La-boulaye, deslumhrados, marchan al encuentro de la nueva aurora. En sus honestas páginas flota el alivio de los grandes ensueños cumplidos. En efecto, aquellos peregrinos olvidados de la Europa; extraños a vulgares eodicias y a la definición del atentado cívico; trabajadores infatigables; con la plegaria encendida en el espíritu cuando descansa el brazo; austeros; equilibrados; libres del peligro vecinal; nietos y biznietos de quien, en éxtasis de muerte, aconsejara a sus descendientes no probar jamás la fruta del mal de la conquista, esos admirables peregrinos prometían ungirse heraldos de la justicia nacional. Sin embargo, ¡qué vuelco enorme han presenciado los tiempos!, como se ha hecho de tortuosa la línea recta bosquejada por los mayores cuáqueros; 4que infinita distancia separa a Franklin, enviado sereno de una humildad republicana, evangelizador de las virtudes desinteresadas, del imperialista presidente Roosevelt, victimario de pueblos y apóstol de la política del "big-stick" —del garrote— cernida sobre los organismos débiles "de nuestro hemisferio".
Así pensado y dicho apenas terminada la primera década del siglo, cuando tantos callaban el atropello y, por el contrario, subrayaban admiración sin límites por el creciente super-Estado, al colmo de tener por "salvadoras" sus intervenciones.
Estos apuntes rápidos del anti-intervencionismo en el Uruguay, van delineando lo que —a partir de 1939— será una obsesión en Herrera.
Adquieren inusitada fuerza las líneas transcriptas si se juzga que más que remoto, era remotísimo, en aquella época, el peligro yanki en nuestras costas. Así lo subraya en "El Uruguay Internacional", dedicado a analizar las relaciones de nuestro país con sus dos poderosos limítrofes; sobre todo con la Argentina y el problema jurisdiccional del Río de la Plata, defendiendo — con vigor— la tesis de la línea al medio en contraposición al talwer.
Sin embargo, insiste en denunciar al futuro invasor de América. Habla ya de las ,rariadas fondas de invasión. "¡Cuidarse de la seducción de los fuertes!" —proclama—. Y más aún: "¡Ciudarse del patronato económico!" —tan odioso o más que la infiltración ideológica o por la fuerza, por que es a la que más cuesta oponerse, la que nos toma más débiles.
Lo que le hace escribir, con acierto y clara percepción, a Carlos Zubillaga ("Herrera. La encrucijada nacionalista"):
"Por la vía del nacionalismo —una vía transitada con fervor místico— llega Herrera al antimperialismo. En este campo no reduce su aporte a la mera formulación de un rechazo teórico al imperialismo, sino que asume —con todos sus riesgos— una actividad militancia antimperialista, puesta de relieve en su acción diplomática, en su producción historiográfica, en sus intervenciones parlamentarias, en su acción política cotidiana. Proque hizo de su antimperialismo, arma de lucha permanente y vocación irrenunciable, sufrió en momentos de enajenación colectiva de los valores nacionales, el ataque desmesurado de muchos que demostraron a poco de andar, obsecuencia y servilismo frente a los poderes imperiales contemporáneos. Herrera no redujo, por otra parte, su comprensión del fenómeno imperialista a los aspectos exteriores del mismo, de más nítida proyección histórica, sino que indagó en la casualidad profunda del proceso y señaló la raíz económica del mismo".
Y transcribe, a continuación, estos párrafos de Herrera:
"El mejor fundamento de la autonomía política, arranca de la autonomía financiera, y del mismo modo que no es completamente libre, aunque lo parezca, el individuo que para gastar necesita recurrir al favor de sus amigos, sufren menoscabo en sus agitaciones externas las sociedades que piden eje para su desarrollo a las consideraciones, siempre molestas e hipotecarias, de los núcleos próximos".
Sigue Zubillaga:
"Esta comprensión de que en el origen del proceso imperialista se halla una motivación económica, le sirve para interpretar el caso cubano, al afirmar que mucho antes de estallar la guerra con España, los Estados Unidos decidían de la suerte económica de la isla. ("¿Dónde estaba, ya entonces, la verdadera metrópolis?", se pregunta). La conclusión que extrae del caso cubano, la vierte en una reflexión que es, a la vez, una advertencia: "Sugestivo el ejemplo precedente. Desde ya lo ofrecemos a la consideración de quienes sólo se alarman ante los gestos ejecutivos, sin advertir que lu política internacional más temible para los débCés es la acariciadora".

EL PROFETICO ALERTA

Con estos conceptos advierte, proféticamente al Uruguay del
12:
"...A todo esto ya Cuba era norteamericana por su dependencia comercial. La errada política arancelaria de la madre patria hizo más por la anexión que la fuerza de las armas. Dice el ilustre habanero doctor José Ignacio Rodríguez: "Poco a poco se ha viendo, sin que nadie pudiese remediarlo, que económicamente había dejado Cuba de ser una dependencia de España y se había convertido, del modo más completo y absoluto posible, de una dependencia americana". En 1886, el 94% de los productos cubanos pedía mercado a Estados Unidos. ¿Cómo sorprenderse de lo que ha sucedido y de lo que va a suceder? Las leyes de la vida han impuesto el patronato de la Unión. Que nuestro Uruguay comprenda el inmenso riesgo de estas subordinaciones a la economía vecina".
Párrafos más adelante, en el capítulo que lleva el sugestivo título: "Los pequeños pueblos: casos que enseñan", remata:
"Sellando la declaración del Congreso de que "el pueblo de la isla es y de derecho debe ser Ubre e independiente", las tropas americanas se retiraron apenas eligió Cuba su primer mandatario. ¿Asegura este antecedente que esa liberta*d no será interrumpida? Cuando la prosperidad económica de una nación depende de la benevolencia de otra nación vecina y mucho más poderosa, su autonomía, es también fruto de la ajena benevolencia. La enmienda Platt, que califica un menoscabo de soberanía, está en pie. Por otra parte, ya dos guerras civiles ha provocado la intervención yanki. Que tan elocuente ejemplo de una absorción inevitable nos arranque a la indiferencia internacional en que vinimos".
Para toda esta interpretación del caso cubano (que Zubillaga lo asocia a su comprensión de las motivaciones económicas en los procesos imperialistas), Herrera tuvo siempre vivida en su mente y en sus sentimientos, la exposición que José Martí realizara en la Conferencia Monetaria de las Repúblicas Americanas, en marzo de 1981; que reproducimos:
"Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político. La política es obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiere ser li bre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir alguno, prefiera al que lo necesite menos.

EN EL MISMO MERIDIANO

En abril de 1914, los estudiantes y el pueblo, organizados por una Comisión que presidió el poeta Fernán Silva Valdés (su abuelo Juan Valdés, fue soldado de Oribe), realizaron una manifestación pública por las calles de Montevideo, condenando la intervención de Estados Unidos en México.
En deplorable actitud, el Poder Ejecutivo ejercido por José Batlle y Ordoñez, le ofreció excusas a la embajada yanki por: "los excesos cometidos ayer por un grupo de jóvenes exaltados... ".
Luis Alberto de Herrera, que ocupaba una banca en la Cámara de Representantes, no vaciló un segundo, planteando un pedido de interpelación al Ministro de .Relaciones Exteriores. Del libro "Luis Alberto de Herrera. Su vida\'Sus obras. Sus ideas", de César Pintos Diago, tomamos la versión de los hechos:
"Fundando su pedido de interpelación al Ministro de Relaciones Exteriores, dijo que el diario oficial —El Día— dirigido por S. E. el presidente de la República, había combatido en columnas editoriales la manifestación juvenil realizada contra el intervencionismo, abriendo un intenso y decidido comentario a favor del derecho de intervención, sosteniendo que "cuando una nación incurre en desvarios internos es un derecho legítimo, que deben aplicarlo con urgencia sus vecinos, intervenir por las armas y llevar la tranquilidad a ese hogar convulsionado por la anarquía". Encuentro que esa afirmación del señor presidente de la República es de verdadera gravedad — dijo el Dr. Herrera— y que ella no debe pasar en silencio. Luego agregó: "Ningún país de Sud América, ni aún los más fuertes y los más capaces territorialmente y por su población, se permite conceder a nadie, ni en doctrina, el derecho de intervenir en las sociedades infortunadas. Pues sí los grandes países, vecinos de este mundo occidental no lo entienden así, ¿cómo es posible que nuestro Uruguay, pequeño y tan castigado en todo tiempo por las intervenciones que en tiempos terribles trajeron a su seno los desvarios de blancos y colorados, como es posible que en twU< puta, esa tesis, a la que debemos tantos desastres y más de una mutilación territorial, cómo es posible, repito, que éste país la acepte como buena?'...'
Conformando esta doctrina que, como oriental, juzgo esencialmente peligrosa, el Poder Ejecutivo, después de la manifestación creyó del caso enviar al señor Ministro de Relaciones Exteriores a dar explicaciones a su excelencia el señor ministro norteamericano sobre excesos que no habían existido, colmando, sin necesidad, las manifestaciones de cortesía. Estas actitudes de actualidad despiertan en el pensamiento otras memorias complementarias y que es del caso subrayar. Se ha dicho que durante aquel trágico desgarramiento de 1904, el Poder Ejecutivo de entonces solicitó, categóricamente, la intervención norteamericana para resolver así los asuntos internos de la familia uruguaya. Por mucho tiempo me ha parecido tan enorme, tan fuera de toda presunción lógica, tal aserto, que me he rehusado a creerlo. No veo como es posible que después de haber salido del período tormentoso de nuestra vida nacional, voluntariamente, y sin motivos, yolvamos al círculo dantesco de las intervenciones que tantafe veces recorriéramos antes. Pero Confieso que en presencia de estas actitudes correlativas del criterio oficial, es del caso tomar'en consideración aquel extraordinario aserto que murmura la op^iniórf y que ha sido recogido y refrendado desde las columnas de órganos autorizados de la prensa diaria. Por estas breves circunstancias, que no tendré inconveniente en ampliar si procediera, es que hago moción para que se invite a S. E. el señor Ministro de Relaciones Exteriores a que concurra a la Cámara en la sesión próxima, a dar explicaciones so bre la conducta oficial en los asuntos de México, y en las circunstancias que los rodean".
Estas manifestaciones, por sí solas, valen un proceso.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

En 1914 se desató la conflagración mundial. En el 17, cuando ya se anticipaba el final a favor de los aliados! Estados Unidos entra en guerra con Alemania. De inmediato comienzan las presiones en América, para atar a las jóvenes naciones al carro bélico de los yankis.
¿A qué título y por qué interés, dados nuestros modestos medios guerreros y ya prácticamente liquidado el pleito?
Herrera se opone y acuña el sello que volverá a utilizar veinticinco años después: "acto deslucido e indecoroso declarar la guerra a los vencidos".
Por lo demás ¿qué hay en el trasfondo? La estrategia aparece clara, por lo menos para los que saben ver o, en el caso, para los que quieren ver. La entrada de los países sudamericanos les crearía una dependencia solidaria, militar, política y económica de los norteamericanos. Caerían en sus garras, de las que ¿cuándo se soltarían?
. El Partido Nacional proclamó la neutralidad y el Dr. Washington Beltran fue su personero en memorable debate parlamentario.
Herrera no trepidó en denunciar, ante la opinión pública americana, el interés utilitario, sin un adarme de romanticismo, de los vecinos del Norte. "La Democracia" reprodujo un reportaje que se le hiciera en Buenos Aires, donde expuso con claridad y valentía su pensamiento:

NEUTRALIDAD

"...Este criterio estrictamente prescindente debe ser sobre todo evangélico para los países pequeños que, además de sus milicias organizadas, también necesitan de los grandes amparos del derecho. Para ellos siempre fue funestísima la política de las intervenciones, mediante equivocaciones humanitarias y redentoras que nunca faltan. Empeñosamente trabaja la cancillería norteamericana para obtener la adhesión de los países sudamericanos a su política guerrera. ¿Qué razón decorosa darán ellos para acompañarla en la aventura, que a ella le interesa y a nosotros no? Hemos de salir en jauría, a morder en las piernas de los germanos, mejor dicho, a morder a nadie, porque nada podemos, a fin de complacer a Estados Unidos? Ayer oía decir a un inteligente hombre de negocios que las conveniencias financieras, la posibilidad de colocar nuevos empréstitos, imponían seguir a los yankis en su nueva política mundial. Es en verdad doloroso que se rebajen tanto los grandes ideales que deben regir el desarrollo de los pueblos, al extremo de subordinarlos a la cotización de los títulos de la bolsa. ¿Y el penacho?... Por lo demás, los propios norteamericanos nos dan, con su propia historia, normas de conducta frente a la tempestad exterior. Siguiendo el consejo sabio de Washington, durante un siglo largo, Estados Unidos se mantuvo prescindente en todas las catástrofes ajenas al país. Estaba en embrión la nacionalidad, y todo inducía a sustraerse al peligro de otras complicaciones. No digo ya las grandes guerras europeas, ni siquiera los tremendos sucesos que tuvieron a Sud América por teatro, consiguiendo apurar el paso ni dí'U'tier la vista de los gobiernos norteamericanos. La emancipación de Sud América sólo tuvo platónicas aprobaciones de Estados Unidos; al Congeso de Panamá, convocado por Bolívar, llegaron tarde sus delegados; la monarquía exótica en México no lo llevó a romper lanzas con Europa, aunque varios lustros antes sus tropas entraron en el territorio de la hoy infortunada república, para arrebatarle inicuamente la flor de sus estados. Para eso sí, había fuerza, como la hubo después para apoderarse de Puerto Rico, de Haití y crear la república artificial de Panamá, ultrajando en su debilidad a la valerosa Colombia. Todo el siglo XIX, todos los colores de nuestra organización, todas las difíciles contingencias de nuestro ascenso, penoso y muchas veces terrible, fueron absolutamente ignoradas por Estados Unidos. Apenas el crimen de la guerra contra Paraguay detiene su atención sin conseguir perturbar mayormente su indiferencia. La causa de la libertad no le debe en Sud América a Estados Unidos ni un adarme de sacrificio o de pasión romántica. Guardóme de reprochárselos; sólo señalo un hecho notorio que es oportuno poner de manifiesto cuando, en un arranque de demencia o de excesiva frialdad utilitaria, se proclama que deben las repúblicas españolas atar sus destinos a la guerra, al destino imperialista de los Estados Unidos".

EL MACABRO DESFILE

"Son las nuestras, nacionalidades que están en embrión —como antes aquella— que deben aplicar toda su voluntad activa al desarrollo de sus maravillosas energías materiales, preparando el florecimiento de las morales, más embrionarias todavía. En vez de deslumhrar, más bien apesadumbra el caso ofrecido por la República de Cuba, que como lo proclama su Congreso, entra en la guerra europea por la sola razón de que Estados Unidos entra: ¡por gratitud! Dios nos libre de esas gratitudes que con el máximo peligro que puede gravitar sobre las nacionalidades jóvenes! ¡Son esas las virtudes de la enmienda Platt!
También se anuncia que Panamá, creación de Estados Unidos, se incorporará al macabro desfile ¡a título de defender el canal!... Por otra parte, se olvida que Norte América, que ha aumentado, como nadie, la hoguera con la leña prestada por sus ingentes cargamentos de armas y municiones, se apresta al combate después de ostentarse como pacificadora, cuando a ella le cabe máxima responsabilidad moral por el auxilio otorgado a los contendientes, mediante fabulosas ganancias. Después de negociar, groseramente, durante tres años, con el dolor europeo, porfiado el trabajo homicida en carne extraña, de sus manufacturas, ahora le suena la hora cómoda de romper una lanza por el ideal. ¡Fácil pretexto, para irse preparando contra el Japón o para evitarse, más adelante, la rivalidad mundial de Alemania! ¿Y hemos, las repúblicas sudamericanas, de seguir en su política personal!sima a la inmensa y calculadora nación del Norte, todo porque, a mil quinientas leguas de distancia, ella forma parte de este mismo hemisferio? Más de una vez he declarado como ciudadano uruguayo que nuestra acción diplomática, lejos como estamos de la esfera de influencia del coloso, debe dirigirse a intensificar nuestras vinculaciones con Estados Unidos, que pueden aportar un saludable contrapeso moral a este continente, sin salirse de la línea; pero este criterio, mezclado con el recuerdo admirativo que guardo de aquello pujante nación, no me ofusca al extremo de encontrar que debemos guerrear con Alemania por la inaudita razón de que Estados Unidos con ella guerrea..."

Capitulo I de "Antiimperialismo y los yanquis"

lunes, 6 de septiembre de 2010

Manifiesto del Partido Nacionalista Puertorriqueño


por Pedro Albizu Campos

A LA NACIÓN[1]

Dos partidos políticos concurren a las urnas: el partido de gobierno y el nacionalismo.
El partido de gobierno encarna el principio de la legitimidad del régimen interventor que nos explota, y le ofrece generosamente su más decidida cooperación a la política intervencionista americana.
Rivalidades engendradas por los puestos públicos y las bienandanzas del presupuesto, mantienen dividido al partido de gobierno en tres facciones que se denominan Unión Republicana, socialistas y liberales.
La lucha entre esas facciones es agria y despiadada. Sus directores han soliviantado las pasiones en las masas populares, produciendo divisiones peligrosas en la unidad patria. Esa labor afianza en tanto sea efectiva al imperialismo que nos tritura.
No hay derecho a incendiar los odios entre los miembros de la misma familia. El padre que eso hiciera con los suyos sería tachado de insensato. En el orden político los directores de las muchedumbres tienen mayor responsabilidad que un padre de familia. Es forzoso tachar de insensata una política que lanza a los puertorriqueños contra los puertorriqueños.
El Nacionalismo invita a todos a seguir normas de elevada concordia puertorriqueña, para mantener firme la oposición a la intervención norteamericana.
El programa de acción nacionalista va solamente a ese fin, para eliminar la injerencia extranjera que nos succiona la vida.
He aquí en síntesis su contenido.
“El Partido Nacionalista de Puerto Rico, solemnemente declara:
“Que es inaplazable la supresión inmediata de Estados Unidos de Norteamérica y se compromete a celebrar la convención constituyente que establezca en Puerto Rico el gobierno de una república libre, soberana e independiente, tan pronto reciba el sufragio de las mayorías.
Los ciudadanos de Puerto Rico que, dignos de su origen luchan por una patria independiente de toda tutela, deben ingresar en el Partido Nacionalista para presentar inmediatamente un frente único al invasor. Su adhesión a otros partidos políticos contribuye a la desorientación puertorriqueña, debilita la resistencia nacional, todo en beneficio único de la invasión imperial norteamericana, hábil y sistemáticamente dirigida desde Washington para reducir nuestro pueblo a la impotencia para que seamos parias en nuestra propia patria, para ser exterminados a breve plazo, como se ha comprobado.
“Tratará sin piedad a los nativos o extranjeros que, por buenas o malas artes, pretendan afianzar la ocupación extranjera en cualquier forma que se presente al país.
“Acabará con la ilusión de convertir a nuestra patria en una provincia norteamericana (SSC estado), porque eso representa la supresión voluntaria e ignomiosa de nuestra personalidad internacional”.
“Abolirá por todos los medios a su alcance el sistema obligatorio de enseñanza en la lengua del invasor, que desorienta y embrutece a nuestra juventud en grave perjuicio de nuestra personalidad cultural. Procurará mantener estrechas relaciones internacionales culturales y políticas, especialmente con las naciones de nuestro origen.
“Bajo el duro yugo de la ocupación norteamericana, de una nación de propietarios hemos pasado a ser una masa de peones, rica mina económica para la explotación del capital invasor.
“Libraremos al obrero inmediatamente del caudillaje del obrerismo desorientado de origen yanqui, que bajo la sugestiva denominación de socialista, pero sin definición política alguna, y, por tanto, los más hábiles y eficaces defensores de la intervención norteamericana, lo han hecho portador de la bandera norteamericana, bajo cuya sombra impera este régimen extranjero que nos ha convertido en esclavos de las corporaciones y empresas norteamericanas.”
El Partido Nacionalista desarrollará el siguiente programa económico:
1. Organizara a los obreros para que puedan recabar de los intereses extranjeros invasores la participación de las ganancias a que tienen derecho, asumiendo su dirección inmediata, poniendo hombres de talla, responsabilidad y patriotismo para dirigirlos. [2]
2. Procurara por todos los medios que el peso fiscal recaiga sobre los no residentes, para destruir el latifundismo y el absentismo y dividir la propiedad inmueble entre el mayor número de terratenientes.
3. Deberá por todos los medios a su alcance destruir el efecto del aparente libre cambio entre Estados Unidos y Puerto Rico, porque en realidad lo que existe es el monopolio que tiene el invasor norteamericano en nuestro mercado, tanto de compra como de venta, imponiendo las condiciones de venta para sus productos y de compra a nuestros productos.
4. Favorecerá exclusivamente el comercio nativo donde exista y fomentara donde haya desaparecido.
5. Favorecerá exclusivamente el consumo de los frutos de la tierra y la industria puertorriqueña, procurando por todos los medios a que se llegue a satisfacer las necesidades patrias.
6. Fomentará la exportación y el establecimiento de la industria de transportación marítima.
7. Favorecerá exclusivamente los bancos nativos y donde no los haya procurara que se organicen.
8. Procurara organizar las finanzas en tal forma de respetabilidad bancaria nativa que los depósitos nacionales se hagan sólo en sus bancos, y procurara librar al país de los empréstitos extranjeros, públicos o privados, para que la agricultura, el comercio y la industria en manos puertorriqueña puedan resurgir potentes.
“Finalmente declara el Partido Nacionalista que se limitara a la aceptación de los cargos electivos, y eso como medio para destruir la intervención extranjera.”
El nacionalismo repudia las alianzas, entendidos, actos, etc., con las facciones de gobierno porque constituye una imposibilidad moral la unión entre el separatismo que pugna por la constitución inmediata de la república y la claudicación organizada que apoya el presente gobierno irresponsable, aplazando con subterfugios la proclamación de la independencia.
Nuestro programa es claro, y un juramento solemne impone su cumplimiento. No se hizo para engañar al pueblo. La nación sabe que lo que implica votar bajo la bandera de la patria. Es imperativo que impondrá la celebración de la convención constituyente de la república al recibir el sufragio de las mayorías.
El nacionalismo es consciente de la realidad histórica que nos rodea. Es cierto, que en general, el reconocimiento de la independencia de las naciones ha sido el fruto precioso de una guerra.
La independencia de nuestros enemigos, Estados Unidos de Norteamérica, la impusieron las flotas y los ejércitos de Francia y de España.
La independencia de las naciones latinoamericanas fue creación de las naciones latinoamericanas fue creación de los genios libertadores, de Bolívar, Petión, San Martín, y sus eminentes tenientes secundados por la acción nacional que repudiaba la tutela de la Madre Patria misma.
La independencia de las naciones europeas es obra del equilibrio que fija la espada.
El respeto a las naciones asiáticas se debe en gran parte a los cañones japoneses.
La supresión de la injerencia extranjera no ha sido más dolorosa que los cambios radicales de regímenes constitucionales: de republica en monarquía o viceversa, de plutocracia a socialismo o viceversa.
Si bien es cierto que esa lucha en la edad contemporánea se ha hecho más terrible oca el poder mortífero de los modernos armamentos, es cierto también que el temor a mayores males ha impuesto el reconocimiento pacifico de la independencia de naciones intervenidas o la transformación de los regímenes constitucionales.
Así vemos en el siglo pasado la separación pacifica, de Noruega, de Suecia; en época contemporánea, el renunciamiento de Gran Bretaña a toda injerencia en la vida interna y externa de las naciones que fueron sus dominios, como el Canadá, Australia, Nuevas Zelandia, y África del Sur, y ciñéndose a regular sus relaciones con ella solamente a base de tratados de mutua conveniencia. Los antiguos dominios regulan sus relaciones diplomáticas con el resto del mundo, tienen su propio ejército y su escuadra, y sostienen las embajadas que estimen necesarias. Así el Canadá sostiene su propia embajada en Washington. No es raro que los aranceles aduaneros en Australia, el Canadá, Nueva Zelandia, o el África del Sur, perjudiquen la industria británica en beneficio de otras naciones y en virtud de tratados que las hicieran merecedoras en justa reciprocidad de ese privilegio.
La única vinculación entra la Gran Bretaña y las naciones libres hoy, que fueron sus dominios, es una dinastía monárquica común. Irlanda, sin embargo, acaba de plantear con franco éxito probable, la supresión del juramento de fidelidad a la Corona Británica, por ser ésta una cuestión de derecho constitucional.[3]
El caso de Santo Domingo frente a la intervención del mismo imperio norteamericano que nos explota es particularmente orientador para Puerto Rico.
Frente a un pueblo heroico como el dominicano, resuelto a todo, Estados Unidos de Norteamérica no tuvo otro remedio que retirar su intervención armada de la República Dominicana después de ocho años de ocupación militar de aquel gran país.
Aquella intervención fue tan ilegitima como la que por la violencia de la fuerza padece Puerto Rico. El tratado de París impuesto a España por Estados Unidos es nulo para Puerto Rico, porque no fue negociado por plenipotenciarios puertorriqueños, ni fue ratificado por el parlamento de Puerto Rico, a tenor de la Carta Autonómica. Esos requisitos eran indispensables para poner en vigor un tratado negociado entre la Madre Patria y otras potencias.
La Carta Autonómica nos reconocía personalidad internacional, y ese reconocimiento obligaba a todas las naciones libres, y era irrevocable. Puerto Rico no podía ser objeto de cesión. Su estatuto frente a España era superior al de Canadá frente a Gran Bretaña.
El nacionalismo emplazará a Estados Unidos ante el tribunal correspondiente internacional para imponer el respeto a la independencia.
La transformación pacífica de monarquía en republica en el Brasil a fines del siglo pasado, y recientemente en España, dan la clave de avance del respeto a la voluntad nacional.
El caso de Puerto Rico tiene que plantearlo la Convención Constituyente de la República.
Apelamos a la vía legal: el sufragio.
Un voto que se dé a una facción gubernamental, ya sea a la Unión Republicana, a la facción socialista o liberal es un voto que se tira al zafacón. Sirve solamente para justificar la intervención norteamericana. Esas Facciones son partidos de gobierno, o sea, del gobierno yanqui, para cooperar con ese gobierno enemigo de su patria, y forzosamente en perjuicio de Puerto Rico.
La cruz que se haga bajo la bandera de la patria, es simbólica de la redención nacional. Un voto es un voto libertador, y una protesta contra la ocupación extranjera.
Las facciones de gobierno, llámense liberales, unión republicana o socialista, nada pueden hacer por Puerto Rico; no pueden cumplir aunque quieran ninguna promesa que hagan al electorado.
La legislatura nada puede hacer porque gravita sobre todos sus proyectos el veto ejecutivo absoluto e irrevocable; la administración ejecutiva es la voluntad personal del gobernador yanqui; hasta la administración de justica está en Washington finalmente. Darle poderes a un incapacitado para actuar es una insensatez. Eso es lo que hace el elector cuando vota una candidatura unión republicana, liberal, o socialista. Los candidatos una vez electos no pueden hacer nada y se convierten en instrumentos del poder yanqui que ha arrasado con el país.
El nacionalismo ejercitara el derecho indiscutible de la nación a constituirse en una república libre, soberana e independiente, tan pronto reciba el sufragio de las mayorías. Mientras represente a una minoría sería un poder fiscalizador implacable.
Nos oponemos a la política de mendicidad que desmoraliza a todos. Lo que el pueblo necesita es trabajo honrado.
Nuestro plan de rehabilitación exige la suspensión de pago de la deuda pública. Este servicio cuesta al país seis millones al año y el tesoro mantiene en depósito más de esa cantidad para responder a esa obligación. Se dinero lo necesita el pueblo para levantar sus hogares.
Se ha anunciado la convocatoria para una sesión extraordinaria legislativa, y el país debe imponer este plan que los salve de la ruina y de la muerte.
El nacionalismo ha arrancado al gobernador el control de las elecciones y lo ha puesto otra vez en manos puertorriqueñas. Ésa es la razón de la persecución oficial contra nuestro movimiento político.
El control electoral en manos del gobernador obligaba a los directores políticos liberales, unión-republicanos y socialistas a estar a merced de la voluntad gubernamental, poder que el gobernador ha utilizado eficientemente para echar a pelear a los liberales con la coalición.
El nacionalismo ha salvado a esos directores de esa humillante situación. Nada tendrán que esperar o agradecer al jefe de la intervención.
Movimiento de concordia es el nacionalismo; de necesaria e imperiosa concordia puertorriqueña para acabar con el imperialismo yanqui.
La nación tiene por vez primera el privilegio de optar por su independencia o de optar por la continuación de su esclavitud.
A ti, elector, nos dirigimos. ¿Quieres la continuación de este régimen que te hace esclavo? Pues vota por los liberales, la Unión Republicana o la facción socialista.
¿Quieres ser libre en un país libre? Vota bajo la bandera de la patria.
San Juan, Puerto Rico, a dos de noviembre de 1932 en el 64 aniversario de la proclamación de la República.
La Junta Nacional: Rafael Rivera Matos, secretario general; Pedro Albizu Campos, presidente.

Notas:

[1]Fue escrito poco antes de que se realizasen las elecciones de 1932 en Puerto Rico. Puede considerarse a su vez una muestra del pensamiento social y anti-imperialista que dómino el pensamiento de Albizu.
[2] En el artículo “La Huelga Agrícola” Albizu Campos indica que no debía extrañar a nadie que los trabajadores optaran por organizarse corporativamente. De esa manera, señala, nadie tendría que hablar a nombre de ellos. Si los profesionales, empleados gubernamentales, industriales y otros se organizaban, por qué entonces los trabajadores no habrían de hacerlo. De acuerdo al Albizu Campos que asume las riendas de dicho proceso huelgario, los trabajadores “son el verdadero poder y la verdadera fuente de riqueza que tiene la patria”.
[3] No hay que olvidar que Albizu en sus tiempos como estudiante se solidarizó con las luchas de liberación de Irlanda y de la India.

jueves, 2 de septiembre de 2010

PERÓN, EL ASCENSO DE LAS MASAS Y LA DEGRADACIÓN DE LAS IZQUIERDAS

por Juan José Hernández Arregui

CAPÍTULO V

El golpe militar del 4 de junio, es un movimiento anticomunista pero también antioligárquico, es antiliberal pero no busca apoyo de las masas populares. Debía definirse ineludiblemente en un sentido reaccionario o popular. El Ejército Argentino ha sido partidario de la industrialización, coincidían históricamente con la vaga tendencia de la burguesía industrial, consolidada durante la guerra, hacia la independencia económica. La primer consecuencia fue una política proteccionista. La reacción del imperialismo y de las fuerzas internas proimperialistas ligadas al antiguo orden fue inmediata Perón comprendió la transformación que se había operado en el país. Mientras las fuerzas políticas de la vieja Argentina se polarizaban alrededor de la democracia formal incumplida, Perón desafió el potencial económico coligado de los intereses imperialistas, de los grandes diarios, de la burguesía mercantil de Buenos Aires, de la mayoría de la intelectualidad y apeló a los sectores populares decepcionados del radicalismo, a los estratos más castigados de la clase media, a las peonadas del interior que habían votado bajo la despótica voluntad del caudillo a radicales o conservadores, pero sobre todo, su campo de operaciones inmediato, fue el proletariado industrial de las ciudades.
El sentimiento de que el capital extranjero era la causa de todos los males era generalizado en la oficialidad la composición social del Ejército, cuyos oficiales no pertenecen a las clases altas, favoreció esta mejor comprensión, en sus cuadro de oficiales, de la fuerza que anidaba en el pueblo, y explica en parte, por qué el Ejército no tiró contra los obreros en octubre de 1945, a pesar de su temor a las masas.
Perón logró rápidamente el sostén de un sector social hasta entonces excluido, la clase obrera de origen provinciano sin ligazones con el débil, anárquico extranjerizante movimiento sindical de la ciudad puerto.
Esa masa, hasta entonces dispersa, en breve tiempo dio un salto histórico formidable hacia su unidad de clase en medio del desconcierto general de los partidos acostumbrados a comprar libretas donde había millones de argentinos víctimas de la opresión social. Se dio entonces, un frente nacional defentista fluido en torno al eje del Ejército. Tal tipo de alianza es inevutable en un país semicolonial y condiciona la posición atiimperialista del Ejército mismo. El Ejército vaciló cuando en el mes de octubre de 1945, la Marcha de la Constitución y la Libertad, reunió doscientas mil personas bajo la directa intervención del embajador estadounidense Spruille Braden.