lunes, 27 de diciembre de 2010

LA SANGRE DEL ESPIRITU


por Miguel Unamuno

La sangre de mi espíritu es mi lengua
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundos llene.
Ya Séneca la preludió aún no nacida,
y en su austero latín ella se encierra;
Alfonso a Europa dio con ella vida,
Colón con ella redobló la tierra.
Y esta mi lengua flota como el arca
de cien pueblos contrarios y distantes,
que las flores en ellas hallaron brote
de Juárez y Rizal (1), pues ella abarca
legión de razas, lengua en que a Cervantes
Dios le dio el Evangelio del Quijote.

Salamanca, 10 de octubre, 1910.
Rosario de sonetos líricos, 1911, en:
Obras completas, VI: p. 375.

extraído de LA LENGUA DE AMÉRICA - AMERICANIDAD

(1)A este héroe nacional de las Filipinas (1861-1896) le admira tanto Unamuno, que en su largo y meditado artículo “De la correspondencia de Rubén Darío”, reproducido en el presente volumen, no cita de los versos de Rubén, sino de los del mártir de Manila.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Homenaje al Gobierno de Guatemala presidido por Jacobo Arbenz.


por Salvador Allende.

4 de octubre de 1956

¡Decir que Guatemala tuvo un gobierno comunista! ¿Por qué? ¿Se nacionalizaron las industrias? ¿Se expropió la tierra en su integridad? ¿Se terminó con la propiedad privada? No, señor Presidente. Entonces, ¿qué razones se tienen?
¿.Acaso no existía un Parlamento elegido por el pueblo y un Poder Judicial autónomo?
¿Podrían sostener los señores Senadores hombres de cultura política y sociológicaque el gobierno del señor Arbenz realizó siquiera seriamente un capitalismo de estado? ¡Para qué decir que jamás pretendió ser un gobierno socialista! Las palabras tienen valor y las definiciones, contenido. Por la cultura de los señores Senadores y la nuestra, no podemos pasar por sobre ello.
¿Podrían decir Sus Señorías que el gobierno de Bolivia es socialista porque nacionalizó las minas de estaño? ¡Sería como sostener que el Gobierno laborista de Attlee fue socialista porque nacionalizó también dos o tres aspectos de la industria pesada!
¡No, señores Senadores, no juguemos con las palabras, los conceptos, las ideas, las
doctrinas económicas!
El gobierno de Arbenz fue un régimen que heredó, por la vía del sufragio, al único gobernante elegido en Guatemala por una justa popular, a un digno maestro, a un hombre de recia personalidad que debe ser respetado y que, no obstante, ha sido calumniado, al punto de que su rostro fue convertido en "affiche" pegado por la policía internacional en las propias calles de Santiago, acusado de agente comunista. Me refiero al ex Presidente de Guatemala Juan José Arévalo, gran figura americana.
Terminado su período, el señor Arévalo salió de su patria con una representación del gobierno guatemalteco que presidía Arbenz.
¿Qué hicieron Arévalo y Arbenz para que Sus Señorías puedan sostener que sus gobiernos fueron comunistas?
Un día el señor Arévalo -de quien me honro de ser amigo, como lo son muchos de los Senadores que se sientan en estos bancos- me dijo con dolor; "¡Guatemala, gobierno comunista! ¡Un país con un 70 por ciento de analfabetos, con un 70 por
ciento de descalzos, con un 70 por ciento de palúdicos! ¡Ese es el drama de mi patria, Allende!".
¿También fueron comunistas, para muchos de Sus Señorías, Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt? ¡Claro! ¡Si se atrevieron a tomar dos o tres medidas contra las empresas del petróleo! Creo que les alzaron los impuestos y les exigieron respeto a los trabajadores... ¡y eso bastó!
Contra el gobierno de Gallegos, la más limpia expresión de la voluntad de un pueblo
en la historia de América, se levantó la rebelión militar que Betancourt denunció como "la internacional de las espadas", acción bendecida y protegida por la hipocresía de la diplomacia internacional, inspirada por el Departamento de Estado.
Discrepo de la interpretación que el Honorable señor Moore hace de lo que él llama "los errores de la política norteamericana". El señor Senador liberal don Eduardo Moore se conduele porque los gobernantes norteamericanos sean tan tolerantes y respetuosos de la autodeterminación de los pueblos y por ello nada hagan contra las ignominiosas dictaduras de América.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Ante las elecciones presidenciales de 1937


por Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina

El gobierno que termina ha abandonado la soberanía de la Nación, entregando las facultades esenciales del Estado a las empresas extranjeras que explotan el crédito, los servicios públicos, la agricultura, y la ganadería del país. La organización económica de que se jacta no es más que el conjunto de los actos de sumisión. Al mismo tiempo ha trabajado con éxito para dominar, por la venalidad de sus integrantes, a las pretendidas direcciones políticas opositoras.

.....

Aparecen frente a ella, estando en realidad en la misma posición de dependencia de los negociantes imperialistas, los detentadores de las representaciones partidarias en el Comité Nacional y Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, cuyos componentes sostienen la candidatura del Dr. Marcelo T. de Alvear, que sólo se diferencia de la oficialista en que todavía no se ha hecho pública su consagración por la Cámara de Comercio Británica de Buenos Aires.

jueves, 9 de diciembre de 2010

LA SOCIEDAD URBANA SE MODIFICA


por Arturo Jauretche

Vamos a acercarnos ahora a los grandes centros urbanos. Dentro de estos, en especial a Buenos Aires, que será el caldo de cultivo del "medio pelo".
Pero todavía este momento no ha llegado.
Ahora es el de los "gringos" que ascienden —con la clase media que se constituye y la burguesía inmigratoria que apunta—, alterando el esquema tradicional; su carácter "gringo" provoca una cierta reacción tradicionalista no muy profunda, como se verá, porque la tradición de Buenos Aires es el antitradicionalismo, valga la paradoja: los "gringos" no tendrán que vencer la resistencia profunda que los criollos "inferiores" encontraban para su ascenso, ya que en el pensamiento de la "gente principal" la incorporación de los nuevos era un resultado natural de su política económica y racial.
Sin embargo, esta modificación de la estructura no fue muy perceptible para la clase alta, para la que la sociedad argentina seguía inmóvil: todo lo que ocurrió desde el mejoramiento de las razas vacunas, hasta su incorporación a la vida europea, significó sólo la incorporación de la Argentina a la civilización moderna.
Desde el alto nivel de los dueños de la tierra, lo que estaba sucediendo en la ciudad de tránsito entre Europa y el campo, era cosa de "escaleras abajo", porque no incidía ni en el patrimonio ni en su vida de relación. Ya hemos visto que para el autor de "Recuerdos del novecientos", todavía la clase media no existía.
Los "gringos", cuya misión era quedarse en el campo en las tareas rurales, invaden Buenos Aires, la cuidad por antonomasia, hasta el punto de que llegan a constituir la mayoría de la población adulta y se lanzan a actividades que no eran las presupuestas del bracero o de la chacra.

lunes, 6 de diciembre de 2010

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: TEOLOGÍA DEL MUNDO AMERICANO


por Manuel García Castellón

La TL se ha presentado en el mundo como aportación latinoamericana a la epistemología religiosa. Es una reflexión que, para los Boff, surge en la periferia de los centros mundiales de la cultura (120). El teólogo de la liberación es normalmente un clérigo latinoamericano, un dirigente espiritual y pastoral que, por su contacto directo con la realidad de la pobreza, se constituye en vector del clamor del pueblo. Dicho pueblo impetra de su Dios liberación física, cultural y espiritual. Un pueblo pobre, pero incuestionablemente creyente, para el que no cuentan los desafíos de racionalismo o agnosticismo. Frente al racionalismo, a dicho pueblo le choca que alguien quiera olvidar que Dios se define por su inteligencia inabarcable y misteriosa; frente al agnosticismo, el mismo pueblo afirma a su Dios en la herencia evangélica y en la continuidad de la Iglesia. En suma, el desafío noético a esta teología no consiste en los tradicionales cuestionamientos que el pensamiento europeo ha hecho de la fe, sino más bien en el escándalo promovido por los que crean, sancionan y mantienen las condiciones de pobreza infrahumana en el Continente. En todo caso, a nivel de cuestionamiento existencial, el problema consistiría en ver de qué manera el cristianismo puede conferir o restaurar dignidad al hombre que vive en la indigencia y bajo opresión. Con frecuencia, el opresor es miembro de la misma comunidad eclesial, como parte de la componente “farisaica”, y el contratestimonio de éste es lo que produce el último e in-confesado gran cisma de la Iglesia. El problema es de fuerte naturaleza dialéctica, según observa Dussel: “La teología pensada desde los esclavos de Egipto no es la misma, de ninguna manera, que la teología que podrían hacer el faraón o sus sacerdotes” (1977, 31). Y para Gustavo Gutiérrez, tal dialéctica es precisamente el motor creativo de esta teología, que recusa no sólo la opresión, sino la opresión sancionada por la “otra” teología que tradicionalmente emiten los centros de influencia:

En verdad, por primera vez en muchos siglos está surgiendo... un esfuerzo de reflexión sobre la fe fuera de los centros clásicos de producción teológica. Una reflexión que nace desde el reverso de la historia. Renunciar a pensar, como algunos parecían aconsejar... es traicionar la vitalidad de la fe de un pueblo en lucha por su liberación. Es crear un vacío que sería rápidamente ocupado por una reflexión que respondería a otras categorías, preocupaciones e intereses. (1982, 125).

De todas maneras, a nivel teorético, las teologías no se producen ex nihilo, ni tampoco —como dice el mismo Gutiérrez— “por encadenamientos de ideas en el aire. Son respuestas y pueden y deben ser también interpelación a vastos procesos históricos” (1982, 273). 0 sea, la TL surge de una necesidad histórica, pero articulada con otras grandes corrientes afines y de inspiración europea. Entre sus antecedentes modernos se podría empezar a partir de la rebeldía espiritual de Félicité de Lammenais, y seguir quizá con los existencialismos cristianos de Unamuno o Gabriel Marcel; el pastoralismo “kerygmático” de los años 30, que insistía más en la predicación que en la elaboración de sistemas; el humanismo cristiano de Léon Bloy; el humanismo integral de Jacques Maritain; la pastoral de los sacerdotes obreros franceses en los años 50; el personalismo de Emmanuel Mounier; el realismo de Maxence van der Meersch; la contestación política que, en la España de los 60, a nivel laboral y de enfrentamientos con las prelaturas, sostuvieron las ramas obreras de Acción Católica (J.O.C. y H.O.A.C.); la teología de dimensión social de los franceses Chenu, Lubac, Congar; la “Teología Política” de Dorothée Solle o incluso la “Teología de la Esperanza” de J. Moltmann. También algunos elementos del secularismo de Cox, Vahanian, etc. (teólogos de la “muerte de Dios”). Y a nivel estrictamente latinoamericano, Juan Rosales documenta que la aparición de la Rerum Novarum suscitó, entre los siglos XIX y XX y aún mucho después, toda una época de animado socialcristianismo en el Cono Sur: vg. las ideas sindicalistas del P. Fernando Vives (1871-1935); la acción social del P. Federico Grote (1853-1940); la tensión, años después, entre la Acción Católica Argentina y el poder peronista, con la actitud de valiente recusa de Mons. Franceschi (253-306).

Así, de la misma forma que había venido ocurriendo en América Latina en el ámbito de la filosofía o de la historia de las ideas, la Teología también llevaba a cabo procesos de mestizaje o síntesis que, vía pastoral, procuraban una respuesta a la situación concreta del continente, saqueado y empobrecido. Ante un estado de desprecio y opresión al pobre, ante la triple miseria social, cultural y espiritual, la Teología debía esforzarse en devolver, como dicen los hermanos Boff, su credibilidad al Evangelio y demostrar a través de la acción cristiana que Dios, lejos de ser la más conglobante de las alienaciones denunciadas por el marxismo, es el hontanar mismo del espíritu de compromiso social y humano (120).

Los teólogos de la ‘TL afirman que con esta corriente se llegaba por fin a la formulación de una verdadera teología americana. Es decir, aunque la reflexión se hubiese nutrido de experiencias y propuestas extranjeras, su adaptabilidad a la realidad americana —en virtud de la universalidad del mensaje liberador del Evangelio— le confería un fuerte arraigo en el mundo de las actitudes espirituales latinas. A partir de la realidad concreta de la injusta pobreza, y rechazándose ésta como contraria a la dignidad humana y cristiana, esta TL dice surgir de las mismas bases populares (por su carácter eminentemente oral, gestual o simbólico) hasta presentarse a niveles de elaboración pastoral y profesional. Se afirma también que su raíz está en los lejanos días coloniales, con Las Casas, Acosta, Vasco de Quiroga, etc., o sea, los primeros pastores en dar cuenta del difuso entrar de los pobres en la historia. Por ello, una historia de la Teología americana, a través de documentos, crónicas, relatos orales, pervivencias rituales, etc., debería hacer referencia al arraigo y continuidad histórica de la TL. “Debemos recuperar la historia de los Cristos azotados de América”, dice Gutiérrez (1982, 31) parafraseando a Las Casas.

fragmento del "Guamán Poma de Ayala: Pionero de la Teología de la Liberación. Capítulo I: teología de la liberación para un nuevo mundo"

lunes, 29 de noviembre de 2010

ORDEN GENERAL SOBRE LA ALIMENTACIÓN DE TROPAS

por Emiliano Zapata

El General Emiliano Zapata, Jefe de la revolución del sur y centro de la República, hace saber a las fuerzas de su mando y a los habitantes que radican en los pueblos y cuadrillas que corresponden a diversas zonas militares revolucionarias:
Primero. Queda estrictamente prohibido sacrificar ganado de la gente pobre o de los adictos a la causa que se defiende, y los contraventores de esta disposición incurrirán en grave delito haciéndose acreedores a una pena, salvo en los casos que se fijan a continuación.
Segundo. Para la alimentación de las tropas libertadoras se hará uso del ganado que corresponde a la revolución y que perteneció a los hacendados del Estado de Morelos y en general, a los enemigos de la causa que se defiende; pero sólo las fuerzas organizadas al mando de sus jefes respectivos, podrán sacrificar reses y de ninguna manera pueden hacer lo partidas de dos, tres, cinco u ocho revolucionarios dispersos que sin causa justificada se hallen fuera de sus jefes a quienes correspondan.
Tercero. Cuando una fuerza revolucionaria se halle en un punto donde no se encuentre ganado de la revolución, y que carezca de otros viveres, podrá disponer de reses pertenecientes a los adictos a la causa; pero siempre teniendo en cuenta que sean de personas que no se perjudiquen mucho, incurriendo en grave falta aquellos que no acaten esta disposición superior y quienes serán castigados irremisiblemente con severidad.
Cuarto. Los que no correspondan al ejército revolucionario y que por razón de la pobreza en que se encuentran, con motivo de las depredaciones que en sus intereses cometió el mal gobierno ilegal de Huerta, por medio de sus defensores traidores, y necesiten hacer uso del ganado, sacrificando reses para su subsistencia, podrán hacerlo, ya sea que pertenezcan a la revolución o a personas adictas a la causa; pero siempre que el ganado de los adictos a la revolución, cuando tenga que hacerse uso de éste, corresponda a personas que tengan más cantidad de reses y que no se perjudiquen mucho, para lo cual se dirigirán a la autoridad del lugar de que se trate o al jefe revolucionario más inmediato, a fin de que él nombre de entre los vecinos del lugar una comisión que se encargue de llevar a sacrificar las reses necesarias, y de repartir la carne entre la gente más necesitada del lugar; incurriendo en una grave falta aquellos que no obedezcan esta orden superior y quienes serán castigados con toda severidad.
Quinto. En todos los casos se cuidará de no sacrificar vacas paridas o bueyes, salvo cuando por no haber suficiente ganado, tenga que disponerse del que se encuentre; y serán castigados severamente los infractores de esta disposición.
Sexto. Queda estrictamente prohibido herrar ganado ya sea que pertenezca a la revolución, o bien que corresponda a otras personas y que resulte ser ganado ajeno; siendo castigados severamente aquellos que no respeten esta orden.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y dé el debido cumplimiento.
Dado en el Cuartel General del Estado de Morelos, a los veintiocho días del mes de octubre de 1913.

El General en Jefe del Ejército libertador del sur y centro

jueves, 25 de noviembre de 2010

ORACIÓN POR LA PAZ


por Jorge Eliécer Gaitán

Señor Presidente Mariano Ospina Pérez:

Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra Excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria.
En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes —de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies— han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.
Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan!
Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.
Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque ese concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que solo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados.
Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.
Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.
Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización!
Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!
Impedid, señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.
Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!
Os decimos finalmente, Excelentísimo señor: Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL DESTINO DE UN CONTINENTE (6)


por Manuel Ugarte

CAPÍTULO V

LA NUEVA ROMA

LA POLÍTICA DE LOS PUEBLOS DÉBILES. - EL "ANTIIMPERIALISMO" EN NUEVA YORK. - ARDIDES DEL CONQUISTADOR. EL GESTO DE ROOSEVELT Y EL SILENCIO DE LA AMÉRICA LATINA. - LOS MÉTODOS DEL AVANCE. - |SI HUBIÉRAMOS SABIDO!

jueves, 18 de noviembre de 2010

RUPTURA CON LA SECCIÓN MEXICANA

por León Trotsky

12 de junio de 1937[1]

Querido amigo[2]:

Ud. sabe que yo no intervengo en la política mexicana en general ni en la acción de la Liga Comunista Internacionalista sección mexicana en particular, pero ciertas manifestaciones de la Liga que afirma su solidaridad con el “trotskismo” me obligan a expresar por vuestro intermedio mi opinión con la mayor claridad.
¿Qué significa “acción directa”? ¿contra la carestía de la vida, huelgas, sabotaje, boicot, contra los hambreadores del pueblo?[3]
Es la primera vez en mi vida que escucho que el sabotaje es un método de lucha obrera. El sabotaje de la producción o de los transportes no significa la baja de los precios, sino el alza. Los farsantes stalinistas acusan a los trotskistas de sabotaje. Nosotros rechazamos esta acusación con indignación. Pero esta proclama de la Liga puede ser y será interpretada como la confirmación de las calumnias y las falsificaciones stalinistas.
¿Qué significa en esta caso la “acción directa” sin definir su contenido político? Esta fórmula del vocabulario anarco-sindicalista puede ser y será interpretada por nuestros adversarios como una incitación a la realización de actos terroristas.
El llamado es antimarxista, falso y aventurero. Pero no sólo eso: para esta política errónea, los autores del llamado eligieron una fórmula que parece creada especialmente para servir a los planes stalinistas.
Me reservo el derecho de condenar total y radicalmente esta política ligera y criminal. Estoy seguro que Ud. tendrá la misma opinión que yo.

Con mis más amistosos saludos.

Notas

[1] 1 Carta a D. Rivera. Traducido del francés de la versión publicada en Oeuvres, Tomo 14, pág. 125, editadas por el Instituto León Trotsky de Francia.
[2] El gran pintor y muralista mexicano Diego Rivera (1886-1957) había sido dirigente del Partido Comunista Mexicano, luego se ligó con la Oposición de Derecha de Lovestone. Se unió en 1936 a la sección mexicana, la Liga Comunista Internacional y fue miembro de su dirección. Fue, junto con su mujer Frida Khalo, quien hospedó a los Trotsky, a quienes les habían prestado la “Casa Azul”. En 1939 rompió con Trotsky y la IV Internacional (ver Balance de la ruptura de Diego Rivera).
[3] La dirección de la sección mexicana acababa de publicar un llamado a la “acción directa” contra la carestía de la vida. Lo inspiraba en ese momento el docente Luciano Galicia quien era en la LCI el adversario de Diego Rivera y sobre todo de Octavio Fernández.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Proclama revolucionaria del 4 de febrero de 1905


por Hipólito Yrigoyen

Manifiesto: La Unión Cívica Radical al Pueblo de la República

Ante la evidencia de una insólita regresión que, después de veinticinco años de transgresiones a todas las instituciones morales, políticas y administrativas, amenaza retardar indefinidamente el restablecimiento de la vida nacional; ante la ineficacia comprobada de la labor cívica electoral, porque la lucha es de la opinión contra gobiernos rebeldes alzados sobre las leyes y respetos públicos; y cuando no hay en la visión nacional ninguna esperanza de reacción espontánea, ni posibilidad de alcanzarla normalmente, es sagrado deber de patriotismo ejercitar el supremo recurso de la protesta armada a que han acudido casi todos los pueblos del mundo en el continuo batallar por la reparación de sus males y el respeto de sus derechos.
Sustanciar aquí las causas que determinan esta suprema resolución, sería suponer que la Nación no está compenetrada de ellas.
Son tan profundas que, si no han tronchado su porvenir, han malogrado al menos su vitalidad en uno de los períodos de mayor actividad y de más franca expansión.
La moral y el carácter, esos atributos con que Dios ha iluminado el universo revelando al hombre que sobre su frente lleva un rayo de divinidad, parece que no inspiran ni fortifican el espíritu de la Nación, cuando los gobernantes pueden inferirle los agravios que es penoso constatar una vez más, al reproducir el esfuerzo reivindicatorio.
Difamada la República en todos los centros del mundo, el descrédito seguirá latente y pasará a los anales de su vida, sin que sea dado precisar cuánto daño le habría ocasionado, ni cuándo retornará a la plena seguridad de su prestigio.
Agotada y perturbada durante el mejor desarrollo de sus energías, ya no recuperará la vida perdida, cualquiera que sea el acrecentamiento futuro. Desmoronado íntegramente su organismo político, será obra premiosa del concurso y de la solidaridad nacional levantarlo en todo su imperio, renovando e inculcando la enseñanza de sus principios y acentuándolo en los hechos por su recta aplicación y funcionamiento.
Es ésta una severa lección para no consentir las desviaciones de los gobiernos, dejándolas impunes, porque se hacen irreparables y asumen el carácter de responsabilidades colectivas, infiriendo a la sociedad males que no debió sufrir o privándola de beneficios que debió alcanzar.
Todo ha sido conculcado desde su cimiento hasta su más alta garantía. El sufragio, condición indispensable de la representación electiva, ha sido falseado primeramente y simulado por fin, con intermitencias de sangrientas imposiciones.
La vida comunal, la más directa demostración de las libertades públicas, la primera escuela político-social y una de las bases de nuestra organización, ha sido sucesiva e implacablemente menoscabada en su prestigio y en su eficiencia, hasta quedar suprimida, aún en esta Capital, centro de gloriosas conquistas humanas por ley fundada en la agraviante ironía de su notoria incapacidad de practicarla.
Mediante un sistema de punibles irregularidades, las provincias han sido convertidas en meras dependencias administrativas. Los gobernadores invisten y ejercen la suma de los poderes, y a su vez se posternan ante el Presidente de la República, quien por el hecho de serlo adquiere prepotencia tan absoluta que todos, hasta el Congreso y las legislaturas, se someten incondicionalmente a su voluntad para afianzarse en el cargo que detentan, retomarlo si lo han perdido o conseguirlo si lo aspiran.
Las constituciones, para cuya revisión las sociedades bien dirigidas buscan las horas tranquilas y concurrentes de la opinión, has sido rehechas y deshechas al arbitrio de los gobernantes, no para ampliar los derechos o darles más garantías, sino para restringirlos o falsearlos, arrogándose mayores poderes y extendiendo sin necesidad el enorme personal administrativo. En cambio, no se han cumplido muchos de los más fecundos preceptos que ellas consagran, como medios conducentes y eficaces para la mejor legislación y el bienestar de los pueblos.
La verdad y la eficacia de la doctrina que tiene por base el gobierno del pueblo por el pueblo reside en el grado de libertad con que la función electiva se realiza. Sin ésta no hay mandato sino usurpación audaz, y no existe vínculo leal alguno entre la autoridad y el pueblo que protesta. Las demás instituciones que se fundan en el hecho de esa representación y están destinadas a recibir su calor, quedan anuladas y mutiladas en su verdad y energía.
Desde la justicia y la instrucción, tan primordiales como fundamentales, hasta el ejército y las finanzas, todos los centros y ramas del gobierno están en el caos, acusando descenso moral, incompetencia y abandono de los más importantes intereses de la Patria. Las cátedras, las magistraturas, la dirección de los institutos científicos, la jefatura de las reparticiones y, en una palabra, todos los cargos públicos, se conceden a los cortesanos con prescindencia de integridad y de ilustración. La labor administrativa se traduce en obra inorgánica y destructora, en la contradicción permanente de las iniciativas más opuestas, mientras quedan sin solucionarse los grandes problemas del bienestar nacional.
En el derroche irresponsable y sin contralor, se ha disipado la riqueza del país con la cual estaríamos en condiciones de abordar con éxito la ejecución de las obras públicas que la civilización impone. Gravita sobre el país, comprometiendo su presente, el peso de una deuda enorme, de inversión casi desconocida, que pasará a las generaciones futuras como herencia de una época de desorden y de corrupción administrativa. El presupuesto es ley de expoliación para el contribuyente, de aniquilamiento para la industria, de traba para el comercio y de despilfarro para el gobierno. El pueblo ignora el destino real de las sumas arrancadas a su riqueza, en la forma de impuestos exorbitantes, porque el Congreso no cumple el deber de examinar las cuentas de la Administración para hacer efectivas las responsabilidades emergentes de los gastos ilegales y de la malversación de los dineros públicos.
La población permanece casi estacionaria, siendo evidente que cuando menos debiéramos constituir un Estado diez veces millonario, fuerte y laborioso, con personalidad respetada en el mundo trabajando en paz y libertad la grandeza de la Patria.
Tan absolutas son las absorciones del poder, que no existen leyes ni garantías seguras; y tan profunda es la depresión del carácter que, dentro del régimen, no hay conciencia que resista, ni deber que no se abdique ante la voluntad del presidente o del gobernador.
El predominio de esa política egoísta y utilitaria, que mantiene sistemáticamente clausurado el camino de las actuaciones dignas, ha esterilizado las mejores fuerzas del carácter y de la inteligencia argentinas. Han sucumbido, las unas en el esfuerzo de la lucha activa, en la protesta contra el régimen; se han rendido, otras, víctimas del descreimiento o falta de valor cívico, y se extinguen las más en el ostracismo de la vida pública, impedidas de prestar a la Nación el servicio de su patriotismo y de sus luces.
Hemos pasado por las más graves inquietudes internacionales, que debiendo ser un accidente, han sido una preocupación de años para concluir desprestigiándonos en Sud América, y modificando la historia y la carta geográfica argentina.
La personalidad moral de la Nación ha sido reducida. Debíamos haber asumido ya una significación doblemente importante en el escenario del mundo y estamos aún confundidos entre las Repúblicas subalternas e inorgánicas de América, expuestos a sufrir las consecuencias de las sociedades que por no desenvolverse paralelamente al deber y al progreso, se ven forzadas a buscar su regeneración en la crisis de dolorosas conmociones.
La inmoralidad trasciende del conjunto de la obra administrativa, y contadas serían las reparticiones públicas que, ante un rápido examen, no pondrían al descubierto irregularidades de las más impúdicas. ¡Qué sería si se practicara una investigación severa con ánimo de hacer justicia!
Todo esto es la obra de un régimen funesto que pesa ignominiosamente sobre el país, que domina el gobierno de las provincias y tiene a la cabeza al presidente de la República que, siendo el más alto representante de su voluntad, es también su omnipotencia salvadora. Por eso ha resistido hasta ahora los reiterados esfuerzos de la opinión.
Ante su predominio, todos los preceptos morales han sido escarnecidos, se han rendido los hombres y han claudicado los partidos. No ha quedado una frente prominente, una corporación austera, un centro altivo de enseñanza donde el espíritu público pueda acudir a recibir una sana idea o una justa inspiración.
No ha podido surgir en la República un núcleo de hombres de Estado, representativos y caracterizados, tales como los que tuvo hasta que se inició la descomposición, porque, impedido el digno ejercicio de la vida pública, se ha hecho imposible que se formen con las virtudes, la autoridad y la experiencia que deben tener para constituir una garantía y una fuerza social.
Los partidos políticos son meras agrupaciones transitorias, sin consistencia en la opinión, sin principios ni propósitos de gobierno. Desprendidos los unos del régimen que domina al país, procedentes los otros de defecciones a la causa de su reparación, el anhelo común es la posesión de los puestos públicos. El tono de su propaganda se ajusta a la posibilidad de obtenerlos, a las promesas hechas o a las esperanzas desvanecidas, incurriendo en la incongruencia de las críticas y de los aplausos en la confusión de la protesta y de la alabanza por los mismos actos, y hacia los mismos hombres en igualdad de situaciones y procedimientos. La oposición pierde así sus condiciones esenciales para el bien público, se convierte en escuela perniciosa y perturbadora y en un exponente de la depresión general.
Se han anticipado los vicios y complicaciones de las sociedades viejas; la clase obrera desatendida hasta en las más justas peticiones, forma con sus reclamos un elemento de perturbación económica y genera graves problemas, que el gobierno ha debido prever y resolver oportunamente; en el orden intelectual, se comprueba la ausencia de hombres de ciencia, jurisconsultos, oradores, y si existen, es para extinguirse en silencio, faltos de escenario y de estímulos; se han subvertido, en fin, los conceptos de honor nacional, de dignidad personal, de cuanto hay de grande y de noble en las sociedades que conservan el culto por los ideales que ensanchan los horizontes de la existencia. Es un ocaso, en el que cada día la regeneración moral retrocede y se aleja.
Tal es, en conjunto, la intensidad del desastre, sin analizar sus múltiples subversiones. Es una vorágine, que ha llevado por delante todo lo que no ha tenido energías bastante para resistirla, causando estragos tan grandes que el pensamiento no puede precisarlos y definirlos, aunque los abarque en la realidad de lo que está a su alcance.
Vivificados en todo el territorio por la fecundidad de una naturaleza exuberante en las distintas producciones del mundo, procedentes de una cuna que nos enorgullecerá siempre, emancipados al empuje de los más heroicos sacrificios, generaciones sucesivas de eminentes ciudadanos, en medio de las angustias y de los esplendores de la lucha por la independencia y la organización, establecieron para presidir la sociedad argentina los adelantos de la civilización moderna y los principios más avanzados de gobierno.
Bastará recordar esos antecedentes, fijar el pensamiento en la razón que nos señala predestinados a ser el centro de poderosos agrupaciones humanas, y acaso el punto de partida de la renovación del mundo; bastará dirigir la vista hacia esa alta cumbre del pasado glorioso, volverla hacia esa otra cima de los grandes destinos del porvenir, y luego mirarnos en el llano en diminuta proporción, habiendo perdido autoridad moral y gran parte de riqueza en el desenfreno de la orgía gubernativa; bastará eso para reconocer con amargura que en la primera centuria de vida independiente hemos fracasado ante nuestra propia conciencia, ante la historia y ante el mundo entero, defraudando el voto y las inspiraciones de los que nos dieron Patria.
Ante la magnitud de este crimen, de esta fatalidad sin reparo, consumado en la época del trabajo, de la independencia y de las múltiples conquistas del espíritu humano, cuando hombres y capitales afluían de todas partes a poblar y fecundar el país, sus causantes son más que reos de lesa patria: son todo y no son nada, porque en presencia de la enormidad del agravio, sus responsabilidades son un sarcasmo, sus protestas de regeneración una blasfemia, y el progreso de que blasonan una iniquidad.
El régimen ha subsistido, consolidándose al amparo de la política del acuerdo, que fue una defección a terminantes promesas reaccionarias y malogró la reivindicación a punto ya de conseguirse traicionando deberes patrióticos, en cambio de posiciones oficiales.
Nunca pensamiento más pernicioso penetró en causa más santa, disgregó las fuerzas de la Unión Cívica, llevó a los unos a solidarizarse y coparticipar en la obra oprobiosa del pasado, e impuso a los otros el deber de la actitud inquebrantable y digna en que hasta el presente se mantienen, defendiendo la integridad de la causa.
Esa política, al dar patente de indemnidad a los grandes culpables, ha aumentado los males y los agravios que en 1890 provocaron la protesta del país, atacado en su honor, en sus instituciones y en el libre desenvolvimiento de sus riquezas. A todos los que entonces existieron, y que subsistiendo se han hecho más intensos, deben agregarse hoy los que ella ha causado, y los procedentes de la desaparición prematura de tantos ciudadanos austeros, que sirvieron con entereza la causa de la reparación nacional, que hoy serían la mejor esperanza de la República y un baluarte contra la corrupción que avanza.
La República ha tolerado silenciosa estos excesos, en horas de incertidumbre, ante el peligro de complicaciones internacionales, llevando la abnegación hasta el sacrificio, en homenaje a su solidaridad y con la esperanza de ver cumplida la promesa tantas veces reiterada de una reacción espontánea, que eliminara la necesidad de una nueva conmoción revolucionaria. En el estado actual no es posible abrigar esa esperanza sin incurrir en un error irreflexivo. El Congreso y las instituciones provinciales son las mismas. La Presidencia no ha mejorado sus títulos por el hecho de haber asumido el mando y solidarizada, moral y materialmente, con el régimen que la ha consagrado, carece de autoridad para iniciar la reacción, y de medios para realizarla.
El carácter de funcionario público representativo no se adquiere por los programas que se formulan, sino por la legalidad integral del mandato que se inviste. Osado sería quien se presentara contrario a los anhelos, intereses y sentimientos colectivos, y total inexperiencia revelaría, si no se refiriera a ellos cuando siente llegar hasta la altura de la posición usurpada el eco de la protesta pública. En tan vanas y falaces promesas, constantemente expresadas y jamás cumplidas, sólo pueden creer los que, deliberadamente, quieran cohonestar con ellas, o los que no consideran las cosas en su realidad y esencia. De los efectos no deben esperarse sino las consecuencias de las causas de que emergen; y es funesto error anatematizar el delito en su elaboración, y luego de consumado, acordarle sanción legal y aun justificarlo, atribuyéndole virtudes y energías benéficas.
La República no podrá olvidar que los ciudadanos que hoy dirigen sus destinos son los mismos que en 1893 avasallaron las cuatro provincias que habían reasumido su autonomía, ahogaron sus libertades, próximas ya a alcanzar su dominio, encarcelaron y desterraron a los más distinguidos ciudadanos del país con lujo odioso de arbitrariedad y de vejámenes.
Connaturalizados con el teatro en que se han desenvuelto, no es posible esperar de ellos severos conceptos morales y altas inspiraciones cívicas. No se efectúan en el espíritu humano cambios tan radicales que permitan pasar del escepticismo, del descreimiento y de la corrupción política en que se ha vivido, a una acción reparadora, destinada, precisamente, a destruir el sistema del que se ha sido instrumento o servidor. La hipótesis que pueda hacerse en esa forma y por esos medios, supondría la relajación y la rendición de las fuerzas morales de la República. Pregonarlo, no es sino estimular una lucha de veleidades y de tendencias personales, encaminada a dar preponderancia, dentro del régimen, a los que suben sobre los que bajan. Esta lucha de predominios es el drama eterno de la vida de las sociedades, pero, arriba de ella, están los intereses de la República que debe hacer efectivas las responsabilidades con una concepción absoluta de justicia.
Entre el último día del oprobio y el primero del digno despertar, debe de haber una solución de continuidad, una claridad radiante, que lo anuncie al mundo y lo fije eternamente en la historia. Esperar la regeneración del país de los mismos que lo han corrompido, pensar que tan magna tarea pueda ser la obra de los gobiernos actuales de la República y de la Presidencia surgida de su seno, sería sellar ante la historia y sancionar ante el mundo veinticinco años de vergüenza con una infamación, haciendo del delito un factor reparador, el medio único de redimir el presente y salvar el futuro de la Nación.
Esta tarea requiere escenario y factores nuevos, porque las acciones humanas realizadas en un medio extraño a sus móviles, resultan inocuas o contraproducentes; exige una gran cohesión moral, un sólido vínculo de civismo, el concurso de la voluntad nacional, y reclama un ambiente de justicia y de independencia de espíritu en el cual puedan desenvolverse ampliamente todas las capacidades, y bajo cuya influencia, hasta que sean posibles las reacciones de los hombres, por la modificación de las ideas y de los procedimientos.
Los primeros actos del nuevo gobierno evidencian la exactitud de estos juicios: el Congreso se ha clausurado, sumisamente, con injuria a las instituciones y grave daño para importantes intereses, sancionando sin estudio un presupuesto enorme, porque así lo impuso la política presidencial, realizando un acto sin precedentes que habría sido bastante en una situación regular para causar la crisis del Ejecutivo. Los gastos fuera de ley forman como antes un presupuesto extraordinario que nadie vota ni controla; los cargos públicos se adjudican en premio de servicios electorales, sin espíritu de justicia; y las concesiones y dádivas continúan incorporadas a las prácticas administrativas. En el orden político se asiste exactamente a la reproducción de los procederes del pasado, y como obra de gobierno a la onerosa destrucción de lo existente, sin beneficio alguno.
La Unión Cívica Radical, que es fuerza representativa de ideales y de aspiraciones colectivas, que combate un régimen y no hombres, no puede, pues, declinar de su propósito ni arriar su bandera. Cumple las decisiones de sus autoridades directivas y responde a las exhortaciones de todos sus centros de opinión. Va a la protesta armada venciendo las naturales vacilaciones que han trabajado el espíritu de sus miembros, porque contrasta e indigna, sin duda, el hecho de que un pueblo, vejado en sus más caros atributos e intensamente lesionado en su vitalidad, tenga aún que derramar su sangre para conseguir su justa y legítima reparación. Pero el sacrificio ha sido prometido a la Nación: lo reclaman su honor y su grandeza, y lo obligan la temeraria persistencia del régimen y la amenaza de su agravación. Se efectúa sin prevenciones personales, inconcebibles dentro del carácter del movimiento, y extraños a la índole moral de los que lo dirigen, con derecho a sustraerse a estas agitaciones, escudados en el antecedente de una larga y fatigosa labor cívica.
La revolución la realiza únicamente la Unión Cívica Radical, porque así lo marca su integridad y lo exige la homogeneidad de la acción; pero es por la Patria y para la Patria. Ese es el sentimiento que la inspira y ésa es la consigna que lleva cada uno de sus soldados. En ese concepto, solicita el concurso de cuantos quieran contribuir con su esfuerzo a la obra de la reparación. Los principios y la bandera del movimiento son los del Parque, mantenidos inmaculados por la Unión Cívica Radical, la que bajo sus auspicios promete a la República su rápida reorganización, en libre contienda de opinión ampliamente garantizada, a fin de que sean investidos con los cargos públicos los ciudadanos que la soberanía nacional designe, sean quienes fueren. Los únicos que no podrán serlo, en ningún caso, son los directores del movimiento, porque así lo imponen la rectitud de sus propósitos y la austeridad de su enseñanza.
La importancia de los elementos acumulados permite abrigar la esperanza de que la prueba será lo menos sensible. La Unión Cívica Radical rechaza, en absoluto, todo daño anterior y posterior, no aceptando sino el indispensable en el momento de la acción, y eso, como deber imperioso y como el sacrificio más grande que pueda hacerse por la tierra en que se ha nacido. Lo afrontamos, íntimamente poseídos de que asistimos a la fecunda obra de reparación de la República, en toda su plenitud, para encaminarse por los senderos permanentes de su grandioso destino.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Programa del Movimiento Nacionalista Tacuara


Argentina

1.Nuestra Patria no es un mero hecho geográfico, ni un conglomerado de individuos. Comunidad de raza, religión, cultura e historia, que nos señala un futuro común, Argentina es una UNIDAD DE DESTINO, y tiene, como heredera del Imperio Español, una misión que cumplir en lo Universal.
2.Para que Argentina pueda cumplir su misión histórica, debemos romper con las viejas estructuras económicas, sociales y políticas del liberalismo burgués. Esto sólo podrá realizarse mediante un total proceso revolucionario, que devuelva a nuestra Nación su fe en sí misma y en su futuro.

Estructuras políticas

1.Ante el fracaso histórico del régimen liberal-burgués, la Revolución lo reemplazará por el Estado Nacional-Sindicalista. Éste será el instrumento mediante el cual encauzaremos el país por su glorioso destino.
2.El ineficaz Parlamento será reemplazado por las Cámaras Sindicales, en las que los intereses del trabajo y la producción estarán representados junto con las demás fuerzas integrantes de la realidad nacional.
3.Las Cámaras Sindicales designarán al Poder Ejecutivo, el que podrá ser removido por las mismas en caso de apartarse de los objetivos que le fije la Constitución dictada por la Revolución Nacional, asegurando así al Estado como servidor permanente del interés supremo de la Nación y la realización de su misión histórica, que no pueden estar sujetos a contingencias propias de la demagogia electoralista.
4.Se suprimirán los partidos políticos, por ser estructuras artificiales que atentan contra la Unidad Nacional.
5.Todas las jerarquías de la Nueva Sociedad se basarán sobre la plena responsabilidad de sus integrantes.

Política Social

1.Sin Justicia Social no puede haber paz ni orden en el país. TACUARA se rebela contra la injusticia social y reconoce el mismo derecho a todos aquellos que la sufran.
2.La lucha de clases, que atenta contra la Unidad Nacional, es producto de la actual estructuración injusta de la sociedad, que conforma la existencia de opresores y oprimidos. El Nuevo Estado tenderá a la progresiva eliminación de las barreras económicas, sociales y culturales que las separan.
3.La familia, unidad social fundamental, merecerá la máxima consideración y protección por parte del Estado. Asegurada su unidad mediante el matrimonio indisoluble, tendrá representatividad dentro de las instituciones sindicales, municipales y de educación.
4.La inmigración será estrictamente seleccionada y controlada. No se admitirá el ingreso de grupos étnicos y culturales inasimilables.
5.La ciudadanía argentina será concedida como excepción, en base a servicios prestados y a la total identificación con la comunidad nacional.

Estructuras económicas

1.Las actuales estructuras capitalitas serán destruidas, porque:
a)están basadas en la explotación social y, por lo tanto, son gérmenes de discordia y resentimiento;
b)sucarácter antinacional atenta contra la soberanía.
1.Todas aquellas empresas que sean consideradas como servicios públicos o vitales para la defensa nacional serán controladas por el Estado.
2.Dado el carácter parasitario e inconducente del capitalismo, corresponde promover un ordenamiento económico en que los productores, desde el jefe de empresa hasta el último aprendiz, en un todo jerarquizado y orientado a las necesidades nacionales, sean los dueños exclusivos de la empresa.
3.Con relación a las pequeñas y medianas empresas atendidas directamente por sus dueños con el auxilio de mano de obra ajena, la acción del Estado Nacional-Sindicalista se limitará a articular una adecuada participación en las ganancias, habida cuenta de la importancia de la intervención patronal.
4.La Revolución en el campo terminará con los latifundios, sean éstos nacionales o extranjeros. Igualmente las tierras no explotadas y las tierras fiscales o pertenecientes a Sociedades Anónimas serán divididas en unidades económicas adecuadas a las características regionales y entregadas a perpetuidad a jefes de familia.
5.La Revolución, mediante el desarrollo de una industria pesada nacional y una justa política de créditos, pondrá en manos del hombre de campo toda la maquinaria agrícola necesaria para aumentar al máximo la producción.
6.La propiedad de la vivienda familiar, sea ésta rural o urbana, no podrá ser bien de renta ni de especulación.
7.Para asegurar el servicio de la Nación los resortes fundamentales de la economía y para hacer efectiva la liquidación de las estructuras injustas del capitalismo, nuestro Estado procederá a la inmediata nacionalización de las instituciones bancarias y crediticias, así como del comercio exterior.
8.La disposición del capital privado para préstamos a interés, usurario o no, será considerada delito y castigado como tal.

Espíritu y educación

1.Frente al materialismo liberal-marxista, el Nacionalismo afirma la primacía de los valores espirituales del hombre y la sociedad, conforme a la Verdad Católica que, por otra parte, está enraizada en forma irrevocable en nuestro destino histórico y en nuestro ser nacional.
2.Esta concepción deberá informar la enseñanza en todos sus ciclos, que impartida por el Estado y la Iglesia, absolutamente gratuita, debe abandonar totalmente los moldes del enciclopedismo para dirigirse a la formación del hombre.
3.Concebimos a la Universidad como una corporación jerárquica de profesores y alumnos, aquéllos en función de enseñar y éstos en función de aprender. Colocaremos a la inteligencia y la ciencia al servicio de la Verdad y de la Patria
4.La Iglesia participará en el Estado Nacional- Sindicalista en todo cuanto ataña a sus funciones específicas.
5.Todos los ciudadanos de otras religiones podrán practicar libremente su culto, pero sus actividades no podrán extenderse a la propaganda ni a la enseñanza.
6.Las relaciones entre la Iglesia y el Estado serán fijadas por un concordato. Aparte, fijamos nuestro anhelo de ver en los hombres y las jerarquías de la Iglesia un autentico espíritu católico, que no haga de ésta privilegio de castas ni minorías.

Fuerzas Armadas

1.El régimen liberal-burgués ha convertido a las Fuerzas Armadas en instrumento de la represión al servicio de una clase y en contra de la Nación. El Estado Nacional- Sindicalista devolverá a éstas su función específica de custodia de lo permanente.
2.Los países militarmente débiles no son libres. Por lo tanto, para alcanzar la libertad nacional, la Revolución reestructurará las Fuerzas Armadas, adecuándolas a las necesidades de la guerra moderna y creando en ellas una auténtica mística nacional.
3.Las Fuerzas Armadas en el Estado Nacional-Sindicalista deberán cumplir con su misión educadora, formada a la juventud en el espíritu de servicio de la Patria.
4.Afirmamos un sentido militar de la existencia, basado en la jerarquía, la disciplina y el servicio. Encuadraremos militarmente a los voluntarios de todas las clases sociales, para la defensa de la Patria y la Revolución.

Política internacional

1.La actual división del mundo en bloques antagónicos (marxismo y capitalismo) es artificial, pues ambos se basan en el más crudo materialismo y encubren, en el fondo, la misma explotación del hombre y la negación de los valores nacionales. La actual política argentina, basada en la servidumbre a uno de estos bloques, es propia de la mentalidad mediocre y antinacional del régimen burgués.
2.Sólo mediante una política de absoluta independencia y un espíritu nacional agresivo podremos liberarnos del actual estado de sumisión. Ante el choque de los dos imperialismos en pugna (Rusia y Estados Unidos), mantendremos una política de neutralidad positiva, que no significa indiferencia, sino la defensa de nuestros ideales extendida al plano internacional.
3.La Revolución asume la responsabilidad histórica de liberar a Hispanoamérica de la opresión imperialista. Una Hispanoamérica libre y unificada desde el Río Bravo hasta la Antártida es la única garantía de paz y progreso para los pueblos explotados del continente.
4.El resurgimiento nacionalista de Europa. El despertar de Asia y África y la liberación integral de Hispanoamérica dará empuje a un nuevo bloque de Estados Nacionales que enfrentarán las ambiciones de los imperialismos. Nuestra Patria adoptará una política rectora tendiente a agrupar y conducir a los pueblos de Hispanoamérica.
5.El Estado Nacional- Sindicalista promoverá la afirmación concreta y efectiva de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y el Territorio Nacional Antártico.

jueves, 4 de noviembre de 2010

DOCUMENTO DE ORGANIZACIÓN DEL EJERCITO DEFENSOR DE LA SOBERANÍA NACIONAL DE NICARAGUA


por Augusto C. Sandino

2 de setiembre de 1927

1°-La institución del Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua se compone de liberales voluntarios nicaragüenses y de indo-hispanos, quienes deseen unirse a nuestro Ejército, dispuestos a defender con su sangre la libertad de Nicaragua; por lo mismo, sólo reconocen como Jefe Supremo al patriota general Augusto César Sandino, leal y sincero, quien ha sabido defender con toda abnegación el decoro nacional, como legítimo nicaragüense. En tal concepto ajusta sus actos al más elevado espíritu de patriotismo y disciplina, sujetándose y reconociendo el Código Militar de la República.
2°-La institución militar del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, desconoce todo acto, orden o disposición que emane del gobierno traidor intervencionista de Nicaragua, así como de los invasores de la Patria quienes con cinismo de grandeza están hollando nuestro territorio nacional, pues se entiende que la política de nuestro país no debe emanar de una nación extraña, sino que debe estar basada en el más alto espíritu nacional.
3°-El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua no es una facción partidarista, que con su actitud trata de la división del Partido Liberal, muy al contrarío: es el alma y el nervio de la Patria y de la Raza y por lo mismo se concerta (sic) a la defensa de nuestra soberanía nacional y al mantenimiento de los derechos de libertad, los cuales fueron violados por el tránsfuga y traidor José María Moncada, quien con su desenfrenada ambición, no meditó las graves consecuencias de su cobardía traicionando a su Patria, a su Jefe y a su Partido. En tal concepto, comprendiendo que Nicaragua no debe ser patrimonio de determinado grupo o partido, juramos ante los símbolos de la Patria morir antes que vendernos o rendirnos ante las propuestas de los invasores y traidores, quienes por tanto tiempo han traficado con nuestro Honor Nacional.
4°-Todo guerrillero que con posterioridad se levantase en armas uniéndose al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, está obligado a participarlo al Jefe Supremo de nuestro mismo Ejército, quien lo organizará con las formalidades debidas, eligiendo la zona en que habrá de operar.
5°-El departamento de Nueva Segovia, lugar en donde se ha mantenido latente el patriotismo nicaragüense, se divide en cuatro zonas, comprendidas, en la siguiente forma: Pueblo Nuevo, Somoto Grande, Quilalí y Ocotal, en las cuales operará un jefe expedicionario que oficialmente será nombrado por el Jefe Supremo de la Revolución.
6°-A todo Jefe Expedicionario le está prohibido estrictamente hostilizar a los pacíficos campesinos, pero podrán lanzar empréstitos forzosos a los capitalistas nacionales y extranjeros para el sostenimiento de nuestra guerra, comprobando debidamente las cantidades que empleen en el sostenimiento de las fuerzas a sus órdenes, pues el desacato a esta disposición dará lugar a procedimientos, de conformidad con nuestro Código Militar.
7°-A todo jefe perteneciente al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, le está prohibido estrictamente celebrar pactos secretos con el enemigo, ni podrá aceptar convenios de ninguna clase. Quien quebrantare esta disposición, será juzgado marcialmente en Consejo de Guerra.
8°-Los poderes de la Revolución están constituidos en nuestro Cuartel General, baluarte del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, en donde seguiremos sosteniendo con lealtad, el símbolo de la Patria y de la Libertad.
9°-Toda orden que emane del Jefe Supremo de la Revolución, será acatada con el más alto espíritu de disciplina y por lo mismo, todo Jefe perteneciente a nuestro Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, está obligado a cumplir, y hacerla cumplir con el deber que impone el honor y el patriotismo.
10°-El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, compuesto de abnegados patriotas, no admite sueldo diario, porque tal acto sería juzgado ante el mundo civilizado con la más acre censura, supuesto que todo nicaragüense digno, está obligado a defender voluntariamente el decoro de la Nación. El Jefe Supremo de nuestro Ejército se compromete a procurar los medios de conseguir al Ejército todo lo indispensable, en equipo y vestuario, de conformidad con nuestras condiciones.
11°-Toda comunicación oficial que emane del Cuartel General así como de jefes, oficiales y soldados, deberá ir suscrita al final con las palabras de "Patria y Libertad", las cuales se reconocerán oficialmente en todo el Ejercito.
12°-El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua está en comunicación activa con las demás naciones indo-hispanas; por lo mismo, tiene ya nombrados sus representantes, quienes trabajan en beneficio de nuestra causa, por lo que nuestro triunfo tendrá que ser un hecho, el cual llenará de gloria a quienes haciendo a un lado toda ambición personal, supieron aceptar el sacrificio que exige la defensa de la honra de la Patria.
13°-Los grados expedidos por el Comando General de nuestro Ejército serán reconocidos al triunfo de nuestra causa, para lo cual, le será expedido a cada interesado su despacho correspondiente.
14°-El Jefe Supremo de la Revolución, jura ante la Patria y ante el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, no tener compromiso político con nadie y que sus actos se ajustan al más elevado patriotismo, asumiendo la responsabilidad de ellos ante la Patria y la Historia.
En virtud de lo expuesto, todos los jefes oficiales y soldados conscientes de sus deberes,
Lo ratificamos y firmamos a los dos días del mes de setiembre de mil novecientos veintisiete, en el Chipote, Las Segovias, Nicaragua, Centro América.

jueves, 28 de octubre de 2010

EL REVISIONISMO HISTÓRICO Y LA LIBERACIÓN NACIONAL


por José María Rosa

Para que un Estado con las apariencias exteriores de la soberanía (declaración formal de independencia, símbolos “nacionales”, autoridades “propias”, color distinto en los mapas) pueda ser calificado como colonia, necesita algo más que la dependencia económica o el sometimiento por la fuerza. Debe haber una mentalidad colonial en quienes lo gobiernan. De no existir esa mentalidad nos encontraríamos ante estados pequeños, débiles, subdesarrollados, ocupados militarmente etc., pero no ante colonias. Para que exista la relación imperialista entre un Estado dominante y otro dominado es necesario que éste último se encuentre sometido voluntariamente; que tenga, diríamos, una voluntad de colonia que se corresponda con la voluntad de imperio del dominante.
Ocurre esta voluntad de colonia por encontrarse pervertida la clásica noción del patriotismo: la patria de los coloniales no “la tierra de los muertos” de la conocida definición, ni el culto de las propias tradiciones, ni el orgullo de las modalidades vernáculas, ni la defensa – siquiera – de los intereses comunes a los habitantes del suelo. Nada de aquello que identifica al hombre con su comunidad. Por lo contrario: es opuesta a los caracteres y tradiciones del medio ambiente, y no tiene en cuenta a todos los hombres que lo habitan. Se expresa por generosas abstracciones: es la libertad, la civilización, la democracia; realizadas con prudentes limitaciones: “libertad” para pocos, “civilización” ajena, “democracia” sin pueblo.
Esas abstracciones y limitaciones se traducen en la realidad por el dominio exclusivo de un grupo social que persigue sus propias conveniencias. La patria de los coloniales es solamente su clase social envuelta con frases retóricas. Eso de reducir la patria a los intereses y dominio de una sola clase de la sociedad, lo había advertido Aristóteles hace veinticinco siglos al definir el tipo de gobierno que llamó oligarquía “minoría sin virtud política”.
La patria de los coloniales no solamente es compatible con el imperialismo de un Estado dominante que también encuentra en él su necesario complemento. El Imperio ajeno nunca es enemigo de una patria expresada en formas retóricas y sentida como los beneficios de un grupo social; el enemigo está en la misma tierra. Para que la oligarquía se imponga sobre ese pueblo necesita la ayuda, foránea y como su idea de patria es compatible y complementaría – espiritual y económicamente – con el imperialismo, éste es llamado por ella a cumplir la función patriótica de hacer de la comunidadad una colonia.
En cambio en el pueblo alienta, y alentará, pese a su derrota, empobrecimiento y rebaja social, un espíritu nacional. En ningún país colonial o semicolonial las masas populares tienen conciencia de clase (quien la tiene es la oligarquía) sino conciencia nacional.
Se constituye en focos tenaces de resistencia nacionalista contra la intromisión foránea y sus aliados nativos. Su mentalidad es de nación: el hombre de pueblo entiende por patria al conjunto que vive en el mismo suelo y está apegado a costumbres y tradiciones propias.
Oligarquía y pueblo entran en lucha en la Argentina al iniciarse la Revolución de Mayo. Son dos ideas de patria opuestas y que naturalmente se excluyen: la “patria” reducida a una clase social, y la “patria” como la comunidad entera; dos sistemas económicos que no pueden coexistir: la economía liberal que beneficia a los comerciantes y a quienes se encuentran vinculados con el extranjero, y la economía nacional que debe proteger su producción contra la competencia foránea; dos concepciones políticas irreconciliables: el liberalismo que otorga el dominio del Estado a la clase social privilegiada, y los caudillos, que en esa etapa son la única forma posible para el pueblo de conducirse y gobernar.
Al iniciarse la segunda mitad del siglo, la oligarquía se impone sobre el pueblo. Todo favorecía en el XIX a su triunfo: el auge del liberalismo doctrinario que hizo a los intelectuales sus más eficaces aliados, el desenvolvimiento del imperialismo que llegó a su apogeo, etc.
La oligarquía mantendrá su hegemonía por varias causas: la persecución y rebajamiento de las masas, su reemplazo por inmigrantes sin conciencia de formar un pueblo (y por lo tanto sin inquietudes políticas, ni conductores), pero sobre todo por la eficaz propaganda de su idea de “patria” en escuelas, universidades, periódicos, discursos parlamentarios, etc. Y la correspondiente persecución como “enemigos de la patria” a quienes expresaron una idea opuesta.
Se escribió y se enseñó, con fervor de patria (de patria colonial) una “historia” donde la presencia del pueblo quedó excluida o rebajada a montoneras, gauchos anarquistas, populacho; los conductores del pueblo denigrados como tiranos, al tiempo de presentarse como ejemplos próceres a los políticos o escritores que sirvieron al coloniaje; y los intereses materiales foráneos mostrados como los fundamentos mismos de la nacionalidad. Una “historia” que consistía en independizarse de España para dictar una constitución, y luchar cuarenta años contra los tiranos para lograrla. Más allá de Caseros y de Pavón no había más historia argentina. Como si todo el objeto de la patria se hubiese logrado.
Una galería de presidentes con las fechas de su ingreso y egreso llenaba más de cien años de la Argentina a partir de 1862. Y a la verdad que no podía haber historia, porque las colonias prósperas como las mujeres honestas, carecen de historia.
El amaño del pasado mantuvo en la oligarquía, y los intelectuales, la mentalidad colonial. Se lo hizo también para adormecer al pueblo, pero no dio el resultado apetecido. La historia oficial no entró nunca como culto en la masa popular, que intuyó el engaño, y de los próceres ofrecidos a su culto tomó solamente a los héroes militares.
Llega el siglo xx, que se ha definido como “el siglo de los pueblos”. El imperialismo se bate en retirada y el liberalismo no convence a muchos. Surgen en la Argentina nuevos movimientos populares (el irigoyenisrno de 1916 a 1932, el peronismo dc 1945 en adelante), que por ser populares son naturalmente nacionalistas. Se interrogó a la historia “oficial”, para saber por que no éramos dueños de nuestros destinos, y no se encontró respuesta.
De ese impulso – a la vez académico y político – surgió el revisionismo histórico.
El revisionismo ganó en poco tiempo a las capas populares, porque les venía a traer una verdad de siempre intuida por ellas. Pero no le fue fácil convencer a los “intelectuales”, no obstante el severo método de su investigación histórica. Pero no se trataba de una polémica académica sobre esta o aquella verdad, sino el esclarecimiento de la noción de patria, un asalto contra el gran baluarte del coloniaje que son los intelectuales (los semi-intelectuales, los que comprenden a medias) desde aquellos escritores vinculados con el extranjero a aquellos estudiantes que desprecian al pueblo, o lo aceptan retóricamente siempre que piense como ellos.
Tal vez no sea tan difícil la obra en esta hora del despertar de los pueblos. Porque llegará un momento en que los intelectuales, como grupo social, entiendan cuál es su misión, y piensan, escriban y actúen en función de su comunidad. Sin sentirse atados a extranjerismos ni divorciados de su comunidad.
Entonces se logrará la liberación nacional.

Capítulo primero de El Revisionismo Responde

lunes, 25 de octubre de 2010

Carta testamento


por Getulio Vargas

Una vez más, las fuerzas e intereses contra el pueblo, nuevamente coordinada y se provocan contra mí. No me acusan, insultan: no me combaten, calumnian y no me dan el derecho a la defensa. Necesitan ahogar mi voz e impedir mi acción, para que no siga defendiendo, como siempre he defendido al pueblo y especialmente a los humildes. Sigo el destino que se impone en mí.
Después de décadas de dominación y saqueo de los grupos económicos y financieros internacionales, me convertí en jefe de una revolución y gané. Empecé a trabajar por la liberación y a establecer el régimen de libertad social.
Tuve que renunciar. Volví al Gobierno en los brazos de la gente. La campaña subterránea de los grupos internacionales se han asociado con grupos nacionales rebelados contra el régimen de garantía de trabajo. La ley de beneficios extraordinarios se celebró en Congreso. Contra la justicia de la revisión del salario mínimo se desencadenan los odios.
Quise crear una libertad nacional en la mejora de nuestra riqueza a través de Petrobras, mal funcionando, la ola de agitación se acrecienta. La Eletrobrás fue obstaculizada hasta la desesperación. Ellos no quieren que el trabajador sea libre. Ellos no quieren que las personas sean independientes.
Tomé el Gobierno en la espiral inflacionaria, que destruya los valores del trabajo. Los beneficios de las empresas extranjeras alcanzaban hasta un 500% por año. En declaraciones de valores que fueron atendidos había fraudes de 100 millones de dólares al año. Llegó a la crisis del café, nuestro apreciado producto principal. Intentamos defender su precio y la respuesta fue una violenta presión sobre nuestra economía al punto que debimos ceder.
He luchado mes a mes, día a día, hora a hora, resistiendo la presión incesante constante en silencio, olvidándolo todo, renunciando a mí mismo, para defender al pueblo que ahora es impotente. Nada más puedo dar mi sangre. Si las aves de rapiña quieren la sangre de alguien, quieren seguir chupando la sangre al pueblo brasileño, ofrezco mi vida en holocausto. Elijo esta manera de estar con ustedes siempre.
Al humilde, sentirá que mi alma sufre a tu lado. Cuándo golpee el hambre a su puerta, se siente en su corazón la energía para luchar por usted y sus hijos. Cuando lo difamen, usted sentirá en mi mente la fuerza para la reacción. Mi sacrificio los mantendrá juntos, y mi nombre será su bandera lucha. Cada gota de mi sangre será una llama inmortal en su conciencia y será sagrado para la resistencia. Al odio respondo con el perdón. Y aquellos que piensan que me han derrotado respondo con mi victoria. Era esclavo del pueblo y hoy me dio la libertad para la vida eterna.
Pero ese pueblo de que fui un esclavo ya no será un esclavo de nadie. Mi sacrificio quedará para siempre en su alma y mi sangre tendrá el precio de mi rescate. Luché contra la expoliación de Brasil. Luché contra la desposesión del pueblo. He luchado de corazón. El odio, la calumnia, la difamación no me golpea. He dado mi vida. Ahora le ofrezco mi muerte. No temas nada. Serenamente doy el primer paso en el camino a la eternidad y de la vida paso a la historia.

jueves, 21 de octubre de 2010

Ariel (6)

por José Enrique Rodó

La concepción utilitaria, como idea del destino humano, y la igualdad en lo mediocre, como norma de la proporción social, componen, íntimamente relacionadas, la fórmula de lo que ha solido llamarse, en Europa, el espíritu de americanismo . Es imposible meditar sobre ambas inspiraciones de la conducta y la sociabilidad, y compararlas con las que le son opuestas sin que la asociación traiga, con insistencia, a la mente, la imagen de esa democracia formidable y fecunda, que, allá en el norte, ostenta las manifestaciones de su prosperidad y su poder como una deslumbradora prueba que abona en favor de la eficacia de sus instituciones y de la dirección de sus ideas. Si ha podido decirse del utilitarismo que es el verbo del espíritu inglés, los Estados Unidos pueden ser considerados la encarnación del verbo utilitario. Y el Evangelio de este verbo se difunde por todas partes a favor de los milagros materiales del triunfo. Hispano-América ya no es enteramente calificable, con relación a él, de tierra de gentiles. La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes y, aún más quizá en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y, de admirarla, se pasa, por una transición facilísima, a imitarla. La admiración y la creencia son ya modos pasivos de imitación para el psicólogo. La tendencia imitativa de nuestra naturaleza moral — decía Bagehot — tiene su asiento en aquella parte del alma en que reside la credibilidad». El sentido y la experiencia vulgares serían suficientes para establecer por sí solos esa sencilla relación. Se imita a aquel en cuya superioridad o cuyo prestigio se cree. Es así como la visión de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir, inspire la fruición con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiesta por constantes propósitos de innovación y de reforma. Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno.

lunes, 18 de octubre de 2010

Bolivarismo y marxismo


por Jorge A. Ramos

La aparición del proletariado en la América latina del siglo xx ha planteado desde nuevas bases la tarea de su revolución inconclusa. La nación latinoamericana, que hacia 1910 sólo vivía como un eco intelectual de las viejas batallas, comienza a ser una realidad en la Cuba socialista de medio siglo más tarde. En esta penosa y heroica marcha, el plan bolivariano sólo podrá desenvolverse bajo las banderas del socialismo. Ese socialismo posee ya una inflexión propia, una especificidad latinoamericana.
Pero si el pensamiento crítico de Marx puede arrojar una luz penetrante sobre la realidad de América latina, será a condición de que la conciba como un todo> en otras palabras, se impone reunir a Marx con Bolívar. Después de la pérdida del poder bolivariano América latina fue considerada como "un pueblo sin historia". Las instituciones, regímenes económicos y sistemas políticos que le impuso el imperialismo traían el sello simiesco de los productos que Europa destinaba al mundo excéntrico.
Las ideas marxistas no escaparon a esta degradación sufrida por tod05 los valores de la exquisita Europa al llegar a nuestras tierras. Al principio, los propios grandes jefes de la Rusia revolucionaria evidenciaban un desconocimiento completo del Nuevo Mund0. Luego, con el triunfo del stalinismo, fue exportado un artículo híbrido llamado marxismo leninismo, parido por los obtusos burócratas. El descrédito intelectual de semejante ersatz ya no requiere demostración. En cuanto a sus consecuencias prácticas, este libro ha hecho un recuento de esa edad rocambolesca.
Bastará recordar que en cada oportunidad en que el staíinismo divisaba una revolución nacional en el horizonte, se incorporaba rápidamente al bloque de las fuerzas oligárquicas que la enfrentaban. Esto ocurrió en Brasil, en Argentina, en Cuba, en toda América latina. Sólo advertían que una revolución vivía cuando ésta había triunfado; si no habían logrado impedir su victoria, se plegaban a ella para estrangularía desde el poder. Tal es la crónica del stalinismo en Cuba, con su oscura legión de Escalantes y escaladores. Cuando la revolución estaba bajo la dirección nacionalista, como en el caso de Perón, el stalinismo se unía estrechamente, antes, durante y después de su gobierno, con las fuerzas más negras de la reacción.
La propia expresión del marxismo leninismo reflejaba en la esfera semántica el sello de una política ajena. Pues toda la grandeza de Lenin como político habla residido justamente en su admirable aptitud para interpretar a su país tal como era; por el contrario, la "rusificación" de la Internacional comunista después de su muerte invirtió el método leninista. Una caricatura trágica de ese método transformó fórmulas que habían resultado óptimas para la lucha política en el imperio zarista en la clave de todas las derrotas del último medio siglo.
Por esa tazón, y no por puras consideraciones terminológicas, la adopción de un "marxismo bolivariano" compendiará mejor la naturaleza peculiar del proceso revolucionario en América latina. Este proceso deberá combinar todas las formas de la lucha. La actividad política no podrá sustituirse a la lucha armada, ni ésta a aquélla, ni la lucha legal a la ilegal, ni viceversa, pues todas ellas forman parte de un proceso único integrado por tácticas modifica-bies y remplazadles. La importancia de cada una de ellas está condicionada por la relación de las fuerzas en presencia y por las particularidades de cada región latinoamericana. Ninguna de esas tácticas puede ser elevada a principio conductor; pero un hecho está confiada por toda la experiencia histórica: no hay canino pacifico para la revolución. Ni siquiera para obtener el voto universal y secreto, reivindicación de la democracia burguesa en la Argentina, el viejo caudillo radical Hipólito encontró otro recurso que las revoluciones armadas. Sólo así obtuvo para el pueblo argentino el derecho a votar, derecho que la oligarquía, con el apoyo del Ejército, le arrebató desde 1955.
En consecuencia, la acción sindical, tanto como la guerrilla, la lucha parlamentaria, la insurrección armada o la propaganda ideológica, son fases de una misma estrategia cuyo corolario no puede ser otro que la formación de los Estados Unidos socialistas de América latina. En aquellos Estados donde las relaciones capita listas de producción han alcanzado mayor desenvolvimiento, como la Argentina, Chile, México o Brasil, las posibilidades de la lucha política parecen dominar este período y la consigna de "lucha armada" resultará inadecuada. Pero la relación entre esa consigna, la conciencia de las masas populares y el partido revolucionario deben ser muy estrechas. La disolución de esos tres factores por la decisión de un puñado de combatientes aislados conduce directa-mente al blanquismo, y muy probablemente a la derrota.
América latina no carece de mártires, sino de políticos revolucionarios y de revoluciones triunfantes. Es cierto que la lucha revolucionaria exige su tributo de martirio, pero el martirio por sí mismo no prueba la verdad del camino elegido. Este debe ser demostrado por otros hechos. El más importante de ellos es el con<> cimiento escrupuloso de la realidad económica y social de América latina.
En una de sus habituales y vigorosas expresiones, Fidel Castro aludía recientemente a las "recetas" que el stalinismo latinoamericano extrae de su archivo desde hace cuarenta años para aplicar administrativamente a los múltiples aspectos de una realidad tan rica y compleja como la de América latina. Indios caribes, prole-tirios de la siderurgia, peones de estancia, campesinos sin tierra, chacareros ricos, quechuas de milenarias comunidades estáticas, estudiantes politizados, oligarquías extranjerizantes, burguesías nacionales frágiles y cobardes, militares de encontradas tendencias y desniveles históricos profundos -he aquí un cuadro que se resiste a una fórmula simple-. Ahí debe encontrarse la razón para latinoamericanizar el marxismo y marxistizar a América latina.
Es preciso asumir plenamente nuestro glorioso pasado de lucha. Es necesario redescubrir a nuestros héroes propios y elaborar desde aquí una perspectiva revolucionaria para los 250 millones de latinoamericanos. La tarea dista de ser sencilla. El carácter combinado de nuestra realidad social determina las formas mixtas, nacionales y socialistas de nuestro programa. Del mismo modo, los elementos "asiáticos" del pensamiento de Lenin se contraponían a los elementos "europeos" de ese pensamiento. Pero ambos reflejaban la realidad de una contradicción dinámica: pues Rusia era, a la vez, bárbara y civilizada, semicolonia e imperio opresor, Asia y Europa. Por eso la dialéctica siempre viva de la política leninista mostraba cierta ambigüedad que repelía a los socialdemócratas de una Europa estable y lineal. En Lenin convivían los elementos "democráticos" y "socialistas" que a su vez coexistían en la sociedad rusa multinacional: el mujik primitivo, el obrero industrial y el ciudadano de las naciones alógenas oprimidas por los grandes rusos.
También las ilusiones de Lenin sobre la capacidad revolucionaria de la clase obrera europea se combinaban con su perspicacia para comprender el sentido profundo de la tempestad que se gestaba en Oriente. Pero si para hacer de la Rusia bizantina una nación normal era preciso destruir su imperio y dar a las nacionalidades que lo integraban el derecho a separarse, para hacer de América latina una "nación normal", la fórmula es inversa: es preciso unir sus Estados. Tanto como para Rusia, en América latina la resolución de las tareas democráticas y nacionales sólo pueden lograrse por medio del socialismo. La burguesía nacional es incapaz de lograr el dominio político en el interior de cada Estado balcanizado; con mayor razón, ni sueña con la unidad de todos ellos. Precisamente por esa causa la tarea de Bolívar pasa a los discípulos de Marx. Éstos no podrán realizarla, sin embargo, sin la tradición de Bolívar ni volviendo las espaldas a los movimientos nacionales.
Y bien, para comprenderlo era preciso remontar el confuso río de la historia latinoamericana, a fin de revelar la unidad profunda de su corriente y tocar con la inteligencia su sólido lecho. Esa historia había comenzado en España y continuado en América. Quisimos narrar los momentos capitales de ese pasado donde los criollos emplearon las armas para ingresar a la historia universal como una nación independiente y unida. En ese periodo las grandes naciones europeas creaban su Estado nacional y nosotros lo perdíamos. Marx no comprendía a Bolívar, pero el Inca Yupanqui le inspiraba su juicio sobre la cuestión nacional.
Un siglo después de la publicación de El capital, para los latinoamericanos Bolívar y Marx ya no podrán ser separados por fuerza alguna. Exponer las razones de tan curiosa fusión fue el propósito de esta historia de la nación latinoamericana. Aunque el libro termina aquí, esa historia continúa. De donde este fin es sólo un comienzo.